Este diario ha tenido la oportunidad de hablar con el matrimonio que, todavía hoy, no puede creer que su bebé sea el primer niño bendecido por el nuevo Pontífice. Fátima Martínez no ha querido acercarse durante estos días de cónclave a la plaza de San Pedro. Lo ha hecho por precaución. Pese a estar emocionada con el devenir de los eventos en el Vaticano, al estar embarazada de cinco meses temía que, con la euforia por una posible fumata, alguien la empujara. Su marido, Alejandro Téllez, trabaja en la basílica de Santa María la Mayor, en el Colegio Liberiano, es decir, con los laicos que cooperan en la liturgia y el museo de la basílica. Ayer tenía que madrugar porque el nuevo Papa visitaba el templo. A Fátima se le ocurrió que podría acompañar a su marido en una visita que se presumía tranquila. Se despertaron a las 6:00 horas. Con el templo vacío, desde el cuerpo central pudieron ver pasar a Francisco y esperaron a que hiciera su recorrido. «Se le veía feliz, como si anduviera por su casa», asegura Alejandro. Cuando el Papa se estaba marchando, los trabajadores llamaron su atención. En ese momento, el cardenal español Santos Abril, arcipreste de la basílica, animó a Francisco a saludarlos y la gendarmería vaticana les permitió acercarse. «Rodeamos a Francisco en cuestión de segundos», recuerda el joven, que tomó fuertemente la mano del Papa y «me salió de pronto pedirle la bendición para mi hijo. Nos preguntó por el tiempo de embarazo». Alejandro, que es mexicano, no cayó en la cuenta de hablar al Pontífice en castellano, «estaba tan nervioso» apostilla. «El Papa puso la mano en mi vientre y bendijo a mi bebé», dice Fátima. Alejandro recuerda con enorme emoción el momento. «Se me llenaron los ojos de lágrimas y rompí a llorar cuando me preguntaron los compañeros del Colegio». Apenas un día después, sienten «como que todavía no podemos creerlo».
La Razón
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