En La Habana, en la Plaza de la Revolución y ante 400 mil fieles, el Papa subraya: «Queridos amigos, no vacilen en seguir a Jesucristo»
GIACOMO GALEAZZILA HABANA
«Queridos amigos, no vacilen en seguir a Jesucristo [...]Cuba y el mundo necesitan cambios», subraya con fuerza Benedicto XVI en la Plaza de la Revolución de La Habana, escenario tradicional de lúgubresdesfiles armados de corte soviético. Hoy, en cambio, parece una Jornada Mundial de la Juventud, una JMJ caribeña marcada por los cantos religiosos y por los muchachos de las parroquias que llevan guitarras en lugar de fusiles. Los cambios, insiste el Papa, «darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad». Con una exhortación que parece un manifiesto para la Cuba del mañana: solo Cristo « puede destruir la tiniebla del error», dijo Benedicto XVI e invitó a que los cubanos sean«testigos de la caridad, que responde al mal con el bien (cf. Rm 12,21), ofreciéndonos como hostia viva a quien amorosamente se entregó por nosotros».
Muchísima gente se puso en marcha desde la madrugada, de todos los puntos de la isla, para dirigirse en procesión, rezando, a la catedral de La Habana vieja y después a la Plaza de la Revolución. Son los verdaderos fieles cubanos, no los que han llegado en autobuses del régimen a cambio de dos días libres en el trabajo. Es para ellos que el Pontífice, en la misa conclusiva de su intensa misión latinoamericana, volvió a extender la bendición del Libro de Daniel para animar a todos los que quieren «cimentar en el amor y la verdad el camino de la fe». El Papa celebra en una plaza que define como emblemática, en el corazón mismo del Año Jubilar dedicado a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre. Comienza trazando el “retrato” del mártir, ante las autoridades civiles que desde hace más de medio siglo persiguen a la Iglesia local y niegan a Dios (hasta la visita de Wojtyla en 1998, por ejemplo, la Navidad estaba prohibida). El Pontífice pastor y teólogo saca de las Sagradas Escrituras el ejemplo de los « tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe». Una advertencia para la dictadura que ha transformado la “isla bonita” en un lugar de sistemática negación de los derechos civiles y de la libertad religiosa. Sin embargo, los heroicos fieles de la “Iglesia del silencio” caribeña, no deben temer. Dios, «Señor del cosmos y la historia, no los abandonaría a la muerte y a la nada. En efecto, Dios nunca abandona a sus hijos, nunca los olvida», asegura Ratzinger, porque « Él está por encima de nosotros y es capaz de salvarnos con su poder. Al mismo tiempo, es cercano a su pueblo y, por su Hijo Jesucristo, ha deseado poner su morada entre nosotros».
A todos los cubanos perseguidos y obligados durante 50 años a vivir bajo la superficie por un régimen ateo, el Papa exhorta a «creer, a mantener la Palabra, para conocer la verdad que redime y dignifica». Por ello, el Pontífice advierte con respecto al escepticismo y al relativismo que «fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos». En ninguna época de ninguna latitud, los discípulos de Jesús deben ser «Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse». Y, a todos los que acusan a los devotos de fanatismo, el Papa teólogo y pastor responde que «quien actúa irracionalmente no puede llegar a ser discípulo de Jesús». Por ello, la fe cristiana no se promueve con la irracionalidad, sino con el ansia de la verdad. «Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón».
El grito de libertad del Papa desgarra la costra del conformismo de una dictadura que está llegando a su epílogo, aunque todavía sea bastante hostil con cualquier manifestación de disidencia u oposición. « la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad», advierte Joseph Ratzinger, que después anima a todos los cubanos a descubrir «los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano», que es un « patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él». Y en este punto, Benedicto XVI lanza un fuerte mensaje para «vencer lo que nos oprime». El derecho a la libertad religiosa («tanto en su dimensión individual como comunitaria») manifiesta la unidad de la persona humana que es, al mismo tiempo, ciudadano y creyente. «Cuando la Iglesia –explica Benedicto XVI– pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia».
Vatican Insider
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