El Papa llega a la isla caribeña y reconoce el esfuerzo que ha hecho el gobierno para «renovar y ensanchar sus horizontes».
GIACOMO GALEAZZISANTIAGO DE CUBA
Después de medio siglo de dictadura, Benedicto XVI reconoce el esfuerzo para «renovar y ensanchar sus horizontes». A todo ello «cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando» la identidad más geninua de Cuba. Esos valores, subrayó Joseph Ratzinger, «se encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el Beato José Olallo y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí». En Cuba, el futuro ha ya comenzado. El Papa ofrece al gobierno colaboración para llevar a cabo el cambio. Es decir, una reedición caribeña de la “ospolitik” que cambió la historia del siglo XX, cuando cayó pacíficamente el Muro de Berlín. El afecto de los fieles cubanos reanuda los hilos de la memoria y hace que Benedicto XVI cite la triunfal visita de su predecesor. Esas jornadas luminosas que pasó Wojtyla en Cuba siguen presentes en los recuerdos de los católicos cubanos, pero también, como una advertimiento, en la memoria de las autoridades políticas. Han pasado 14 años, el Vaticano ha subrayado en muchas ocasiones su rechazo del bloqueo, pero todavía hoy, los obispos de la isla tienen prohibido cualquier perfil público.
El momento más significativo fue la misa que ofició el Pontífice en la enorme Plaza de la Revolución ante una multitud imponente y conmovida. Nadie podía permanecer indiferente ante los aplausos que interrumpieron la homilía sobre la libertad, la paz y la verdad del Papa polaco. Wojtyla encontraría la fuerza para indignarse, gritar, sacudir las hojas del discurso. «El Papa abraza con el corazón y con su palabra de ánimo a todos los que sufren la injusticia». Fidel Castro estaba sentado en primera fila al lado de Gabriel García Márquez. El “Comandante” no había asistido a Misa en 53 años. La fe encuentra dificultades para salir de las sacristías, a pesar del heroico y cotidiano testimonio de los sacerdotes cubanos que Benedicto XVI agradeció con un tono que retoma los que usó durante el siglo pasado para hablar con los sacerdotes de la europa comunista.
Después de tres días muy intensos en México, Benedicto XVI llegó a Cuba en donde le esperan algunos encuentros importantes: con Raúl Castro (y muy probablemente con su hermano Fidel), tal vez con el líder venezolano Hugo Chávez, que se encuentra recibiendo atención médica en La Habana. El Pontífice reconoce a la Iglesia cubana su «generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos». Además, son también muy importantes para Benedicto XVI todos los que«los que se sienten desfavorecidos, los marginados y cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu»; por todos ellos, subraya, su intención no es la de una emprender“cruzada contrarevolucionaria”, sino predicar «solidaridad y concordia».
Vatican Insidert
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