Sunday, March 25, 2012

Comentario de la 1a. y 2a. lectura por José Enrique Galarreta sj


LECTURAS

Domingo 5º de CUARESMA



JEREMÍAS 31, 31-34

He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos -oráculo de Yahveh-; sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahveh-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande -oráculo de Yahveh- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.


Jeremías es el Profeta que nos resulta más cercano. Vive seiscientos años antes de Cristo. Son los años más difíciles de Israel. Decadencia, conmoción general del mundo por la caída de Nínive en poder de los caldeos, asedio y destrucción de Jerusalén, destierro del pueblo. Jeremías pasa estos años enseñando, predicando, prediciendo el desastre... y mal visto por todos, rechazado, acusado de minar la moral del pueblo, encarcelado. Se queda en Jerusalén tras el destierro y acaba sus días exiliado en Egipto.

Pero todos estos sufrimientos purifican inmensamente su fe. Es el que mejor formula la doctrina de "La Alianza Nueva", "La Religión del Corazón". Esto le ha constituido en padre espiritual del judaísmo más puro, de lo que se ha llamado "el resto de Israel".

El texto de hoy es una buena muestra de esta religión purificada, de este culto a Dios que reside en el corazón del hombre. Es el anuncio del Nuevo Pueblo, formado por Hijos, que conocen a Dios y no viven en el pecado-justicia, sino en el perdón, en el conocimiento del Padre.


HEBREOS 5, 7-9

Cristo, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Es uno de los documentos más profundos y ricos del Nuevo Testamento. Atribuida a veces a Pablo, hoy parece más probable, por su estilo y su teología, que no sea de él, aunque sí de su entorno. Utiliza brillantemente todo el Antiguo Testamento aplicándole sus conceptos y sus imágenes, como plenitud, cumplimiento y superación de todo lo anterior.

El fragmento que leemos está inscrito en otro más amplio que le da sentido. Comienza así:

"Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna...

El texto presenta pues a Jesús partiendo de las imágenes, costumbres, etc., del Antiguo Testamento. Aquí se le compara con el Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalén, y se hace precisamente para subrayar la diferencia. Es un Sumo Sacerdote que no "ofrece por los pecados de los demás" sino que lleva sobre sí nuestros pecados.

Se habla pues de Cristo hombre, elegido Sacerdote. Es una profunda teología de la Encarnación. Este hombre elegido Sacerdote, declarado Hijo, es la obra de Salvación de Dios. Es aceptado por Dios porque acepta su voluntad. Dios no le ha librado del dolor y de la muerte: ha sido sometido a todo eso. Dios le ha escuchado no librándole de sufrir las consecuencias del mal y del pecado, sino haciéndole triunfar de todo eso, para Él mismo y para todos.

Es, como vemos, una teología profunda y por tanto difícil, pero conocemos bien esta línea de la revelación: Jesús, Dios con nosotros. Dios compartiendo el mal del hombre, porque nos quiere, y triunfando de él.


José Enrique Galarreta, S.J.

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