¿Lograrán la Santa Sede y Pekín alcanzar un acuerdo a tiempo para evitar una disolución total de las relaciones?
ROMA
China tiene un historial de combatir el fuego con fuego. Hoy en día, mientras la lucha política interna se intensifica a medida que se acerca la elección de la nueva dirigencia del país en el 2012, China no duda en tomar represalias contra cualquiera que se atreva a oponerse a su voluntad.
Desde principios de junio, el país ha dado contragolpes en repetidas ocasiones a la Santa Sede por rechazar a varios de los candidatos que las autoridades de Pekín habían querido designar como obispos y, en particular, por excomulgar a dos obispos chinos cuya ordenación habían forzado, sin la aprobación papal, en junio y julio.
Vatican Insider ha recibido noticias de que Pekín ha preparado una lista negra con alrededor de veinte nombres, la mayoría de sacerdotes, que considera de algún modo vinculados con la Santa Sede, y a quienes no quiere permitir el ingreso al país en represalia por las acciones de la Santa Sede.
Desde junio, el país ha bloqueado el ingreso al territorio continental a nueve sacerdotes católicos, a pesar de que todos tenían visas válidas. Cuatro de los sacerdotes eran italianos, cuatro eran de origen chino y uno, francés. La mayoría vive en Hong Kong.
Siete fueron bloqueados en los puntos de control de frontera, y sus visas fueron canceladas sin explicación. Dos fueron detenidos en el aeropuerto internacional de Pekín, sus visas fueron canceladas y fueron obligados a abordar de inmediato los primeros vuelos de regreso a sus destinos de procedencia.
Las noticias de estas últimas represalias se difundieron en círculos diplomáticos y eclesiásticos durante los meses de verano. Varios de los sacerdotes optaron por mantenerse en el anonimato o eligieron no hablar públicamente de sus experiencias, por miedo a que esto pudiera perjudicar sus oportunidades futuras de regresar a China, o a que agravaran ulteriormente su situación. La Santa Sede no ha hecho comentarios al respecto.
El primero en comunicar las noticias fue el padre Franco Mella (62), un misionero italiano que reside en Hong Kong y que ha sido un visitante habitual de China en los últimos veinte años. Conocido activista social e intrépido defensor del derecho de los hijos de trabajadores inmigrantes nacidos en el territorio continental de residir con sus familias en Hong Kong, le fue negado el acceso al territorio en Shenzen, en la provincia sureña de Guangdong, a fines de julio. Hacía algún tiempo había participado en una protesta en Hong Kong contra las ordenaciones ilegítimas de obispos en el territorio continental. El activista denunció la violación de sus derechos en los medios, y se le aconsejó que no regresara por una visa por al menos dos años.
Del mismo modo, al sacerdote francés Bruno Lepeu, superior de las Misiones Extranjeras de París en Hong Kong, donde ha vivido y trabajado durante las últimos 17 años, se le denegó el ingreso a la China continental en ese mismo período. El sacerdote informó que su visa de ingreso fue cancelada en una publicación reciente de su instituto.
También a cuatro sacerdotes de origen chino se les denegó el ingreso, incluidos Peter Choy Wai-Man, profesor del Centro para Estudios Católicos de la Universidad China en Hong Kong. Sus visas fueron canceladas en la frontera, sin explicación alguna.
El caso del sacerdote italiano Gianni Criveller es de algún modo diferente. Reconocido académico internacional de la historia del Cristianismo en China, se le otorgó una visa de trabajo como académico en Pekín, y estuvo ocupado en un importante programa de investigación en una de las universidades más prestigiosas de la ciudad. Al regresar de una visita a Hong Kong a fines de julio, fue bloqueado en el aeropuerto internacional de Pekín, fue retenido allí esa noche, y fue obligado a tomar el primer vuelo de regreso a Hong Kong a la mañana siguiente, una vez más sin explicación.
El respeto por los ancianos ha sido desde hace mucho tiempo parte de la cultura tradicional china, remontándose al menos a la época de Confucio (557-479 a.C.), pero, desafortunadamente, esta noble tradición también fue dejada de lado en el contragolpe de Pekín al Vaticano.
A mediados de septiembre, las autoridades chinas bloquearon el ingreso al país del sacerdote misionero italiano de 86 años Angelo S. Lazzarotto. El sacerdote había viajado desde Milán a la capital china con un grupo numeroso de peregrinos, pero se le negó la entrada en el aeropuerto internacional de Pekín, a pesar de que se le había otorgado una visa dos semanas antes. Fue obligado a tomar el vuelo siguiente de regreso, tres horas después.
¡Un verdadero suplicio para un hombre de su edad! El padre Lazzarotto es un distinguido académico chino con muchos amigos en la China continental. Ha visitado China todos los años desde 1978. Esta fue la primera vez que se le negó el ingreso.
