Monseñor Jorge Hourton: “La Iglesia necesita una reforma”
En una emisión especial del programa A Fondo de nuestra emisora, Vivian Lavín entrevistó a Monseñor Jorge Hourton, testigo privilegiado de la historia chilena y de la Iglesia en las últimas décadas, quien publicó este año el libro “Memorias de un Obispo sobreviviente, Episcopado y Dictadura” con su testimonio.
En una emisión especial del programa A Fondo de nuestra emisora, Vivian Lavín entrevistó a Monseñor Jorge Hourton, testigo privilegiado de la historia chilena y de la Iglesia en las últimas décadas, quien publicó este año el libro “Memorias de un Obispo sobreviviente, Episcopado y Dictadura” con su testimonio.
Obispo auxiliar de Puerto Montt, Rector del Seminario Pontificio Mayor, Obispo auxiliar del Cardenal Raúl Silva Henríquez, Monseñor Jorge Hourton es un testigo privilegiado de las últimas décadas de la historia chilena del siglo XX.
Dice que su “forma de actuar es, sobre todo, hablar y escribir”. Su voz ya no está en el púlpito, pero sigue escribiendo. Por ello, publicó este año “Memorias de un Obispo Sobreviviente, Episcopado y Dictadura”.
En ese período, lo motejaron incluso de “el obispo rojo” u “obispo duro”, pero él es consciente de cómo su palabra molestaba cuando confiesa que sus “columnas eran puntudas, irónicas, críticas y denunciantes”.
Usted formó parte durante 33 años de las Asambleas Plenarias del Colegio Episcopal ¿Cuáles de ellas recuerda con especial claridad como reveladoras del momento político de las tensiones que se vivían en Chile en tiempos de dictadura?
Ciertamente fueron tiempos muy difíciles, pero también estimulantes, yo creo que para enfrentar los problemas fue un desafío que nos costó bastante, porque como en todo grupo humano había diferencias de opiniones, de visiones de las cosas, entonces teníamos el deseo de hablar en nombre de todos, como una colectividad, como la Asamblea Plenaria. Lo que admiro es que siempre logramos un definición bastante clara, aunque como en las elecciones, unos ganan, unos no les llena el gusto y otros no les gusta. A veces se produjeron, pero pocas veces, problemas de discrepancias, que se hacían públicas y nuestro ánimo era que no se hicieran públicas, o sea que se presentara un frente unido de la Iglesia, del Episcopado.
Usted, como atento observador de la política coyuntural, de lo que está pasando ¿Cómo recibe hoy esas Cartas Episcopales o lo que se produjo en esas Asambleas Plenarias?
Nosotros nos pronunciamos muy claramente en contra de la Constitución del 80. Pedimos que hicieran declaraciones, que hicieran modificaciones, correcciones y agregábamos que de no hacerse “esta Constitución carecerá de valor legal”, como diciendo que sería nula. Se han hecho algunas modificaciones, pero no se han hecho las principales, las de políticas económicas y las de política educacional, concretamente en la municipalización. Ahora vuelve a salir este tema como un desafío, treinta años después y todavía no se logra, no se cumple. Por eso me decía yo, sonriendo, el único que tiene la doctrina de los obispos es un candidato apoyado por el Partido Comunista, don Jorge Arrate.
Usted como obispo conoció la realidad en el sur de Chile, la realidad del pueblo mapuche ¿cómo ve las relaciones entre el pueblo mapuche y el Estado chileno hoy?
Se ve que son conflictivas, yo creo que los mapuches tienen derecho a quejarse porque no los toman muy en cuenta, los consideran como ciudadanos chilenos pobres y conflictivos. Algunos dicen que son unos pocos los cabecillas, pero que la mayoría no se preocupa y se ha educado. Pero el Estado no satisface lo que los mapuches piden, que es un reconocimiento de un estatuto especial, una cierta autonomía, es muy difícil pensar cómo tener autonomía sin constituir Estado, porque ellos tampoco piden que les asignen un territorio donde sean Estado mapuche, al menos yo no oído que pretendan eso. Yo creo que entienden la autonomía en el sentido de las autonomías españolas, donde las provincias tienen cierta autonomía lo cual no significa que rompen la identidad nacional.
Hoy hay una crisis enorme en relación a la vocación sacerdotal ¿Cuál es el mayor obstáculo? ¿Hay una crisis de fe, hay una crisis con el celibato, con la estructura de la iglesia?
