Friday, March 23, 2012

Benedicto XVI en México, el peregrino de la paz llega a renovar la fe

"A una Iglesia herida por los escándalos y la desilusión"


"Benedicto XVI no es partidario

del espectáculo mediático"


Guillermo Gazanini Espinoza / CACM. Tepatitlán de Morelos. 22 de marzo.- Una larga espera llega a su fin. La última vez que un Pontífice Romano estuvo en México fue en julio de 2002, cuando Juan Pablo II canonizó al indio Juan Diego y beatificó a los mártires cajonos de Oaxaca. Las palabras del “Papa mexicano”, con voz temblorosa y fuerte, levantaron el ánimo de todos los mexicanos que lo vitorearon al unísono: “Al disponerme a dejar esta tierra bendita me sale de muy dentro lo que dice la canción popular en lengua española: "Me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento, pues, aunque me voy, de corazón me quedo". ¡México, México, México lindo, que Dios te bendiga!”.

Diez años después, México vuelve a recibir al vicario de Cristo. Líder espiritual de más de 92 millones de mexicanos bautizados en la fe católica, llegará a un país con un ánimo difícil y rijoso por las luchas del poder y el inminente inicio de las campañas electorales para elegir al próximo presidente del sexenio 2012-2018. El Papa no ha sido agradable a todos. En el debate legislativo, los representantes populares de la izquierda desdeñan la visita y la califican de injerencista y proselitista. Mientras el Santo Padre se encuentra en México, en el teatro político se incita al debate para anclar a México con el nombre de república laica, tolerante y promovente de los antivalores que empujan al país al abismo de la cultura de la muerte queriendo ver un estado de cosas similar a la de principios del siglo XX y dejar intocable el laicismo decimonónico.

Benedicto XVI, para los defensores del estado laicista, provoca molestias, incomodidad, prurito, rechazo; genera rumores, falsedades y difamaciones; para otros, es oportunidad para jalar agua a su molino, colgarse de la sotana papal y salir en la foto y atraer simpatizantes; para la mayoría, la presencia del obispo de Roma es de esperanza para renovar una fe que parece ir a la baja gracias al relativismo, la indiferencia, la proliferación de nuevos movimientos religiosos y, tal vez lo peor, a la pasividad de la Iglesia herida por los escándalos y la desilusión. Benedicto XVI no es partidario del espectáculo mediático; no necesita demostrar un poder falso del catolicismo ahora cuestionado e interpelado. La Iglesia católica mexicana se ha distinguido por su opción por los necesitados y la denuncia cuando la persona se ha visto comprometida en su dignidad, pero también por estrechar desafortunadas relaciones con los poderosos de este mundo por encima de los valores del Evangelio.

Cuando los apóstoles viajaban a las comunidades de la antigüedad, se dirigían a los cristianos para confortar, animar y testimoniar; esa actividad misionera, en muchas ocasiones, era pagada con un precio alto, el martirio. Con las debidas dimensiones, el obispo de Roma confirmará en la fe a esta Iglesia mexicana y pondrá su esperanza en Latinoamérica, punta de lanza en la evangelización. Particularmente, y esa es mi opinión, el mensaje del Santo Padre generará inquietud y expectación. No habrá grandes formas ni discursos grandilocuentes, pero sí traerá el peso de la Palabra que remitirá a lo escrito en las Cartas apostólicas: la esencia del cristianismo, la fe en el crucificado que es escándalo para los judíos y locura para los gentiles (1Cor 1, 23).

Bienvenido Benedicto XVI, tu es Petrus et super hanc Petram aedificabo ecclesiam meam et portae inferi non praevalebunt adversus eam (Mt 16, 18)

Sursum Corda

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