Cuando los Reyes están en paro
por SONIA APARICIO
«Los Reyes Magos han vendido los camellos, pero seguirán llegando a todos los rincones». Ángel Menéndez (48 años, residente en Guadalajara) perdió el trabajo hace 11 meses, pero conserva el optimismo y el humor. La Navidad es tiempo de gasto y dispendio, pero en época de vacas flacas, toca apretarse el cinturón. Aparcar la visa, para ser claros, porque la alegría y el calor familiar es lo último que se pierde y que no cuesta derrochar.
«Pues en vez de gambas, comeremos huevos, lo importante es disfrutar de la familia», bromea Raquel Dacosta, orensana de 50 años, también en paro, desde el 1 de diciembre de 2010. «Antes hacíamos dieta después de las Fiestas; ahora toca hacerla durante la Navidad», añade para quitar hierro al asunto Fernando Subirats, de 51 años, que lleva un mes en paro después de un contrato de dos meses tras dos años de desempleo. «Con el amigo invisible, con 30 euros ¡quedas como un rey!», relata José Luis Pérez, valenciano, con 55 recién cumplidos, que tras agotar la prestación por desempleo, cobra la ayuda extraordinaria de 426 euros mensuales para desempleados que ya no tienen derecho a paro.
Ángel, Raquel, Fernando y José Luis son miembros de +45 Experience, un grupo de más de 500 hombres y mujeres parados mayores de 45 y de toda España que han unido sus fuerzas a través de Internet y distintas redes sociales. ¿Cuál es su mensaje? Denunciar la discriminación que sufren los 'seniors' en los procesos de selección de personal. El 26% de los casi cinco millones de parados que hay en España tienen más de 45 años —el porcentaje sube hasta el 39% si fijamos el corte a partir de los 40—. Y son el colectivo con más dificultades para reincorporarse al mercado laboral. «Antes la experiencia era un grado; pero ¡ahora es un obstáculo!», se queja José Luis. «El colmo es cuando te contestan que tu perfil profesional es tan alto, que no encaja. Mire, que estoy cobrando 426 euros… ¡Dígale a ese empresario que utilice mi experiencia!».
Ángel Calvo (54 años, Madrid), representante y portavoz del grupo, expone los prejuicios que habitualmente encuentran los veteranos al buscar empleo: «Se dice que no sabemos adaptarnos al mundo de las tecnologías, que no sabemos trabajar en equipo, que no nos hemos reciclado; que demandamos un salario y un estatus demasiado alto…». Y como los prejuicios se combaten con realidades, a ellos les sobran argumentos: «Yo he llegado a ofrecerme a devolver el dinero cobrado si no cumplo las expectativas durante el periodo de prueba, sin ningún tipo de resultado», cuenta Menéndez. «Yo estoy dispuesto a trabajar tres meses sin cobrar; cero respuestas», añade José Luis. «Yo también he rebajado mis aspiraciones económicas, pero nunca nadie me ha contestado», insiste Amparo Montero, de 44 años, la más joven del grupo.
«Cualquiera que haya trabajado en los últimos 20 años se ha tenido que reciclar a la fuerza para poder desarrollar su trabajo», añade Lina Zehny, de 50 años, casi un año en paro tras trabajar más de 30 en distintas embajadas y que, como los demás, denuncia amargamente el silencio que se recibe desde el otro lado: «Se ha perdido hasta la cortesía, ni siquiera te envían una carta de respuesta para decirte que en estos momentos no necesitan a nadie como tú».
«Cuando más fresca sentimos nuestra mente, cuando más pensamos que el mundo es dominable, cuando la madurez se convierte en un inteligente aliado, sentimos que corremos un claro riesgo de exclusión social», dice el manifiesto que ha firmado este colectivo a modo de carta de presentación. Y entre sus deseos navideños: que la sociedad, los empresarios, las consultoras y el próximo Gobierno tomen conciencia de cuántos años de talento y experiencia se están desperdiciando y que podrían invertirse en la búsqueda de soluciones: «La experiencia del 'senior' ofrece a una empresa posibilidades de crecer y, por tanto, de generar puestos de trabajo», argumenta Menéndez. Ahí queda eso.
De izda. a dcha., Raquel, José Luis, Ángel M., Amparo, Fernando y Ángel Calvo. | A. Heredia
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