Hay un poco de todo eso. Es un fenómeno mundial, dentro de lo que conozco que opinan los teólogos es que la Iglesia necesita una reforma. Comenzó una reforma que fue el Concilio que dejó sembrada algunas cosas que todavía no están desarrolladas, los efectos del Concilio generalmente son lentos y críticos, porque producen el efecto contrario. Así, encuentran que hay que jugarse, hay que afrontar esto y seguir buscando las cosas que hay que cambiar, que hay que modificar, que hay que ampliar, pero no con la mira de tener éxito, porque el éxito no le esta prometido al evangelio, el evangelio no lucha por tener éxito, lucha por enseñar, por evangelizar, porque la gente se convierta.
¿Cómo surgió el conflicto con el ex Cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI?
Cuando yo opiné y defendí el derecho que tenían los parlamentarios católicos de votar por una ley de divorcio que fuera justa y sobretodo que acabara con este sistema que había de la nulidad. Yo apoyé eso y otros obispos decían ‘los parlamentarios deben votar según la doctrina de la Iglesia’, yo decía ‘deben votar en conciencia’, y si en conciencia creen que una ley de divorcio es necesaria para resolver tantos casos de separaciones, de fracasos matrimoniales, porque se producen fracasos no porque sean malos los contrayentes, sino que por que llegó una situación en que ya no se entienden, no hay amor, es un fracaso de una institución que quiere mantener y vivir el amor. Yo opinaba que ellos podían votar la ley de divorcio y saqué algunas doctrinas que en la ley natural la indisolubilidad no era de ley natural, sino una consecuencia pero no la misma ley natural, entonces parece que esa explicación no fue tolerada, porque es muy discutible. La iglesia tiene una interpretación, se vale, invoca la ley natural, pero es dueña de la ley natural, si hay una ley natural está antes que la ley eclesiástica.
Radio Universidad de Chile
Escalona y muerte de obispo Jorge Hourton: “Es una triste noticia para los defensores de los Derechos Humanos”
“El fallecimiento del Obispo emérito auxiliar de Temuco, Jorge Hourton, es una triste noticia para los defensores de los Derechos Humanos y los demócratas chilenos que conocieron su arduo esfuerzo en pro de la libertad en nuestra patria”, aseguró este martes el senador del Partido Socialista (PS) Camilo Escalona.
Mediante una declaración el legislador destacó la “tesonera labor de don Jorge Hourton como Obispo auxiliar de Santiago y estrecho colaborador del Cardenal Raúl Silva Henríquez”.
Según Escalona, la figura del religioso de origen francés “fue decisiva en las jornadas de movilización social que respaldó la Iglesia Católica para lograr remover el régimen dictatorial”.
El senador recordó que entonces “la derecha trató de descalificarlo, llamándole el ‘obispo rojo’, torpe e inútil manera de intentar deslegitimar su esfuerzo por la recuperación democrática”.
El legislador por Los Lagos relató que “en Puerto Montt, donde cumplió su misión eclesiástica en 1973, inmediatamente después del Golpe de Estado, defendió a los perseguidos y sufrió las represalias de los jerarcas golpistas de entonces. Por todo ello, el pueblo le recordará con cariño, admiración y respeto”, destacó.
Fallecimiento de Monseñor Georges Hourton, antiguo Obispo auxiliar de Santiago de Chile (7 de diciembre de 2011)
Francia saluda la memoria de nuestro compatriota, el señor Georges Hourton, que se desempeñó como obispo auxiliar de Santiago de Chile durante los años de la dictadura chilena.
Con su labor diaria al servicio de las víctimas de la dictadura, Monseñor Hourton será una figura luminosa que los franceses de Chile guardarán en su memoria.
Monseñor Hourton fue, a lo largo de toda su vida, un artesano incansable de la amistad y del acercamiento entre Francia y Chile, así como un ferviente defensor de la lengua y de la cultura francesas.
Jorge Hourton: una vida al servicio de la verdad.
Interesantísimo ha debido ser el encuentro entre don Jorge Hourton y santo Tomás de Aquino, en alguna plazoleta del Edén. Ahora tienen toda la eternidad para conversar temas de filosofía, que para ellos en eso consiste la felicidad: conocer la verdad por dentro de todas las cosas y así alabar al creador de la vida.