En otro incidente, no directamente vinculado con el de los nueve sacerdotes mencionados anteriormente pero de todos modos significativo, Pekín se negó a otorgarle una visa de ingreso al sacerdote de 87 años cardenal Paul Shan Kuo-hsi, que nació en la China continental pero ahora vive en Taiwán. Desde el 2006, este venerado cardenal ha estado luchando heroicamente contra un cáncer de pulmón y deseaba visitar su lugar natal en Puyang, en Henan del noreste, por última vez antes de su muerte; no ha estado allí desde 1975.
En septiembre del 2010, el director de la Administración Estatal para los Asuntos Religiosos de China, Wang Zuo'an, visitó al cardenal en Taiwán y lo invitó a visitar la China continental. La invitación fue enviada nuevamente en enero del 2011 por Liu Yuanlong, vicepresidente y secretario general de la Asociación Patriótica Católica China (CCPA),
Poco tiempo después, debido a su lucha extraordinaria contra el cáncer, el cardenal fue invitado a hablar ante las audiencias de las universidades de Shanghái y Xiamen sobre cómo combatir el cáncer. También estaba programado que celebrara misa con su excompañero, el legendario obispo de Shanghái, Jin Luxian. Las autoridades chinas querían que también visitara Pekín, donde se hubiera reunido con la dirigencia de la CCPA. El cardenal, por su parte, deseando evitar cualquier tipo de manipulación de su visita para fines políticos, decidió no ir a Pekín y, sucesivamente, se le negó la visa de ingreso.
Estos actos represivos no son más que el último capítulo en la relación en creciente tensión entre China y la Santa Sede de los últimos años. Antes de eso, desde finales del 2006 hasta octubre del 2010, las relaciones entre ambas partes habían progresado positivamente; cada uno había adoptado un abordaje pragmático y se habían puesto de acuerdo en casi una docena de candidatos a obispos. Pero, significativamente, no pudieron alcanzar un acuerdo aceptable para ambas partes sobre la cuestión crucial de la designación de obispos.
Las relaciones comenzaron a deteriorarse, sin embargo, cuando Pekín, rechazando las objeciones de la Santa Sede, apresuró la ordenación del padre Guo Jincai como obispo de Chengde sin la aprobación papal el 20 de noviembre. El Vaticano reaccionó duramente.
La situación empeoró pronto, cuando las autoridades chinas, ignorando una vez más las objeciones de la Santa Sede, celebraron la Octava Asamblea Nacional de Representantes Católicos en Pekín, el 8 y 9 de diciembre del 2010, para elegir a la nueva dirigencia de la Asociación Patriótica Católica China y la Conferencia de Obispos de la Iglesia Católica en China, entidades que no son reconocidas por la Santa Sede. La nueva dirigencia expresó claramente que China continuaría eligiendo y ordenando obispos, con o sin la aprobación del Papa.
Desde mayo del 2011 en adelante, Pekín intentó apresurar la ordenación de varios de los candidatos a obispos, muchos de los cuales no contaban con la aprobación papal, y logró ordenar al padre Lei Shiyin como obispo de Leshan el 29 de junio, y al padre Huang Bingzhang como obispo de Shantou el 14 de julio.
Luego, por primera vez desde 1958, cuando Pekín comenzó a ordenar obispos sin la aprobación papal, la Santa Sede declaró públicamente que estos dos últimos obispos ordenados ilegítimamente habían incurrido en la excomunión. El 25 de julio, Pekín denunció con firmeza esta grave sanción como «extremadamente irrazonable y grosera», y exigió que fuera revocada.
Mientras que la Santa Sede afirmaba que estaba ejerciendo su autoridad espiritual dentro de la esfera estrictamente religiosa —no política— al designar obispos y declarar que aquellos ordenados ilícitamente habían incurrido en la excomunión, las autoridades de Pekín veían el asunto desde una óptica muy diferente a través de su lente política, percibiendo estas acciones como una interferencia extranjera en los asuntos internos de China.
Todo esto sucedió en un momento de endurecimiento de posiciones generalizado en muchos frentes dentro de China a medida que se intensificaba la lucha de poder en el marco de la preparación para el 18.º Congreso Nacional del Partido Comunista de China, programado para fines del 2012, que elegirá a la nueva dirigencia del país. En este contexto, Pekín parece haber tomado la decisión política de asestar un contragolpe a la Santa Sedela China prohibiendo la entrada a continental de los sacerdotes que considera vinculados al Vaticano.
En el pasado, ante cuestiones controvertidas, China buscaba una solución en la que todos ganaran. Sin embargo, a la luz de los hechos anteriores, muchos han comenzado a preguntarse si Pekín ha abandonado ese abordaje en sus relaciones con la Santa Sede.
Mientras el jurado intenta resolver esta pregunta, hay algo que está bien claro: muchas personas, dentro y fuera de China, están esperando que el incendio se apague lo antes posible, y que la Santa Sede y China puedan finalmente negociar un acuerdo aceptable para ambas partes sobre la cuestión clave del nombramiento de obispos, que ha sido el epicentro de los enfrentamientos entre ambos durante más de cincuenta años.
Vatican Insider
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