Se entrelazaron en el debate historias personales, principios generales, reflexiones y situaciones específicas
GIACOMO GALEAZZICIUDAD DEL VATICANO
A pesar de estar rodeado de un viejo silencio, el de la homosexualidad entre sacerdotes y monjas es un "tema real" con respecto al que "no se puede fingir ignorancia". Por ello, en el estado de Connecticut, Estados Unidos, los Jesuitas han decidido hablar de este tema públicamente. Y de este modo, por primera vez, una universidad católica recientemente ha organizado un convenio sobre la controvertida cuestión de la homosexualidad dentro de las comunidades de religiosas y sacerdotes. Según la doctrina católica, los gais tienen que ser acogidos con respeto y delicadeza, por ello hay que evitar todo tipo de señales de injusta discriminación. Sin embargo, la Iglesia, a pesar de respetar a las personas homosexuales, no admite en el seminario ni en las órdenes sacras a las personas que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la llamada cultura gay. Estas personas, de hecho, se encuentran en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres.
Como la práctica se diferencia de la teoría, la Compañía de Jesús ha pensado que es mejor eliminar los viejos muros del silencio cómplice, comprometiéndose en un terreno resbaladizo a través de una de sus prestigiosas instituciones académicas en Estados Unidos. 110 entre teólogos, miembros del clero, religiosas y seminaristas han participado en la jornada de estudio promovida por la Universidad de los Jesuitas "Fairfield" a la que se ha dado el título "El cuidado de las almas: diversidad sexual, celibato y ministerio". Historias personales, principios generales, profundizaciones, situaciones específicas se han entrelazado en el debate. La Iglesia, de hecho, distingue entre actos homosexuales y tendencias homosexuales.
Los actos constituyen pecados graves: para la tradición son intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural, por lo tanto no pueden ser aprobados en ningún caso. Las tendencias homosexuales profundamente arraigadas, en cambio son también objetivamente desordenadas y a menudo constituyen una prueba. En una época de escándalos sexuales, crean alarma en la Iglesia las consecuencias negativas que derivan de la ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Si, en cambio, se trata de tendencias homosexuales que expresan sólo un problema transitorio (como el de una adolescencia que todavía no ha terminado), estas, de todos modos, tienen que haber sido claramente superadas por lo menos tres años antes de la Ordenación diaconal. Bajo el perfil del Magisterio, la piedra angular es la "Instrucción" de la Congregación para la Educación Católica con la que hace seis años la Santa Sede prohibió a los homosexuales el acceso al sacerdocio. Sobre la carta, por lo tanto, el problema ha quedado resuelto: ningún gay en los seminarios ni en las órdenes religiosas, ningún sacerdote que "practique" la homosexualidad, que tenga "tendencias homosexuales profundamente arraigadas" ni que sostenga la "llamada cultura gay". El Vaticano les ha cerrado definitivamente las puertas con un documento de nueve páginas divididas en tres capítulos: "Madurez afectiva y paternidad espiritual", "La homosexualidad y el ministerio ordenado", "El discernimiento de la idoneidad de los candidatos por parte de la Iglesia". El candidato al sacramento del orden tiene que alcanzar la madurez afectiva, que le capacitará para situarse en una relación correcta con hombres y mujeres. En base a las reglas dispuestas en el 2005 por Benedicto XVI basta "una sola duda seria" respecto a la homosexualidad del candidato (expresada por los superiores que lo siguen) para cerrarle el paso al sacerdocio ministerial.
En las entrevistas con el seminarista, el director espiritual tiene que recordar específicamente las exigencias de la Iglesia respecto a la castidad sacerdotal y la madurez afectiva específica del sacerdote. Para cada uno de los aspirantes a sacerdote, es necesario cerciorarse de que tiene todas las cualidades necesarias y de que no presenta desajustes sexuales incompatibles con el sacerdocio.
Si un candidato practica la homosexualidad o presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas, su director espiritual, así como su confesor, tienen el deber de disuadirlo en conciencia de seguir adelante hacia la Ordenación. Frente a los aspirantes seminaristas que presentan una orientación homosexual, el objetivo de las jerarquías eclesiásticas es quitarles la intención de mentir a sus superiores para conseguir entrar en el seminario. Ciertamente el candidato mismo es el primer responsable de la propia formación y tiene que someterse confiadamente al discernimiento de la Iglesia. Sería gravemente deshonesto que el candidato ocultara la propia homosexualidad para acceder, a pesar de todo, a la Ordenación. Una actitud tan falsa no corresponde al espíritu de verdad, de lealtad y de disponibilidad que debe caracterizar la personalidad de quien cree que ha sido llamado a servir a Cristo. El discernimiento de la idoneidad a la ordenación deja en manos del director espiritual un deber importante.
Aunque vinculado por el secreto, representa a la Iglesia en el fuero interno. En las entrevistas con el candidato, el director espiritual tiene que recordar específicamente las exigencias de la Iglesia respecto a la castidad sacerdotal y la madurez afectiva específica del sacerdote, así como ayudarlo a discernir si posee las cualidades necesarias. Los obispos, las conferencias episcopales y los superiores mayores están llamados a vigilar por el bien de los mismos candidatos al sacerdocio y para garantizar siempre a la Iglesia sacerdotes idóneos. Si un candidato practica la homosexualidad o presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas, su director espiritual, así como su confesor, tienen el deber de disuadirlo, en conciencia, de seguir adelante hacia la Ordenación. En concreto, sin embargo, la aplicación de la regla es difícil. Y entre los seminaristas y los religiosos, la presencia gay en las comunidades masculinas y femeninas sigue siendo un "dato real". Por este motivo los Jesuitas han tomado una decisión: ha llegado la hora de hacer un debate a la luz del sol.
Vatican Insider
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