Tuesday, January 22, 2013

Constructores de la Paz por José Luis Ysern de Arce



El que fue acérrimo defensor de los derechos humanos, defensor también del diálogo ecuménico y entre las diversas culturas, el papa Pablo VI, lanzó la idea para que el primer día de cada año se celebrara en todo el mundo una especial Jornada por la Paz. Es interesante volver una y otra vez sobre el tema de la paz y lo que significa desde el punto de vista psicosocial, ser constructores de la misma. Ante todo es bueno recordar con Gandhi que la paz no es pacifismo, no es ausencia de la guerra, ni es el arma de los débiles. Muestra gran fuerza psíquica, potente energía personal, y muy buen equilibrio emotivo-afectivo la persona que, en busca de la paz, supera sus impulsos de venganza contra el ofensor, y es capaz de ofrecerle el abrazo de reconciliación. Esta es una persona verdaderamente valiente y valerosa. Mucho más, por cierto, que  aquella otra, llena de rencor y odio, que no sabe perdonar y que se va envenenando el alma a medida que pasa el tiempo.

Ser constructor de la paz significa ser libre de toda opresión interior y exterior. Para construir la paz hay que empezar por la paz con uno mismo; ser libre de odios, rencores, miedos, complejos, angustias e inseguridades. Esta es la persona que a su vez podrá irradiar paz a su alrededor y contribuir a la construcción de la paz social; paz social que va de la mano de la justicia y libertad. No hay paz si no hay justicia social. Por eso el constructor de la paz será probablemente un justo indignado ante las realidades injustas que conoce. Indignado contra las injusticias de cada día, contra la inequidad causante de que tantos inocentes no puedan sentarse, como es su derecho, a la mesa compartida del pan, educación, salud, vivienda, trabajo. Es la indignación –indignación, no amargura- que experimentaron aquellos hombres justos, los grandes profetas bíblicos desde siglos antes de Cristo; al igual que la experimentan muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es la indignación de muchos de nuestros jóvenes que expresan de alguna manera su sed de utopía y que quieren caminar hacia la misma sin odios ni revanchismos estériles, pero con la energía que les da la toma de conciencia social que los motiva a ser constructores de la paz. Una característica típica de estas personas con conciencia social es su inquietud permanente; han desarrollado una actitud que va mucho más allá de la reacción momentánea de un entusiasmo pasajero. Algunos lectores de mi generación y más jóvenes recuerdan aquellos grafiti de mayo del 68 en París y que expresan bien lo que estamos diciendo: “No puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos”; y otro del año recién pasado en las protestas de la Puerta del Sol en Madrid: “Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir”.

Sí, el constructor de la paz es un soñador, pero que no se queda en sueños sino que lucha para hacerlos realidad. Los hombres y mujeres de la utopía son los únicos que son capaces de sacarnos de nuestro letargo. Saben que utopía es una palabra de origen griego que significa “no lugar”, es decir, no se ubica en un espacio determinado, está en el horizonte, y cuando más nos vamos acercando a ella, la meta se aleja de nuevo de modo que nunca la alcanzaremos. Por eso mismo, como dice Eduardo Galeano, la utopía tiene un gran mérito: nos hace caminar. Ahí está la utopía de la paz en la que creemos y defendemos. Una paz que es resolver los conflictos por los caminos de la razón, justicia, equidad, sinceridad y amor. Buen programa para el año nuevo.

La Discusión, Chillán

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