Entrevista con el cardenal brasileño Joao Braz de Aviz
ALESSANDRO SPECIALECIUDAD DEL VATICANO
Faltan menos de seis meses para la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. Evento crucial no solo para la Iglesia (en América Latina vive prácticamente la mitad de los católicos del mundo, pero justamente en esta región la Iglesia debe afrontar la competencia de los dinámicos movimientos evangelistas y la secularización que acopaña el aumento del bienestar social), sino también para Brasil: la JMJ es el primero de los tres grandes eventos que llevarán al gigante de Sudamérica a la atención de todo el planeta: el Mundial de fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016.
Vatican Insider entrevistó al cardenal brasileño Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en ocasión del encuentro anual de los obispos cercanos al movimiento de los Focolares que se está llevando a cabo en Roma.
Eminencia, ¿Río y Brasil están listos para la JMJ?
Desde el punto de vista de las estructuras, las cosas van muy bien. Al principio, las autoridades, sobre todo las de Río, estaban pensando solo en la Copa del Mundo y en las Olimpiadas, y no habían entendido las dimensiones de este evento. Si el Mundial llevará entre 300 y 500 mil personas, la JMJ llevará un millón y medio o dos. Al principio no entendían por qué hablábamos de estos números. “¿No vieron lo que sucedió en Madrid?”, les preguntábamos. Ahora se ha resuelto este problema.
Pero la lista de pendientes todavía es larga...
Claro. Por ejemplo hay un único túnel que conecta las dos partes de la ciudad. ¿Qué haremos si los eventos están lejos? Además, algunos de los lugares en los que está prevista la presencia del Papa están muy lejos... Pero se tiene la consciencia de estos problemas y del trabajo práctico y muy concreto que hay que hacer para resolverlos. También hay que decir que las autoridades están trabajando verdaderamente bien. Y hay una enorme coordinación entre Roma y Río para la organización.
Para participar en la JMJ de Río, el Papa Ratzinger ha escrito en su agenda este, por ahora, único viaje al extranjero de todo el año. ¿Cómo lo recibirá América Latina?
Con el paso del tiempo, la JMJ se ha convertido en un evento de enorme peso para la Iglesia. En América Latina, especialmente, tiene un eco muy grande, porque en los países del Continente todavía hay una presencia muy fuerte de los jóvenes y una apertura muy fuerte ante la búsqueda del sentido de la vida. La presencia del Papa es una espléndida oportunidad para esta identidad.
El primer viaje de Benedicto XVI a Brasil, en 2007, no fue considerado particularmente exitoso...
Yo estaba en San Paolo. Al principio se pensaba que este Papa era más teólogo, más un Papa de estudio, que no habría habido un contacto con el pueblo. Pero cuando el Papa se asomó hizo que cambiara esta concepción. Fue un acontecimiento para todo el continente y se dio la conexión. Las dudas que algunos tenían, porque este Papa es muy diferente de Juan Pablo II, son cosa del pasado.
En la JMJ también estarán involucradas las Comunidades Eclesiales de Base, relacionadas con la Teología de la Liberación, cuyo valor usted ha reconocido. ¿Qué es lo que sucederá?
En la Iglesia brasileña creemos que el problema de la extrema pobreza continúa, aunque las dimensiones del fenómeno empiezan a reducirse. Pero con el paso del tiempo se ha entendido que es una cuestión que no hay que afrontar ideológicamente. La presencia de las Comunidades Eclesiales de Base fue reconocida por la Iglesia. Lo único que se quiere es que no tenga un corte ideológico o sociológico, sino que se busque la solución de los problemas sociales en una perspectiva de fe. Este será un punto sobre el que, creo, insistirá el Papa. Vivimos en una situación muy diferente de la que existía en los años 70 y 80...
El próximo 2 de febrero, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada. Pero las vocaciones a la vida religiosa siguen disminuyendo. ¿Qué es lo que deben hacer las órdenes, algunas con tradiciones seculares, que tienen grandes estructuras y poquísimos miembros jóvenes para ocuparse de ellas?
Nosotros les decimos que limitarse la administración de lo que ya existe no es la mejor decisión, y que tal vez es necesario dejar algunas obras y concentrarse en el proprio carisma. Los que tienen hospitales y ya no pueden mantenerlos tal vez deberían ceder la mitad a los que se encuentran en una mejor posición. Los monjes deben volver a la vida monástica verdaderamente. Lo que no es sincero no sirve, pero este es un elemento de la situación actual: tal vez seremos menos, pero viviremos más auténticamente. Las cosas renacen en la autenticidad.
Uno de sus “colegas” de Curia, el arzobispo Gerhgard Ludwig Müller, también ha tenido contactos con la Teología de la Liberación. ¿Han hablado sobre ello ustedes dos?
En mi historia, la Teología de la Liberación llevó al descubrimiento del problema de la pobreza, y del hecho de que tiene que ver con la fe. Pero para mí, la experiencia más importante fue la que tuve con el Focolar, que me dio una respuesta mucho más profunda en la fe, sin olvidar los problemas. Creo que también mons. Müller tiene un enfoque que parte de la opción preferencial por los pobres, que es fundamental para el Evangelio. Sin ella no se puede pensar en ninguna salvación posible. No hay una relación con Dios sin un compromiso social profundo, y debemos encontrar en la experiencia de fe la fuerza para salir adelante en este compromiso.
Vatican Insider
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