El 21 de diciembre, en La Española, hoy República Dominicana, hace quinientos pronuncio fray Antonio Montesinos lanzó el famoso Sermón denunciando los atropellos de los colonizadores contra los indígenas indefensos. Aquella denuncia y otras similares en distintas regiones de las Indias fueron primer grito de una Iglesia que, de modo especial en el siglo XX , rejuveneció en América Latina y puede ser luz para todas las comunidades cristianas del mundo. El tema bien merece una reflexión en esta fecha.
A favor o en contra ¿quién no ha oído hablar de “la teología de la liberación”? Fue un movimiento muy significativo a mediados del siglo pasado en América Latina sobre todo a partir del Vaticano II. Punto de partida fue la realidad: mayorías empobrecidas cuya exclusión ya era humanamente intolerable y levantaban su voz para salir de una situación inhumana.
Una sensibilidad cristiana que vive la experiencia de Dios compasivo revelado en la conducta histórica de Jesucristo, no puede quedar impasible ante ese justo clamor, y lógicamente la Iglesia se puso al lado de los pobres. Y la Iglesia no fueron sólo teólogos con su reflexión; ni fueron sólo comunidades cristianas llamadas de base que nacían, gracias al Espíritu, en el pueblo sencillo y pobres. Fueron también los obispos en las Conferencias Generales. Desde la celebrada en Medellín 1968 hasta la celebrada en Aparecida 2007 los obispos se han mantenido fieles a la opción preferencial por los pobres.
Es verdad que las Curias Romanas han mantenido sus reservas sobre este movimiento. Pero también es verdad que dicho movimiento del pueblo pobre, procesado en la reflexión teológica, fue acogido las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, viene siendo animado por las intervenciones por los tres últimos papas. ¿Cómo no ver esta acogida en la encíclica “Sobre la preocupación social” 1987? Hay muchas corrientes en este movimiento teológico, y no es justo hablar sin más, ni para bien ni para mal, de la teología de la liberación. Pero al menos una línea que conozco un poco, me parece muy evangélica y científicamente seria.
Sólo a modo de ejemplo, hay nombres como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino y otros a quienes debemos una reflexión teológica que ha sido ya escuchada parcialmente y que puede ser muy saludable para la teología europea. Esa teología de algún modo ha recibido aval en las Conferencias Generales del CELAM, que han ido concretando la invitación del Vaticano II a leer los signos de los tiempos y discernir en ellos los signos del Espíritu.
Tenemos buena base para concluir que la Iglesia en A.L tiene ya una tradición. Montesinos, Bartolomé de Las Casas y otros profetas fueron sus primeros Padres. Pero esa tradición es viva y se ha renovado en otros como los obispos Helder Cámara, Evaristo Arns, Leónidas Proaño, Samuel Ruiz, Mons Romero, Méndez Arceo, Jesús Calderón, Silva Henriquez, Gerardi, Pedro Casaldáliga, Tomás Balduino, Raúl Vera, Julio Cabrera, Ramazzini...
Esa tradición ha sido y sigue siendo una gracia para toda la Iglesia que debemos celebrar con gratitud cuando recordamos el Sermón de Montesinos.
Jesús Espeja
La Iglesia se hace diálogo
RD
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