La falta de contacto con las víctimas del fundador de los Legionarios de Cristo podría poner en peligro la misión de Benedicto XVI
ANDRÉS BELTRAMO ALVAREZ
“No está previsto un encuentro con las víctimas de Maciel, los obispos no lo solicitaron”. Con esas palabras el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, excluyó la posibilidad que el Papa reciba -durante su visita a México- a quienes sufrieron los ataques sexuales del fundador de los Legionarios de Cristo. Una decisión discutida, incluso dentro de la Curia Romana. Mientras tanto los abusados se aprestan a dar un nuevo golpe, capaz de empañar el viaje de Benedicto XVI a Latinoamérica.
“No fue solicitado. En los otros países donde este tipo de reuniones con las víctimas de los abusos se verificó los obispos pidieron al Papa hacerlo porque el problema era sentido en la sociedad y en la Iglesia. En este caso no está incluido en el programa y no debería esperarse que ocurra. Está excluido”, agregó el sacerdote jesuita al repasar con la prensa internacional las etapas del viaje pontificio a Latinoamérica.
El obispo de Roma permanecerá en territorio mexicano tres días pero su agenda será muy reducida, apenas tiene previstos cinco actos públicos. Una buena parte del tiempo descansará, para reponerse del viaje de 14 horas que emprenderá el viernes 23 de marzo cuando el avión papal despegue de la capital italiana con destino al céntrico estado de Guanajuato.
No sería difícil, entonces, identificar un momento libre en el cual se pudiera insertar un breve encuentro con las víctimas del iniciador de la Legión, una obra religiosa que por muchos años gozó de gran prestigio. Pero los obstáculos a este gesto del pontífice son diversos, y de gran peso.
Entre quienes sufrieron los ataques de Maciel existen diversas posiciones, aunque todas críticas. Algunos ex legionarios creyeron posible que el Papa recibiera a los damnificados, pero rápidamente se desilusionaron. En cambio otros rechazaron cualquier posibilidad de reunirse con él.
“La verdad es que era algo esperado. Yo interpreté el reciente viaje a México del delegado pontificio (para la reforma de la Legión, Velasio De Paolis) sin reunirse con las víctimas, como la respuesta oficial de un no encuentro con el Papa”, dijo al Vatican Insider Patricio Cerda, miembro de la congregación durante 17 años y actualmente uno de los impulsores de la Asociación de Ayuda a los Afectados por la Legión de Cristo.
“Para mí, por una parte, es triste porque de Benedicto XVI se espera más que lo políticamente correcto, se espera que sea de verdad un pastor. Por otro lado están en juego intereses de varios cardenales, incluido el primado de México (cardenal Norberto Rivera Carrera), que defendió a Maciel hasta la saciedad. Las víctimas directas del fundador tampoco quieren ser parte de un mero juego mediático”, añadió.
Criticó además los dichos de Lombardi según los cuales este problema no sería “sentido por la sociedad”. “Quizá de los casos reconocidos de pederastia clerical, el del fundador de los legionarios ha sido de alcance mundial y sigue persiguiendo a la Iglesia y a la misma institución”, ponderó.
Efectivamente. El caso de Marcial Maciel Degollado resulta emblemático, un escándalo de gran envergadura. No sólo por los abusos del sacerdote sobre sus ocho ex pupilos quienes -en 1998- tuvieron la valentía de denunciarlo públicamente y recibieron a cambio una campaña de desprestigio de alto impacto. Sino porque, durante años, diversas personalidades de la Iglesia mexicana y también del Vaticano tuvieron conocimiento de las acusaciones pero simplemente las ignoraron.
Lejos está de tratarse de un simple episodio de pederastia. El sacerdote tuvo una doble y hasta una triple vida. Por un lado construyó una congregación religiosa modelo y se granjeó el apoyo de altos prelados mientras, por el otro cometió diversos abusos sexuales, consumió sistemáticamente droga y tuvo amantes con las cuales procreó hijos.
Resultó un verdadero shock cuando, en mayo de 2010, El Vaticano declaró que “los gravísimos y objetivamente inmorales comportamientos del padre Maciel, confirmados por testimonios incontrovertibles, representan, en algunos casos, auténticos delitos y manifiestan una vida sin escrúpulos ni auténtico sentimiento religioso”.
El reconocimiento formal de los abusos del sacerdote mexicano se convirtió en la conclusión simbólica del proceso iniciado en 1998, cuando un periódico del sur de los Estados Unidos difundió por primera vez el testimonio de las víctimas.
Desde aquel momento y durante los siguientes años el caso Maciel fue motivo de división, la piedra de escándalo para la Iglesia en México. Una sombra que se extendió hasta la Santa Sede y hasta el mismo Juan Pablo II. Actualmente interpela al mismo Benedicto XVI, quien en mayo de 2006 obligó al sacerdote a retirarse a “una vida de oración y penitencia, alejado de todo ministerio público”.
Ni después de esa sanción ni tras la muerte de Nuestro Padre (como le llamaban sus seguidores), los obispos mexicanos pronunciaron un claro “mea culpa”. Ni siquiera quienes lo defendieron. Al contrario, su figura se volvió inconveniente, embarazosa. Por otro lado las víctimas se convirtieron, lentamente, en duros críticos principales de la Iglesia.
Encabezadas por José Barba Martín, ahora se alistan a dar un nuevo golpe, en plena visita papal a México. El sábado 24 de marzo, mientras Benedicto XVI descanse en la residencia del Colegio Miraflores de León, ellos presentarán en la misma ciudad el libro “La voluntad de no saber”. Se trata de una recopilación de 212 documentos, supuestamente en poder de la Congregación de Religiosos de la Santa Sede y que demostrarían el encubrimiento institucional a los delitos de iniciador de los Legionarios.
Excluyendo de la agenda papal en México el posible encuentro con los abusados por Marcial Maciel, la Sede Apostólica dejará en manos de ellos el “monopolio” de un asunto capaz de crear numerosos problemas. Y perderá la oportunidad de quitarse definitivamente de encima el lastre del indigno fundador. Porque en futuro todos podrán reclamar que el Papa ignoró a las víctimas y tendrán razón.
Vatican Insider
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