Tuve con don Jorge una amistad menos filosófica. Nos encontramos en los mismos caminos cuando ambos teníamos la utopía de una iglesia más humana en un mundo más fraterno. Coincidimos en una fe que no se confundía con las nubes sino que alimentaba las tareas y las luchas de esta tierra. Si no fuera así, no hubiéramos entendido nada de la liberación proclamada por Jesús, el Cristo.
Escribíamos en algunas publicaciones de la resistencia: Fortín Mapocho, Apsi, Análisis…Una vez me preguntó: ¿Te han dicho algo desde la Nunciatura? Le dije que no (eso fue antes de que el inefable Sodano me llamara a rendir cuentas). A mí tampoco- me dijo. Se ve que en las altas esferas no leen lo que lee la gente.
Jorge Hourton era así. Tejiendo la esperanza con la gente hacía su servicio de pastor. No era un líder llamativo, ni un orador (de hecho ayudaba a la somnolencia). Pero la opacidad del discurso contenía una lógica absoluta, un pensamiento crítico e inteligente, un raciocinio colosal que pulverizaba a sus contrincantes. Pero si no tenía el don de la palabra, tenía el don de la escritura. Poseía una pluma incisiva, directa, ágil, irónica, profunda. Sus escritos en Pastoral Popular y en Reflexión y Liberación -ambas revistas contestatarias- lo demostraron por varios años. Don Jorge debió ser uno de los más lúcidos pastores en varias décadas de nuestra historia eclesial.
Doctorado en aulas romanas, en Chile sirvió cátedras de la Universidad por varios años. Eso no impedía que ejerciera como párroco en barrios proletarios (Renca) y viviera en la población La Pincoya. Siendo rector del seminario pontificio, fue nombrado obispo auxiliar del arzobispo de Puerto Montt, en 1969. Tenía 43 años. Al año siguiente asumió como Administrador apostólico de esa sede. Poco después, en la elección presidencial de Salvador Allende, fue el primer obispo en saludar el triunfo de la causa popular, anticipándose incluso a un acuerdo episcopal de no saludar al nuevo presidente hasta que fuera ratificado por el Congreso.
De Puerto Montt fue trasladado a Santiago como obispo auxiliar del cardenal Raúl Silva Henríquez. Allí integró un trío formidable que pudo acompañar al cardenal en su defensa de los derechos humanos: Fernando Ariztía, Enrique Alvear y Jorge Hourton.
Con la llegada del Juan Francisco Fresno al arzobispado de Santiago, don Jorge Hourton debió dar un paso al costado. No había “feeling” entre ambos pastores. El arzobispo anhelaba la paz ciudadana como producto de las concesiones mutuas con la dictadura. El obispo deseaba la paz como obra de la justicia.
Al ser alejado de las labores en el arzobispado, don Jorge buscó alero en la comunidad de los Asuncionistas en la Quinta Normal de Santiago. Era una congregación a la que le tenía amplia simpatía; coincidían en la misma visión eclesial y además era como un recuerdo de su Francia natal, cuna libertaria del mundo. Quizá se sentía identificado con el carisma del fundador de los Asuncionistas, el P. Manuel D’Alzon, uno de los “mosqueteros de Dios” en la segunda mitad del siglo XIX.
Experimentó la cercanía de sus amigos. Pero no dejó de serle cruel la ingratitud de varios de sus hermanos en el episcopado.
Un atardecer llegó al Viacrucis del viernes santo en la población La Bandera. Alguien lo anunció por un parlante: “está con nosotros el obispo auxiliar…” Entonces habló don Jorge: “Vengo a acompañarlos. Yo no represento a nadie…”
En 1991 el obispo de Temuco, don Sergio Contreras, lo llamó para que fuera su auxiliar y tuviera a su cargo la Universidad Católica de esa ciudad. En 1999 se retiró a vivir en su predio en Pillanlelbun, allí camino de los volcanes hermosos del sur, un sitio ideal para seguir escribiendo lo que le dictaba el corazón y organizaba su mente clara.
Con el paso del tiempo le llegaron los problemas de salud. Sus últimos años estuvo radicado en la casa para clérigos ancianos y enfermos en Santiago, donde acaba de fallecer.
No nos queda más que agradecer a Dios el haber dotado a este sacerdote-filósofo-polemista-pastor- de las virtudes de un hombre bueno y haberlo tenido en nuestro suelo. ¡Bendita sea tu memoria, amigo entrañable!
El catalejo del Pepe
periodista, misionero claretiano
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