Wednesday, January 02, 2013

El sueño de un jesuita mayor


John Surette, SJ


“Vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.” (Joel 3,1)
Soy jesuita desde hace más de cincuenta y cinco años y acabo de cumplir los setenta y  ocho.  Con motivo de mi cumpleaños me gustaría compartir con vosotros mi sueño sobre la Compañía en esta primera mitad del siglo XXI.
Mi sueño comienza con una historia de la edad media en Europa.   Es una historia sobre tres tipos de hombre. Había tres hombres que cargaba con piedras a una construcción.  Al primero le preguntaron que qué hacía él replicó que estaba cargando piedras.  El segundo cuando hicieron la misma pregunta, contestó que estaba trabajando para mantener a su familia.  El tercero cuando le hicieron la pregunta respondió en que estaba construyendo una catedral.
En mi sueño yo me hago la misma pregunta.  ¿Qué catedral vamos a construir los jesuitas en este sitio?  Como el segundo hombre de la historia, muchos de nosotros estamos ocupados enseñando, nuestro trabajo pastoral, con nuestros apostolados sociales o de ejercicios, y así en muchas otras buenas tareas pero en el fondo ¿pero cuál es realmente nuestra Gran Tarea como Compañía este siglo?  Mi sueño quiere responder a esta cuestión.
Veo nuestra Gran Tarea como nuestro discernimiento sobre el “bien más universal” y nuestra atención puesta en el “bien mayor.”  También lo veo como nuestro movimiento hacia “las fronteras…esos lugares geográficos y espirituales donde otros no llegan o encuentran difícil alcanzar” que el P. General Nicolás menciona en su reciente mensaje sobre el estado de la Compañía.
Mi sueño también contiene una lectura de los signos de los tiempos, esos movimientos profundos del mundo y en el espíritu de las personas al comienzo de este siglo.  Lo que destaca entre los signos es la creciente toma de conciencia de que diversidad de la vida en la Tierra está sufriendo cada vez más presión y se reduce.  Los bosques disminuyen, los acuíferos se secan, el suelo se erosiona, las pesquerías se extinguen, ríos que se secan, glaciares y capas de hielo se derriten, los arrecifes de corales se destruyen, los océanos se acidifican, la atmósfera se calienta, especies animales y vegetales desaparecen cada vez más deprisa, y cada vez más crías de especies nacen enfermas.  En todo esto, y mucho más, estamos llegando a los límites de lo que la vida en la Tierra puede resistir… nos aproximamos al fin.
Somos la primera generación de seres humanos consciente de que es posible ese fin.  Ningún ser humano pudo imaginarse algo así anteriormente.  Los grandes maestros del pasado no hablaron sobre ello.  No hay mención de ello en nuestros textos sagrados y en las tradiciones.  Nuestro pasado evolutivo no nos ha preparado para afrontar esto.
En mi sueño temo que más adelante en este siglo los hijos y los nietos se encontrarán viviendo en una comunidad de vida con la Tierra que tendrá un complicado futuro, un futuro en el cual será cada vez más difícil vivir con esperanza, encontrar sentido y disfrutar de la belleza.
Lo que le está sucediendo a la Tierra pertenece a un orden de magnitud que está más allá de cualquier otro al que nosotros los jesuitas hayamos puesto nuestras energías apostólicas en el pasado.  Es de una magnitud mayor que cualquier asunto de justicia social de nuestros días.  De hecho, tiene un carácter de fundamental en el sentido de que nadie tendrá éxito si no es el contexto más amplio de lo que le suceda a la misma Tierra.
Estamos confrontados con la más dura realidad de nuestro tiempo, concretamente, el destino de la Tierra incluido el de comunidad humana.  Como Compañía de hombres religiosos creo que estamos llamados a buscar una respuesta religiosa al destino de la Tierra.  Me parece que es el mayor reto que han tenido que asumir los jesuitas. Tiene dimensiones espirituales.  Requerirá que vayamos más allá de cualquier parálisis y negacionismo para que nos movamos hacia el futuro con esperanza, valentía y decisión.
En mi sueño este futuro comienza uniendo nuestro amor apasionado por la humanidad con una amor igualmente apasionado por la Tierra y toda su diversidad de vida.  Este amor nos llevará a trabajar con otros para desarrollar una relación beneficiosa entre la Tierra y su comunidad humana.
Queridos amigos en Cristo y compañeros de camino, os agradezco haber leído mi sueño.  Al hacerlo ¡habéis participado en mi celebración de cumpleaños
John ha dado retiros y organizado talleres sobre cuestiones ecológicas y de cosmología durante más de veintidós años.  En estas actividades ayuda a las personas a sentirse no viviendo “en” la Tierra sino siendo “parte” de la Tierra.  Vive en Chicago, EE.UU. y se le puede contactar a través del mail spirearth(at)aol.com.

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