Por Pedro Juan Díaz
1.- Este fin de semana estamos celebrando en la Iglesia la Jornada Mundial de las Migraciones, bajo el lema: “Las migraciones, oportunidad de fe y de esperanza”. Y es que todas las experiencias humanas son susceptibles de convertirse en experiencias de fe, ya que el Dios en el que creemos se encarnó en esta vida, fue parte de esta humanidad, para que pudiéramos experimentarlo más de cerca. Dios envió a su hijo Jesús para decirnos que está enamorado de nosotros.
2.- Esta expresión nos puede resultar curiosa, pero la Biblia la utiliza mucho para expresar la relación que Dios tiene con la humanidad. Sobre todo los profetas hablaban de esta relación esponsal. Y si no, no hay más que leer la primera lectura para darse cuenta de cómo el profeta manifiesta el gran amor por su pueblo, a pesar de las infidelidades de este. Dios está siempre dispuesto a dar una nueva oportunidad a su pueblo: “ya no te llamarán abandonada, ni a tu tierra devastada, a ti te llamarán mi favorita, y a tu tierra desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”. Y precisamente es ese amor el que lleva a Dios a no abandonar nunca a la humanidad. Cuando las cosas van mal, nos acompaña para que lo vivamos con esperanza. Y cuando nos van bien, nos ayuda a vivirlo con agradecimiento y solidaridad.
3.- Esa alianza de amor tuvo su expresión más grande en Jesús, al que hoy vemos en una boda, y en la que pone algo fundamental, que es la alegría, simbolizada en el vino. El vino es signo de la Nueva Alianza que Dios hace con nosotros. Ahora a Dios le podemos encontrar en la vida, porque Jesús de Nazaret la vivió y la compartió. Ahora la vida está llena de experiencias donde encontrar a Dios, donde acoger la fe. El evangelio termina diciendo que, después de aquella experiencia, creció la fe de los discípulos en Jesús.
4.- Jesús ha transformado el agua en vino, ¡¡600 litros!! Ni más ni menos. Y es un vino bueno, de calidad. El signo que Jesús hace pretende que sus discípulos y la gente que está allí tengan una experiencia de fe. Los signos que Jesús hace quieren dar a entender que viene de Dios, que es su Hijo, y que trae un mensaje de amor, de salvación, de libertad y de vida plena y feliz para todos los que lo quieran acoger. Porque ese es el único requisito, querer acoger la fe, querer acoger su mensaje, querer hacer vida su proyecto, su palabra. En definitiva, querer vivir como Él vivió. Ese será el gran signo que daremos a la humanidad, para provocar en la gente que nos rodea la experiencia de la fe y del amor de Dios, la misma que nosotros hemos experimentado y acogido, y que transmitimos.
6.- Esta experiencia de fe y de amor no es única, ni exclusiva, no acaba en nosotros mismos, sino que se abre a todas las personas. Pablo lo expresa muy bien en su primera carta a los Corintios. Dios actúa en todos los creyentes, pero en cada uno de un modo diverso. Dios se da a toda persona que cree y forma una comunidad de discípulos, en la que hay diversidad de dones, de ministerios, de funciones, pero “un mismo Dios que obra todo en todos”, y un mismo Espíritu, que “se manifiesta para el bien común”.
7.- Por eso las Migraciones son una oportunidad para compartir una misma fe y una misma esperanza. La fe no entiende de colores, ni de fronteras, ni de ideologías. La fe nos une, nos hace hermanos. Y la esperanza es el camino para construir un mundo nuevo donde no importe la raza, el color de la piel o el país de nacimiento, sino el corazón, la vida y unas relaciones humanas más fraternas. Que esta Jornada de las Migraciones nos ayude a acercarnos más entre nosotros, a vivir la fe como un regalo que podemos compartir, y a luchar con esperanza por una convivencia mejor entre las personas que habitamos y compartimos un mismo mundo.
8.- Jesús, en las Bodas de Caná, es acogido como invitado para compartir la mesa de la fiesta y de la fraternidad. Él pone lo mejor de sí mismo, el mejor vino, y nosotros también estamos llamados a hacer de este encuentro semanal un encuentro festivo y fraterno. A ello nos convoca el mismo Dios. María, la mujer fuerte y sensible, se fija en lo que “falta”. Ella nos dice: “haced lo que Jesús os diga”. María, José y Jesús, que fueron una familia inmigrante en Egipto, nos invitan a recibir a nuestros hermanos con los brazos abiertos y a compartir con ellos la Eucaristía y todo aquello que Dios nos da cada día.
Betania
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