Hace dos siglos murió en Parma (Italia) el jesuita José Pignatelli, canonizado por el papa Pio XII en 1954. Pignatelli fue escogido por Dios como 'puente entre dos compañías', la antigua, extinguida por Clemente XIV el año 1773, presionado por las cortes borbónicas, y la restablecida por Pio VII el año 1814.
Pocas personas conocen esta muerte y resurrección de la Compañía de Jesús. Pero fue un hecho. La extinguió Carlos III en España y en todos sus dominios el año 1767.
Por esta orden real, centenares de jesuitas de toda América se vieron forzados a dejar sus actividades apostólicas, como las célebres y benéficas "misiones del Paraguay", y la educación de la juventud en todas las colonias españolas. ¡Cuánto pueden la cobardía y la arbitrariedad de un gobernante enceguecido!
Como si fuera poco, las cortes borbónicas presionaron al papa Clemente XIV, para que la extinguiera en todo el mundo católico, como en efecto lo hizo por un Breve pontificio el año 1773. El Papa, vencido por el remordimiento, muere al año siguiente, convencido de que se había dejado manipular por los poderosos.
Ya para entonces José Pignatelli era sacerdote, y recibió, junto con su hermano Nicolás, también jesuita, el ruego de su hermano mayor Joaquín para que dejaran la Compañía, a lo cual contestó José: "Estoy resuelto a morir en la Compañía. Si otra vez me escribís, no me toquéis este punto de abandonar mi vocación. Os ruego que no hagáis diligencia alguna en Roma para conseguirme la facultad de pasar a otra orden, porque no lo haré jamás, aunque tuviese que perder mil veces mi vida".
Dios, en su Providencia, se valió de la emperatriz Catalina II la Grande, de Rusia, para conservar a los jesuitas, ya que enterada del Breve pontificio que suprimía a los jesuitas de todos sus dominios, dijo que ella no estaba sujeta a esta orden y que les pedía que pasaran a Rusia para que se encargaran de la educación de la juventud, pues, decía la emperatriz, "son los mejores educadores del mundo y los quiero en Rusia para educar a la juventud". Así fue como miles de jesuitas encontraron en Rusia la forma de conservar su vocación a la Compañía, y de serle fieles al Señor Jesús, que los había llamado a seguirlo en su Compañía.
Entre tanto, Pignatelli en Italia ponía todos los medios posibles para obtener del papa Pio VII, ya a principios del siglo XIX, apoyo para fundar colegios, como lo hizo con el de Parma, en donde fue nombrado Maestro de Novicios, y bien pronto, Provincial de los Jesuitas que reingresaban a la Compañía.
Acudió en ayuda del Papa cuando Napoleón, proclamándose señor de los Estados Pontificios, al verse fulminado por la excomunión, decidió llevárselo al destierro. Pignatelli hizo recoger el dinero que había en la casa y se lo ofreció al Papa.
El papa Pio VII, en 1814, expidió el Breve de restauración de la Compañía, y ésta, como el ave fénix, revivió de las cenizas y pudo volar de nuevo por los campos de Europa y de América.
Cuando el P. Janssens, General de los jesuitas, escribió a la Compañía universal con motivo de la canonización de san José Pignatelli, en 1954, destacó su heroica caridad pero, sobre todo, su fidelidad a la propia vocación y a su compromiso solemne y perpetuo adquirido con Dios y con la Compañía. Recordaba cómo estaban dando ejemplo semejante en el siglo XX los jesuitas de la Europa oriental. Encarcelados, se les ofrecía la libertad si dejaban la Compañía y se dedicaban simplemente a la cura de almas. Pero ellos escogieron serle fieles a Dios, en la Compañía. Es que hoy, como ayer, son también posibles y realizables los compromisos perpetuos.
Alfonso Llano Escobar, S.J.
cenalbe@javeriana.edu.co
CPAL
José Pignatelli, Santo
Restaurador de los Jesuitas
Santo español de la ilustre familia Pignatelli uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda.
Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.
Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.
Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.
La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’ Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.
No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.
En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.
Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad, sin confianza.
Catholic.net
No comments:
Post a Comment