La Navidad es una fiesta religiosa que tiene su origen en lo que de ella cuentan los evangelios de Mateo y Lucas. Pero ocurre que los relatos de los evangelios, sobre el nacimiento de Jesús y sus primeros años de vida, son tan fantásticos que a mucha gente le causan extrañeza y fundadas sospechas de si todo eso merece o no merece crédito. Hablar de apariciones de ángeles, nacimientos milagrosos, sueños celestiales, visiones, magos de países lejanos, un tirano genocida de niños inocentes, todo eso resulta sospechoso. Y más raro aún es que el niño, que fue privilegiado por el cielo con fenómenos tan extraños y sublimes, cuando se hizo adulto, no mucho tiempo después de tantas maravillas, apenas volvió a su pueblo (Nazaret), donde todo el mundo le conocía a él y a su familia, los vecinos de la aldea se quedaron asombrados viendo que el carpintero, que ellos conocían, sabía hablar en público y decía (y hacía) cosas que admiraban a la gente (Mc 6, 1-6). Y, lo que es más sorprendente, en su casa y en su familia ni creían en él (Mc 6, 6; Jn 7, 5), sus parientes lo despreciaban (Mc 6, 4) y hasta pensaban que estaba loco (Mc 3, 21). ¿En qué quedamos? ¿Venía del cielo o era un demente extraviado del que ni su familia se fiaba?
Si planteo estas preguntas, no es porque yo ponga en duda la verdad de lo que dicen los evangelios. No lo pongo en duda. Lo que me pregunto es el significado que tienen. Los relatos de la infancia de Jesús, ¿presentan hechos históricos que sucedieron tal como se cuentan? ¿o lo que presentan son relatos simbólicos que contienen un mensaje religioso? Si son hechos históricos, nos enseñan verdades que los creyentes las han de saber y creer. Si son hechos simbólicos, nos ofrecen experiencias de vida que los creyentes han de asumir como las convicciones que guían su vida y sus costumbres. En el primer caso, se trata de saber unas verdades, que, al ser verdades religiosas, son dogmas de fe. En el segundo caso, se trata de símbolos, que, al ser símbolos de vida, son formas de vivir y pautas de conducta. Por tanto, los evangelios de la infancia de Jesús, ¿nos presentan creencias que pertenecen a la dogmática? ¿o nos ofrecen normas de vida que se sitúan en el terreno de la ética?
No digo etas cosas por ganas de alambicar. Y, menos aún, por poner en duda lo divino y lo humano. Nada de eso. El problema está en saber si, de unos relatos simbólicos, se pueden deducir unas verdades dogmáticas. Eso sería lo mismo que confundir dos planos que, teniendo relación el uno con el otro, son distintos entre sí. Y es que lo importante en la Navidad no es estar seguro de quién fue Jesús y quién fue María. Lo determinante, en estos días, es afrontar en serio si nuestras costumbres, nuestra ética, nuestra forma de vivir tiene algo que ver con lo que fue la vida que llevó Jesús y con las costumbres y el estilo de vida de María. Esto es lo que importa de verdad.
José María Castillo
Teología sin censura
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