Este fraile, que pertenece a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, lleva desde 1982 dedicándose a la acogida de los inmigrantes africanos que llegan en pateras a Algeciras.
La Iglesia celebra hoy la Jornada del Emigrante con el respaldo de su trabajo en favor de la integración
«Migraciones: peregrinación de fe y esperanza». Es el lema del mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que hoy celebra la Iglesia española. Los obispos de la Comisión episcopal de Migraciones «siguiendo este surco abierto por el Santo Padre, ofrecemos nuestra palabra de aliento y de esperanza a los inmigrantes, a los miembros de nuestras comunidades cristianas y a cuantos quieran hacerse eco de la misma».
Un objetivo que se traduce en cuatro pistas de actuación: la promoción de la integración, la formación de los inmigrantes, las ayudas sociales y la evangelización. Palabras que se traducen en un trabajo desinteresado por los sacerdotes, religiosos y voluntarios que apoyan y ayudan a todos aquellos que han dejado su tierra confiando en nuestro país como su talismán para seguir adelante.
Año de la Fe
Los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca en Algeciras son de los que dan todo y más. Ellos, de la mano del siempre positivo padre Pateras –Isidoro, aunque hasta el mismo casi ha olvidado su nombre después de que en 2003 recibiera este apodo y el premio «Héroe del Año» de la revista «Times»–, tienen dos hogares para acoger a inmigrantes, en su mayoría africanos llegados en pateras a las playas gaditanas. Además están a la espera de los permisos pertinentes para abrir las puertas del Centro Polivalente de San Vicente de Paúl, en el que aguardan 22 camas más.
«Intento hacer el bien a todos los que llaman a mi puerta. No hace falta ser fraile para ayudar a los demás, basta con ser persona», afirma. El padre Pateras lleva desde 1982 «viviendo el evangelio, es decir, acogiendo a aquellos que lo necesitan».
Voz de denuncia de aquellos que la han perdido, exige un mayor cerco a las mafias «que los traen completamente engañados a España. Los niños vienen sin ropa ni pañales. Sin embargo, ellos no dicen nada por miedo». Además, relata con gracia cómo todas estas personas que llegaban a la costa en patera le decían que eran católicas, «como sí yo no fuera a ayudarlas por ser musulmanas». Asimismo, añade que «menos mal que Dios pone la mano debajo de la patera para que estén bien».
Por su parte, las Hermanas de la Inmaculada Concepción llevan desde 1876 ayudando a las mujeres que llegan a España. La Casa Madre, situada en la madrileña calle Fuencarral, acogía desde sus inicios a personas en riesgo de exclusión social.
La ayuda sin límite de esta congregación las llevó a crear una bolsa de empleo para inmigrantes. «La mayoría son sudamericanas, pero también hay algunas de origen marroquí o del este», comenta la hermana Gema Poot, responsable de esta iniciativa.
No sólo las inscriben para tener la posibilidad de optar a un empleo, sino que les proporcionan «cursos de plancha, cocina y limpieza en general, que son básicos para poder trabajar como empleadas domésticas», asegura. Para la hermana Gema, también es muy importante que «las chicas aprendan a ser honradas, responsables y, sobre todo, a amar el trabajo».
Aunque con la actual coyuntura económica es más complicado que las chicas consigan un trabajo, las religiosas de María Inmaculada no cesan en su empeño. Para la Hermana Gema, la Jornada Mundial de las Migraciones, «lo importante es que todos recibamos lo que nos corresponde, porque eso es un derecho; además, se necesita un gran sentido del servicio en caridad y de responsabilidad para que la justicia se haga realidad».
Los jesuitas también están implicados en esta tarea pastoral, y uno de los centros donde llevan a cabo su actividad es Pueblos Unidos, en el barrio madrileño de la Ventilla. En el centro hay programas de ayuda jurídica, fomento de la educación, acciones de cohesión social e iniciativas pastorales, realizadas en la parroquia.
Este año cumplen diez en funcionamiento, pese a llevar ayudando a los inmigrantes del barrio desde hace más de 15, de la mano de Miguel Ángel Sánchez Arjona, quien falleció el pasado verano. «Él había sido misionero en Camerún, y al regresar a España sintió la necesidad de ayudar a los inmigrantes del barrio», comentó el coordinador, Daniel Izusquiza.
El centro cuenta con más de 250 voluntarios, que el pasado año atendieron a más de 3.000 personas orientándolos en los diferentes ámbitos de los que se ocupan. «Todas las mañanas hay servicios de búsqueda de empleo», indicó.
Por otro lado, «existen dos tipos de bolsas de empleo: un programa para empleo doméstico, en el que recibimos las ofertas por parte de los demandantes y actuamos como intermediarios entre la futura empleada del hogar y quien demanda sus servicios, y otro en el que no existe una intermediación, pero ofrecemos una formación a los futuros trabajadores en perfiles muy bien delimitados» señaló.
Además, Pueblos Unidos tiene una participación muy activa en el centro de internamiento de extranjeros de Aluche. «Muchos voluntarios visitan a internos para servirles en lo que podamos y para defender sus derechos», explicó Izusquiza.
La Iglesia, como siempre, se encuentra cercana a los inmigrantes y éstos lo saben. Como rezaba el Santo Padre: «Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor, que está siempre junto a nosotros».
La Razón
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