Friday, January 25, 2013

La ecología, un reto ineludible para la Iglesia



¿Qué hace la pastoral frente a la cara menos conocida de la crisis?


OSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | “Estamos en una misión católica, ¿verdad?”. Esa fue la primera pregunta que un día de mayo de 1999 dos visitantes –uno de Kenia y otro del Congo– me hicieron cuando llegué con ellos en coche a la parroquia de Kitgum, en el norte de Uganda, donde yo trabajaba entonces. Habíamos entrado por una frondosa zona donde aún no se avistaba la iglesia ni ningún signo religioso. “Sí, ya hemos llegado”, les respondí no sin ocultar una cierta curiosidad.

“Por cierto, ¿cómo os habéis dado cuenta?”. La respuesta me hizo reflexionar: “Porque se ven muchos árbolesplantados por todas partes, y esa es una costumbre que en nuestros países introdujeron los misioneros desde el principio. Por lo que vemos, aquí es lo mismo”.
En África, como en el resto del planeta, se nota cada vez más el deterioro medioambiental y los árboles desaparecen de sus paisajes, unas veces como consecuencia de la codicia de compañías extranjeras que esquilman sus bosques, y otras, simplemente, debido a la presión de millones de personas que todos los días tienen que encontrar leña para cocinar la comida cotidiana.
En el mundo de hoy desaparecen bosques, se contaminan ríos, se extinguen especies animales y el calentamiento global provoca sequías irreversibles. El deterioro del medio ambiente es una de las caras de lacrisis mundial, tal vez la que recibe menos atención informativa.
La Iglesia no deja de señalar que la crisis económica tiene sus últimas raíces en algo más profundo, definido a menudo como “crisis moral” o “crisis de valores”. Esta falta de ética, que salva con todas las facilidades bancos ávidos de beneficios a cualquier precio mientras desahucia sin piedad a familias vulnerables, se manifiesta en forma de una crisis con mayúsculas que no solo produce recortes presupuestarios, escasez de dinero o aumento del desempleo, sino que también está presente en ámbitos de la vida humana.
Naciones Unidas alerta desde hace pocos años del surgimiento de un nuevo tipo de víctima: el refugiado medioambiental. Es difícil calcular cuántos millones de personas en los lugares más pobres del mundo han abandonado sus hogares porque ya no pueden seguir viviendo de la agricultura de subsistencia que generaciones anteriores practicaron sin demasiados problemas.
¿Y en España?
“España hay graves problemas ecológicos, pero cuesta ver cómo nos afectan, y eso está en relación con que, en nuestras diócesis, el tema queda bastante relegado, si es que se plantea, en la pastoral. El primer problema que encontramos es el la sensibilización“.
Lo dice Ferrán Lluch, presidente de la Comisión para la Pastoral del Ambiente y Ecología Humana del Arzobispado de Valencia y primer delegado diocesano de este tipo en España.
Lluch apunta algunas de las razones por las que la Iglesia española no está todo lo preocupada o convencida que debiera sobre su papel en el cuidado del medio ambiente: “La mayoría de los sacerdotes bastante trabajo tienen con las tareas acostumbradas como para añadir otra más y que, encima, no tienen clara o les parece ajena”.
Y añade: “Hasta a los propios cristianos nos cuesta encontrar lo sagrado en la belleza de la creación”.
Vida Nueva

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