Sunday, March 18, 2012

Comentario de la 1a. y 2a. lectura por José Enrique Galarreta sj


Domingo 4º de CUARESMA


II CRÓNICAS 36, 14-23


Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén.

Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.

Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos. Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino de los persas; para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías:

«Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»

En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:

«Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»


Los libros llamados "históricos" del A.T. forman dos grupos. El primero (Josué - Jueces -Ruth - Samuel - Reyes) narran la ocupación por los israelitas del país de Canaán. El segundo grupo lo forman los dos libros de las Crónicas y los libros de Esdras y Nehemías.

Los dos libros de las Crónicas, que en principio formaban sólo uno, se llamaban antes "Paralipómenos", es decir, "las cosas omitidas". Se trata pues de complementar lo narrado en libros anteriores. Es un libro escrito después del destierro de Babilonia, en un ambiente de intensa piedad, de conversión del Pueblo a Dios, viviendo en torno al Templo, como símbolo de la unión con Dios y de su presencia.

Escrito en el siglo III a.C. su intención es plenamente "sapiencial": cuenta la Historia para recordar a Israel que su vida depende de la fidelidad a Dios, expresada en el culto, realizado de corazón. Es un libro muy influyente en la época. Incluso se puede decir que la religiosidad de los judíos piadosos contemporáneos de Jesús se inspiraba fuertemente en este libro.

El fragmento que hoy leemos narra el Destierro, como castigo de Dios por la infidelidad, y el regreso del cautiverio por obra del decreto de Ciro, Rey de los Persas, conquistador de Babilonia. En este fragmento se presenta una argumentación típica: la infidelidad del pueblo, incluidos los sacerdotes; la paciencia de Dios, hasta un límite; los avisos de Dios; el castigo; la misericordia de Dios; la restauración por medio de un salvador. Se nos muestra, pues, unos aspectos importantes de la fe de Israel:

- La Historia hay que leerla como "Historia de Salvación", historia de las relaciones del hombre con Dios.

- Dios castiga el mal a su pesar, porque ama al pueblo, y está siempre dispuesto al perdón.

Desde Jesús, vemos la insuficiencia de esta concepción de Dios, bien encaminada pero aún lejana a la plena revelación de "Dios con nosotros Salvador". Vemos también que la figura del salvador, en este caso el Rey Persa Ciro, es una prefiguración de Jesús, El Salvador.



EFESIOS 2 , 4-10

Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo -por gracia habéis sido salvados- y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Pues habéis sido salvados por gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos.

Este fragmento es como un himno, que celebra el amor gratuito y abundante de Dios como fuente de todo. Es, además, un texto sobre el que se ha asentado en buena parte varias largas controversias: "la justificación". ¿Justifica ante Dios la fe o las obras? Esta fue una de las más serias divergencias de Lutero con la doctrina entonces considerada como más ortodoxa.

Más tarde, este tema enfrentó a diversas tendencias en la misma Iglesia católica, en la famosa controversia "De auxiliis": si todo es obra de la gracia, ¿en qué consiste nuestra libertad? Pero no es tema nuestro.

Fue un intento, admirable intento, de entrar a fondo en el enigma de cómo se relacionan la libertad de Dios Todopoderoso y Salvador con nuestra libertad. De aquel intento sacamos ante todo la lección de que nuestra mente es capaz de hacer muchas preguntas, pero no de encontrar todas las respuestas. La pena es que por estas discusiones se rompió la unidad de la iglesia...

Y sin embargo, el mensaje de Pablo es más importante: Creados por el amor de Dios, para conocer a Dios, por Jesucristo; creados para hacer buenas obras. Esto es más importante que las otras disquisiciones teológicas. Y Pablo insiste, no en que seremos salvados, sino en que estamos salvados, estamos resucitados, estamos sentados a la diestra del Padre. No es simplemente una promesa de futuro: eso será "la manifestación de lo que somos ya". No es que resucitaremos y seremos hijos: es que nuestra vida ha sido resucitada porque en Jesús hemos cobrado conciencia de Hijos. Lo que pasará después será que se manifestará plenamente lo que ahora está aún oculto, sin acabar de dar a luz.

Leído desde Juan y desde Pablo, todo el Antiguo Testamento adquiere una coherencia magnífica. Por esto, entre otras cosas, no vemos en la Biblia solamente un espléndido libro de Sabiduría humana, sino que adivinamos en él, aun en medio de sus muchas provisionalidades y tanteos, la presencia del Espíritu de Dios Creador-Salvador. Por eso hablamos de Palabra de Dios.



José Enrique Galarreta, S.J.
Fe Adulta

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