La herida de la muerte del Papa Shenuda III aún duele a las miles de almas enlutadas que peregrinan hacia la catedral cairota de Abasiya. Confinado en su interior, el cuerpo del anciano patriarca de la Iglesia Ortodoxa Copta aguarda entre multitudes el funeral previsto para mañana martes.
Su pérdida es casi una catástrofe para una fe que profesa el 10% de la población egipcia en una compleja coyuntura marcada por el ascenso del islam político. "Es demasiado prematuro hablar de sucesión. Shenuda III tuvo un gran carisma y veló por la unidad de cristianos y musulmanes", explica a ELMUNDO.es el activista copto Naguib Gibrael.
Sus 40 años como máxima autoridad de una de las iglesias más antiguas de Oriente no están a salvo de las críticas. Y su ajuste de cuentas se ha iniciado antes incluso de que sus restos descansen en el monasterio de Wadi al Natrun, a unos 100 kilómetros al norte de El Cairo y donde el Papa vivió el destierro de cuatro años impuesto en 1981 por el entonces presidente Anuar al Sadat.
"Shenuda nos deja grandes problemas sin resolver como la ley que restringe la construcción de templos o la discriminación que nos impide alcanzar cargos de responsabilidad en la administración", esboza Gibrael, presidente de un organización copta y conocido por mantener posiciones muy duras contra los abusos del Estado o los incidentes sectarios. "El presidente del parlamento (un histórico dirigente de los Hermanos Musulmanes) ha presentado sus condolencias pero algunos diputados del partido Al Nur (salafista) se han atrevido a decir que el funeral no es legal", se queja.
Las sombras de 40 años de reinado
La multitud llegada de todo el país que ansia despedir a su líder parece ignorar las sombras del monje ermitaño que pasó seis años de su vida en mitad del desierto. "Queremos a alguien como él. Un sabio humilde y sensato", confiesa Nashaat Refat, un hombre ataviado con la tradicional galabiya (túnica). Seducidos por la ceremonia del adiós, sus fieles apenas recuerdan que Shenuda libró batalla contra Sadat y sus flirteos con los islamistas pero calló ante su sucesor Hosni Mubarak.
Un libro de próxima publicación sostiene la teoría de que el patriarca selló un pacto con el dictador para suavizar su tono. A cambio, Mubarak acabó en 1985 con su exilio y le devolvió el poder que durante su ausencia había quedado en manos de un consejo de cinco obispos.
Shenuda III mantuvo un tono sereno mientras los incidentes de violencia sectaria se hacían más habituales al calor de una legislación injusta. "¿Sufren los coptos egipcios en su propio país? La única respuesta es sí. Los coptos temen por sus vidas, sus familias, sus propiedades y su seguridad", decía hace unos años el pensador liberal y musulmán egipcio Tarek Heggy. La minoría cristiana no puede aspirar a altos cargos estatales, tiene limitada la construcción de iglesias y a menudo padece la falta de protección judicial y policial.
Al mismo tiempo, el papa fallecido exhibió mano de hierro contra los teólogos reformistas y una oposición radical al divorcio, salvo en casos de adulterio, pese a que algunos de sus seguidores �desesperados por su cerrazón- buscaran refugio en otras ramas del cristianismo o en la conversión al islam. "Decía que no podía añadir ni modificar nada de lo que se establecía en el texto sagrado", argumenta un sacerdote en los aledaños de la Catedral.
¿Revolución en el seno de la iglesia?
La sucesión del hombre que defendió la unidad de las iglesias y se reunió en 1973 con su homólogo en el Vaticano, Pablo VI, es "un proceso crítico", señala Gibrael. Más aún cuando su designación coincide con las elecciones presidenciales de los próximos 23 y 24 de mayo. Por esta razón, fuentes de la jerarquía precisan que el nombramiento podría retrasarse hasta dentro de tres meses. El método de elección también está en tela de juicio: El usado hasta ahora establece que un niño con los ojos vendados expresa la voluntad de dios a través de la elección al azar de uno de los tres obispos propuestos. Algunos grupos de base abogan ahora por un sistema más democrático.
Como sucedió con Shenuda III, el nuevo Papa no solo adoptará el liderazgo espiritual sino que ostentará la representación de una minoría en medio de una incierta mudanza política. Y tendrá que abordar la crítica de los fieles más jóvenes, que nació hace dos años ante la indignación por el discurso de no confrontación del patriarca hacia los brotes sectarios y la protección estatal. El abismo se hizo más profundo cuando el difunto Papa desaconsejó participar en las revueltas del pasado año y mantuvo su apoyo a Mubarak hasta su salida.
"Es un momento de crisis para la iglesia", reconoce el analista George Fahmy al diario Egypt Independent. Y apunta: Si su sucesor no se aproxima a los postulados de la juventud, "a iglesia terminará aislada". "Los islamistas -agrega- le permitirán mantener un tono suave"
El Mundo
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