Curas milagrosas, expulsiones de demonios, conversiones y profundización de la fe: son noticias que llegan desde una capilla en la cima de un cerro en la ciudad de Salta, al norte de Argentina, donde se dice que Nuestra Señora se le apareció a una mujer del lugar
GERARD O'CONNELLSALTA, ARGENTINA
Cientos, tal vez miles rosarios cuelgan de las ramas de los árboles que rodean la capilla en la cima de un cerro a las afueras de la ciudad de Salta, en el norte argentino. Son signos visibles de que algo extraordinario está ocurriendo en este lugar donde, según se afirma, Nuestra Señora se le aparece a un ama de casa local, María Livia de Obeid, y se comunica con ella.
«Curas milagrosas», «liberación de demonios que ni siquiera exorcistas habían podido expulsar», y otros acontecimientos sobrenaturales se han sucedido en las últimas décadas, según varias fuentes, incluido el padre Rene Laurentin, el experto mundial en apariciones marianas.
Jóvenes y ancianos, mujeres y hombres se desmayan y caen al suelo cuando María Livia apoya la mano sobre ellos durante las reuniones de oración de los sábados por la tarde en esta capilla de La Virgen del Cerro.
Santiago y Carolina, mellizos adolescentes, vinieron desde Buenos Aires con su hermano mayor, su madre y su padre, agente de viajes. Ambos se desmayaron y cayeron al piso cuando María Livia les puso la mano en los hombros. «Fue una sensación hermosa. Me sentí feliz. Olí rosas», me dijo Carolina (de 14 años).
Florencia S., una analista económica de 44 años, quedó inconsciente durante 20 minutos después de que María Livia la tocara. «Me sentí completamente liberada de todo, sin preocupaciones», confesó.
No todos tienen esta experiencia, sin embargo. Algunos, como Juan Manuel, el hermano mayor de los mellizos, sintió una resistencia interior y no se desmayó. «Sentí que esto no era para mí», comentó algo desconsolado más tarde.
Más de un millón de personas vienen aquí cada año para rezar con María Livia. Cada sábado, entre marzo y diciembre, entre 30 000 y 40 000 personas llegan a la capilla que ella construyó en el año 2000 a 300 metros de altura sobre el cerro, a diez minutos en auto desde Salta, bajo el pedido explícito de Nuestra Señora, dijo María Livia.
Los peregrinos llegan en auto, en minivans, en autobuses y en taxis, y son acompañados hasta la capilla por un cuerpo de 400 voluntarios marianos altamente disciplinados, que visten bufandas celestes y blusas blancas distintivas.
A diferencia de la zonas que circundan las capillas marianas de Lourdes y de Fátima, aquí no hay artículos de comercialización. No hay objetos religiosos en venta. Las imágenes sagradas, los rosarios, las estampitas y las botellas de agua son gratuitas, gracias a al reconocimiento de los devotos.
Muchos de los que vienen aquí padecen enfermedades físicas, o turbaciones del espíritu, algunos están de luto por la pérdida de un ser querido, o pertenecen a familias disfuncionales. Vienen aquí personas provenientes de todos los estratos de la sociedad argentina. Algunos quieren agradecer a Nuestra Señora por los favores recibidos, otros buscan ayuda especial. Muchos están buscando paz interior, esperanza, una dirección en la vida, y a Dios.
Rezan el rosario, escriben peticiones, cantan himnos mientras esperan durante horas a que María Livia llegue y les apoye las manos durante las reuniones del sábado. Muchos se confiesan, muchos otros experimentan la conversión espiritual o la profundización de su fe.
Noticias de acontecimientos extraordinarios sucedidos aquí se transmiten de boca en boca. Nuevos peregrinos llegan cada semana.
«Todo es muy positivo», le dijo al periódico local El Tribuno el sacerdote Laurentin (de 94 años) el 10 de diciembre, al finalizar su séptima visita.
En su primera visita hace varios años, el obispo local pidió reunirse con tres personas que fueran contrarias a todo esto: una personalidad importante en la archidiócesis, el capellán de las hermanas carmelitas en Salta, y una hermana de María Livia. Después de hablar con cada uno individualmente y luego con María Livia, Laurentin concluyó que «lo positivo» aquí «era muy superior» a las objeciones.
Laurentin no oculta su estima por María Livia (de 62 años), a quien, dice el sacerdote, la Virgen «ha formado desde adentro» a lo largo los 10 años anteriores al año 2000, y dejó aquí «un horror al pecado». Gracias a esta extraordinaria formación, ella tiene «una profunda vida mística, hace lo que Dios le pide. Es un simple instrumento, muy transparente, muy natural» e «irradia
paraíso y la luz de Dios», dijo el sacerdote.
Algunos, como Mercedes Recondo (de 43 años), compara la experiencia de Salta con la de Medjugorje. Ama de casa y madre, fue a Medjugorje tres veces y a Salta, cinco. Levó a su esposo, Enrico, y a tres hijos a ambos lugares, y ve grandes similitudes entre ellos: «la misma atmósfera pacífica, el respeto, la devoción, la misma clase de himnos de adoración».
«Pero, tal vez en Salta sentí todo esto con más fuerza», me dijo. «Me desmayé cuando María Livia me tocó. Esto nunca me había pasado en Medjugorje, a pesar de que estaba presente cuando uno de los videntes tuvo una visión.» «En Salta, sentí la paz de Cristo con más fuerza y, como dice María Livia, sentí que Cristo mismo abraza a cada peregrino. Esto es algo muy especial aquí en Salta, uno siente la presencia de Cristo», afirmó.
