Las dudas de los disidentes Sánchez y Rocha: «la represión es cada vez más dura»
PAOLO MASTROLILLINUEVA YORK
Por una parte, las esperanzas de los fieles católicos, casi la mitad de los once millones de cubanos que, después de la visita de Juan Pablo II en 1998 obtuvieron por lo menos el derecho de profesar su credo. Por otra, la desilusión de la gente común y la rabia de los disidentes, que se sienten cada vez más perseguidos y lejos de las reformas económicas y democráticas que necesita desesperadamente la isla. Con estos sentimientos encontrados, Cuba acogió ayer a Bendicto XVI.
«El entusiasmo –explica por teléfono el disidente Elizardo Sánchez– es menor con respecto al viaje de Juan Pablo II. No se trata solo de un problema de personalidades diferentes, sino de expectativas. La Iglesia ha obtenido ventajas, de 1998 a hoy, pero son pocos los que todavía piensan que la visita de un Papa puede llevar al cambio verdaderamente en la isla. La gente está más desesperada».
Las ventajas de las que habla Sánchez son una mayor libertad para manifestar la fe y participar en las celebraciones. El régimen consintió la apertura de un seminario y de algunos centros para adultos, auqnue las escuelas católicas para los niños siguen estando prohibidas. La Iglesia ha sustituido al gobierno para ayudar a la población, después de que la crisis redujera la de por sí pobre asistencia pública, y esto ha permitido que el cardenal de La Habana, Jaime Ortega, haya reforzado su relación con el nuevo líder Raúl, que, como su hermano Fidel cuando era chico, frecuentó el “Colegio de Dolores” de los jesuitas de Santiago. Amnesty International reconoció que entre 2010 y 2011 Ortega convenció a Raúl a que liberara alrededor de 120 presos políticos, aunque después le hayan criticado por haber aceptado que muchos de ellos acabaran exiliados. Resultados importantes, para los que ven el vaso medio lleno en un país que ha permanecido inmóvil durante 50 años; poca cosa, en cambio, para los que esperaban que Juan Pablo II echara a andar un proceso semejante al que permitió el cambio en Polonia.
«Ahora –continúa Sánchez– la represión en contra de los disidentes es cada vez más dura. El país tiene una conducción bicéfala, y la estrategia de los hermanos Castro consiste en permanecer anclados en el poder. Hace algunos días nombraron vicepresidente del Consejo de los ministros a Miguel Díaz Canel, de cincuenta años, y que parece ser la estrella naciente del régimen, pero no se habla de una verdadera transición». Según Vladimiro Rocha, hijo del fundador del Partido Comunista cubano, «no es posible planificar la sucesión por un motivo muy simple: detrás de los hermanos Castro no hay una generación joven que quiere perpetuar su modelo que ha fracasado. Al mismo tiempo, no existen las condiciones para una “primavera árabe” entre nosotros, porque tenemos una cultura diferente y los muchachos no tienen la fuerza para derribar al régimen totalitario manifestándose en las calles».
Las reformas económicas de Raúl han permitido que haya elementos básicos para la propiedad privada, desde las casas hasta los automóviles, pasando por la creación de pequeñas actividades: «Las ha echado a andar –explica Rocha– porque la situación es desesperada, pero no se trata de las empresas que necesitaríamos para crecer». Todavía hay factores externos que dominan la economía cubana. Por una parte, la ayuda del líder venezolano, Hugo Chávez (90.000 barriles de petróleo al día como regalo, que permiten que el régimen sobreviva).
Pero Chávez está enfermo, y se encuentra justamente en Cuba para someterse a cuidados médicos, y su destino es incierto. Por otra parte, el bloqueo estadounidense continúa, a pesar de que como resultado haya reforzado a Castro. Obama redujo un poco las limitaciones en las relaciones entre personas, y las empresas agrícolas estadounidenses exportan productos alimenticios por casi 700 millones de dólares al año. Mucho más no se puede hacer, sobre todo en un año electoral como este, para no regalar a los republicanos Florida, en donde todavía pesa la influencia de los exiliados cubanos. Un “limbo” que, según Sánchez, no puede desenredar ni siquiera un milagro: «Sería hermoso que Fidel se convirtiera. Pero es imposible, porque él se cree Dios».
Vatican insider
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