La líder del movimiento “Damas de Blanco” en Cuba, Berta Soler, habla sobre la situación actual en su país y sobre lo que el movimiento espera de la visita del papa Benedicto XVI entre el 26 y el 28 de marzo
GERARD O'CONNELLLA HABANA
«Queremos tan solo un minuto con el Papa durante su visita aquí», me dijo Berta Soler, líder de Damas de Blanco, movimiento por los derechos humanos en esta isla del Caribe, el 22 de marzo, en la víspera de la visita de tres días de Benedicto XVI.
«Un minuto es suficiente. Sabemos que tiene una agenda muy ocupada, por lo que en un minuto queremos hablarle sobre la realidad del pueblo cubano, porque aquí no hay respeto por los derechos humanos. Incluso las mujeres son maltratadas y atacadas cuando van a misa. Podemos contarle todo esto en un minuto», dijo.
Las mujeres ya han comunicado su solicitud al cardenal Jaime Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, y al nuncio apostólico en Cuba, arzobispo Bruno Musaro, comentó Berta Soler cuando nos encontramos en el centro de La Habana. El grupo también le entregó al nuncio un CD con información sobre la situación de los derechos humanos, esperando que se lo haga llegar al Papa.
A la fecha, sin embargo, las mujeres no han recibido respuesta a su pedido. Berta Soler se reunió con el cardenal varias veces; pero, desde diciembre del 2011, después de que se anunciara la visita papal, el cardenal no ha respondido a su pedido de una nueva reunión. Por otra parte, es claro que las autoridades cubanas no quieren que las mujeres se reúnan con el Papa, y las ven como agentes de fuerzas imperialistas.
«Buscan desacreditarnos, y la seguridad cubana nos advirtió que no causemos problemas en la visita papal», dijo Berta Soler. La líder piensa incluso que la seguridad les impedirá a ella y a sus compañeras en todo el país asistir a las misas papales en Santiago de Cuba (26 de marzo) y en La Habana (28 de marzo). «Pero es nuestro derecho asistir a las misas del Papa», insistió.
Por otra parte, alterar la visita del papa Benedicto está lejos de figurar en la agenda de este grupo. Por el contrario, dijo Soler, «damos la bienvenida a su visita».
«Aguardamos con esperanza (su llegada). Necesitamos esperanza, paz y libertad en Cuba. Necesitamos apoyo espiritual», dijo. «Cuando vino Juan Pablo II, pidió el levantamiento del embargo y la libertad, y el pueblo cantó “libertad, libertad”». La líder espera que también Benedicto XVI «pida las mismas cosas, y el respeto de los derechos humanos y la paz» en alguno de sus discursos.
«Necesitamos libertad; pero, antes que nada, necesitamos el respeto de los derechos humanos en Cuba», afirmó. Eso es algo que falta, mientras que, últimamente, la represión ha aumentado. A Soler le complace que Amnistía Internacional haya dicho recientemente que «en Cuba no hay respeto por los derechos humanos». En cuanto a la libertad, dijo que «depende de nosotros, los cubanos, no del Papa».
Esta valiente mujer me dijo que nunca había actuado en el terreno de los derechos humanos ni de la política hasta que su marido fue arrestado junto con otros activistas de derechos humanos —75 en total— en el 2003. En ese momento, ella trabajaba como técnica en el campo de la microbiología y le gustaba su trabajo, pero cuando su marido fue arrestado, dejó ese trabajo para hacer campaña por la liberación de todos los detenidos. «Lo hice por amor, por amor a mi familia, por amor a mi país», afirmó.
Ella y las demás mujeres están comprometidas con la protesta pacífica y con el rechazo a la violencia como medio para alcanzar su objetivo. En el 2003, el movimiento inició la tradición de ir a misa todos los sábados antes de marchar por las calles de La Habana para promover su causa. «No somos partidarias de la revolución. No utilizamos la violencia. Marchamos pacíficamente por las calles. Nuestras armas son nuestros vestidos blancos y los gladiolos, que representan a la familia», explicó.
Estas mujeres se visten de blanco «porque es un símbolo de pureza», dijo Soler, y eligen la iglesia de Santa Rita «porque es la abogada de las causas imposibles»; el sacerdote de la parroquia del lugar las apoya plenamente.
Soler no estuvo de acuerdo con la ocupación de una iglesia en La Habana la semana pasada por parte de miembros de un grupo disidente, «porque ocuparon la iglesia por una motivación política».
Pero tampoco estuvo de acuerdo con el cardenal Ortega, que llamó a la policía para desalojar de la iglesia a los disidentes; sintió que el cardenal tenía otras opciones. Podría, por ejemplo, haber resuelto la situación orando con aquellos que ocupaban la iglesia y ofreciéndoles llevar un mensaje escrito de parte del grupo al Papa.
Por otro lado, reconoce que el cardenal Ortega hizo una importante contribución en el 2010, cuando tomó la iniciativa de hablar con el presidente Raúl Castro, quien, a diferencia de su hermano Fidel, «lo escuchó y fue receptivo»; el resultado de esta inciativa fue la liberación de varios prisioneros. Sin embargo, Soler considera que, en los últimos tiempos, el cardenal se ha «mantenido demasiado en silencio». Cree que, si hubiera hablado y hubiera pedido el respeto de los derechos humanos, el presidente tal vez lo hubiera escuchado y la situación podría haber mejorado.
Esta valiente mujer de 48 años, que lleva una medalla de la Virgen de la Caridad del Cobre colgada en el cuello, fue detenida durante diez horas la semana pasada, con decenas de otras mujeres, detención que tuvo como fin impedirles que marcharan por los derechos humanos. No tiene miedo de hablar, pero reconoce que muchos cubanos sí lo tienen.
Desde la histórica visita de Juan Pablo II en 1998, dice que la situación general se ha deteriorado, si bien la Iglesia ha obtenido cierta libertad. «El papa Benedicto verá una Cuba que ha sido destruida, que se ha debilitado económica, política y socialmente desde 1998; hay mucho más malestar entre la gente porque hay más pobreza, más hambre, más robos, más delincuencia», dijo.
Si bien ha habido una cierta apertura en el sector económico, no se puede decir lo mismo en el terreno de los derechos humanos, afirmó. Soler espera que, además de pedir el levantamiento del embargo de 50 años de Estados Unidos y la libertad, el papa Benedicto también subraye la necesidad de respetar los derechos humanos de los once millones de personas de esta isla, el 70 % de los cuales son católicos bautizados.
Berta Soler aún abriga una pequeña esperanza de que ella y otras Damas de Blanco obtengan «un minuto» con el papa Benedicto. Si esto no sucede, dijo, «nos sentiremos decepcionadas, pero mantendremos de todos modos nuestra fe, no abandonaremos ni a Cristo ni a Dios, seguiremos yendo a la iglesia y trabajando por los derechos humanos».
Vatican Insider
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