El padre Laurentin, quien ha estudiado más de 2500 apariciones marianas reportadas en todo el mundo, está de acuerdo. Afirma: «las apariciones en Salta son diferentes a las demás, porque lo que destaca en Salta es que Cristo está en el centro.
Aquí, la Virgen se dirige a Cristo y le implora que venga a convertir, a sanar, y a expulsar a los demonios. Es Cristo quien acompaña a María Livia cuando se mueve entre los peregrinos», dijo.
El centro de atención en Cristo también está contenido en el nombre con el que Nuestra Señora se le revela a María Livia: «La Inmaculada Madre del Corazón Eucarístico Divino de Jesús». Es un nombre tan complicado y tan difícil de pronunciar que los peregrinos simplemente la llaman La Virgen del Cerro.
En lo que se refiere al fenómeno de los desmayos, algunos observadores interpretan esto como telequinesis (es decir, la habilidad de mover cosas solo con el poder de la mente), pero Laurentin, que estudió esto en muchos lugares, lo llama «la gracia de la relajación física total».
«Las personas necesitan la relajación física, psicológica, porque en la relajación del espíritu, uno se abandona a Dios», agregó.
María Livia había estado casada veinte años cuando comenzó a recibir visiones y apariciones en 1990. Al principio, solo se lo dijo a su confesor, pero más tarde se lo confesó también a su marido y a su familia más cercana. No habló públicamente de esto hasta el año 2000 cuando, afirma, Nuestra Señora le dio instrucciones de construir una capilla en el cerro.
Entre 1990 y el 2000, se hizo amiga de las monjas carmelitas del monasterio de San Bernardo, en Salta, y les describió a la Virgen que ve en las apariciones: tiene el rostro de una niña de 14 años, la edad a la que Nuestra Señora concibió a Jesús, está arrodillada y viste un manto y un velo blancos. Las monjas hicieron una estatua basándose en su descripción, pero no pudieron pintar el color exacto de los ojos. Sin embargo, poco después de que completaran la obra, María Livia descubrió que los ojos de la Virgen habían sido pintados misteriosamente del color correcto: verde mar. Ella y las monjas interpretaron esto como algo «milagroso».
Más tarde, la estatua fue llevada a la pequeña capilla en el cerro, y desde entonces la gente ha venido desde todas partes para orar ante ella. Miles han dejado sus rosarios colgados de los árboles que rodean a la capilla, como una especie de oración permanente.
Cuando vine aquí el viernes 9 de diciembre por la tarde y participé de la celebración de oración de siete horas de fin de año, me impresionó la profunda fe y la devoción de la gente.
La celebración comenzó alrededor de un altar construido al pie del cerro. Incluyó oraciones, lecturas de las Escrituras, una misa de dos horas litúrgicamente muy ortodoxa, una procesión con el Santísimo Sacramento, el acercamiento de los enfermos y de los discapacitados para que pudieran tocar la estatua (que fue colocada, para la ocasión, en una carpa al lado del altar) y rezar ante ella.
La ceremonia terminó en una procesión de antorchas de una hora cuesta arriba del cerro bajo la luna llena, mientras miles acompañaban la estatua de la Virgen de vuelta a la capilla, recitando el rosario y cantando himnos. María Livia y un joven ayudaron al padre Laurentin a caminar hasta la cima.
La parte más impresionante y conmovedora de su servicio de oración fue la procesión con el Santísimo Sacramento a través de la multitud de 15 000 peregrinos que habían venido desde toda Argentina, Uruguay y otros países.
Mientras los sacerdotes, por turnos, llevaban el Santísimo Sacramento a través de la multitud, el coro y los peregrinos cantaban himnos. Y, en una atmósfera de profunda devoción, emoción y oración, hubo gente que cayó de rodillas y elevó las manos hacia el Santísimo Sacramento mientras pasaba, implorando a Jesús presente en la Eucaristía que la bendiga
Muchos levantaban fotografías de sus seres queridos; otros, rosarios y medallas, buscando la bendición de Cristo sobre ellos. Muchos, desbordados de emoción, estallaban en lágrimas. Los peregrinos se sentían consolados y fortalecidos en su fe.
Los obispos de Argentina no han hecho ninguna declaración pública sobre la Virgen de Salta ni sobre los acontecimientos en la capilla; le han encomendado la tarea de supervisar todo esto al arzobispo local, Maria Cargnello. En julio del 2006, después de tres años de estudios sobre los acontecimiento que se suceden allí, el arzobispo Cargnello declaró que «no había prueba ni testigos objetivos para sostener una explicación sobrenatural de las supuestas apariciones marianas».
Describió la invitación de María Livia de ir al cerro para orar y los mensajes dados allí como «una iniciativa personal» que «la Iglesia no puede apoyar ni promover». Significativamente, sin embargo, el arzobispo no prohibió que la gente fuera a la capilla de La Virgen del Cerro. De hecho, este año dio permiso incluso para la celebración de la misa en la ceremonia de cierre del año peregrino, y el padre Laurentin dijo que consideraba esto «como un progreso hacia el reconocimiento oficial de la Iglesia de este evento».
Al ser interrogado sobre si la Iglesia podría reconocer pronto las apariciones de Salta, el padre Laurentin respondió «No lo sabemos». Tiene una lista de 2500 apariciones en todo el mundo, pero solo 14 se han ganado tal reconocimiento hasta el momento. Reconocida o no oficialmente, algo es cierto: la fe está mucho más viva allí.
Vatican Insider
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