Bertone en la mira por cuestiones financieras y por el mal humor entre los diplomáticos. Uno de los posibles sustitutos del secretario de Estado sería el del cardenal Leonardo Sandri
MARCO TOSATTICIUDAD DEL VATICANO
Un viejo zorro, muy cercano a los pisos más altos de la cúpula, me contó una historia sobre lo que está sucediendo en el Vaticano. Y, como me parece una historia plausible, os la cuento, pero con todas las reservas del caso, evidentemente.
El objeto de toda esta serie de revelaciones, pseudo-revelaciones, fugas de información (vieja, sobre todo) y venenos es el puesto del Secretario deEstado, Tarcisio Bertone, que cumplirá 78 años en diciembre, y su sustitución. ¿Quién será? En realidad, ya habría un candidato, es más: dos, pero hablaremos de ello más adelante. En esta operación se mezclan diferentes fuerzas y sentimientos. En realidad, al ver a los que me han descrito como los principales personajes de un ambiente antibertoniano, se podría hablar de una «cábala de diplomáticos», obviamente no todos los diplomáticos del Papa. Pero algunos, activos o en reposo.
El primer acusado, cuando explotó el famoso caso televisivo gracias a la carta dirigida al Papa (con copia a Bertone), fue el actual Nuncio en los Estados Unidos, Carlo Maria Viganò. Su amor por el actual Secretario de Estado tendría diferentes razones. Bertone, según los rumores, le habría prometido un encargo cardenalicio en la Curia, promesa que luego no habría podido o querido mantener; equivocadamente o con razón, Viganò le considera responsable de lo que se puede interpretar como un exilio. Viganò fue durante diez años el responsable del personal de la Secretaría de Estado. Dicho vulgarmente, sabe todo de todos. Y sus enemigos hablan de un baúl de cartas que estaría en marcha hacia los Estados Unidos, vigilado con estrecho celo. Fantasías, tal vez; pero que dan una idea del clima de estos últimos días. Olvidando que sus predecesores como Secretario del Gobernatorado acabaron uno en Spoleto y el otro en Loreto, y que tal vez el puesto de Nucnio en Washington , la embajada del Papa más importante del mundo, no es algo que se rechace, Viganò, según lo que se dice, querría volver a Roma (y por esta razón todavía no habría dejado la vivienda vaticana que ocupaba).
Su caso ha suscitado la simpatía de una fracción de ex diplomáticos. El que me contó la historia habla del ex Prefecto de los obispos, el cardenal Re, del ex Nuncio Cacciavillan, del cardenal Paolo Sarde, del ex presidente de la Academia Pontificia, Mullor, y, un poco en la sombra, el ex Secretario de Estado, Angelo Sodano. Un grupo que tiene simpatía por Viganò y que, más o menos abiertamente, critica al actual brazo derecho del Papa. Este último tiene unas desventajas: la elección de algunas personas como colaboradores y un rápido deterioramiento en sus relaciones. Sucedió con el anterior Sustituto de la Secretaría de Estado, Fernando Filoni, ahora Prefecro de Propaganda Fide. Y, por lo que parece, está sucediento también con el Sustituto actual, mons. Agostino Becciu, elegido justamente por Bertone. Las tesis de los “diplomáticos” son que al actual Secretario de Estado, un no diplomático, le ha llegado su hora, que existe el temor de que quieran poner a otro no diplomático como responsable de la Secretaría de Estado y que por ello hay que hacer que el Papa entienda cuán erróneo sería tomar este camino.
Esta es la primera línea de críticas y ataques a la cúpula. La segunda, en cambio, pretende criticar a Bertone por cuestiones financieras. El choque sobre el Toniolo, del que acaban de salir algunos documentos, fue real, así como las polémicas sobre el San Raffaele y sobre la idea bertoniana de crear una especie de “súper-pabellón” médico eclesiástico, juntando al San Raffaele con las estructuras de Gemelli, Gaslini y la Casa di solievo della soferenza (planes que parecen haber caducado, gracias a la prudencia y a las reservas de Benedicto XVI).
Y luego están las cuestiones del Ior y de la transparencia. Gotti Tedeschi y el responsable de la Oficina de vigilancia vaticana, el cardenal Nicora, prefieren la transparencia. Y también Bertone, aunque con algunas reservas prudentes, dado el carácter tan particular del Ior. Pero sus adversarios aprovechan para hacer que parezca uno que no quiere las cuentas claras.
El dato real es que nunca, en el pasado reciente del Vaticano, había habido una masa tan grande de documentos que salen en completa libertad. ¿Quién los saca? Si para el primero de la serie (es decir la carta de Viganò al Papa y a Bertone en la que denunciaba presuntos escándalos en el Gobernatorado –y que las investigaciones no confirmaron–), la “garganta profunda” tendría que ser alguno de estos tres, directa o indirectamente, en los demás casos la respuesta es mucho más compleja. Uno de estos documentos es particularmente interesante. La nota interna del Director de la Sala de Prensa, el padre Federico Lombardi, sobre Emanuela Orlandi. Los parientes de Orlandi, por lo que resulta, pidieron un encuentro con Benedicto XVI, el cual habría delegado el asunto a su secretario, don Georg. La nota del padre Lombardi sería la respuesta a una petición de información sobre el “estado de la cuestión”. Es muy improbable que ni Lombardi ni Gaenswein hayan entregado el papelito a nadie. Es posible que el papelitohaya sido entregado por el Apartamento a la Secretaría de Estado, que se presenta como la “coladera” de la que salen estos documentos. Y tal vez, una de las tareas del sustituto sería la de tapar los huecos... ¿Podemos imaginar una fuga de documentos en la Secretaría de Estado de Benelli (Sustituto entre 1967 y 1978)?
Esta es la historia que nos contaron desde el Portón de Bronce. Y es la historia del malhumor de una categoría, la de los diplomáticos, que se siente abandonada por el Papa y que se sabe malquerida por su brazo derecho. Que, según algunos, habría que sustituir. ¿Con quién? Circula un nombre: el del cardenal Leonardo Sandri, argentino, diplomático de carrera, prefecto en la Congregación para las Iglesias Orientales, una congregación muy respetable, incluso financieramente. Muy amigo del cardenal Angelo Sodano y de otras personas relacionadas con el grupo de poder que rodeaba a Juan Pablo II durante los últimos años de su vida. Se está haciendo que circule su nombre como posible candidato para suceder a Benedicto XVI (“ad multos annos!), pero, tal vez, en realidad para ponerlo en juego en esta otra, y más plausible, pista.
Vatican insider
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