La Maratón de Nueva York se transmitía por televisión. Los corredores hacían sus calentamientos finales, acompañados por los vítores de todo el estadio. Mientras observábamos la pantalla, vimos que un joven pedía permiso a los oficiales de la carrera para poder colocarse en la línea de llegada. Su amada competía en la carrera, y él quería estar ahí cuando ella llegara.
Finalmente llegó el momento, y él cayó de rodillas frente a ella, a la vista de todo el estadio. Tomando su mano, le proclamó su eterno amor, y le pidió se casara con él. Un expectante silencio descendió en el estadio, mientras él, sin respirar, esperaba la respuesta. El sonoro “Sí!” fue recibido con un aplauso estruendoso. Era el momento de la buena nueva y de la alegría!
La Navidad proclama la mayor historia de amor jamás contada.
La pública demostración de amor incondicional de Dios para nosotros, se nos revela en una forma humilde y discreta – en la forma de un recién nacido. Dios se ha alojado en un corazón humano y lo ha convertido en el instrumento de su Amor Divino. Sus únicas condiciones son que lo acojamos y le demos la bienvenida, y que vivamos de su Amor.
Meister Eckhart escribió: “¿De qué me sirve si este eterno nacimiento del Hijo Divino, sucede incesantemente, pero no sucede en mi interior? ¿Y de qué me sirve que María esté llena de Gracia, si yo no lo estoy? ¿De qué me sirve que el Creador haya hecho nacer a su Hijo, si yo no lo hago nacer en mi tiempo y en mi cultura?”
Espacio Sagrado
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