El Papa, la liturgia y el Evangelio
Me gusta este Papa, qué queréis que os diga
(Carlos Ros Caballar).- «Houston, tenemos un problema»… Con estas palabras comienza su artículo en la página de opinión del diario «La Gaceta» (Domingo de Resurrección, 31 marzo 2013) un tal Adolfo Ivorra, doctor en Teología Litúrgica por la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid.
No tengo el gusto de conocerle. El arranque del artículo es sugerente, periodístico, tras un título que ha despertado las alarmas de mis entrañas. Lo titula: «El Papa y la confusión litúrgica». Lo de «Houston, tenemos un problema» es una frase ya histórica, proferida por el astronauta Jack Swigert durante el accidentado viaje del Apolo XIII el día 13 de abril de 1970. La frase real fue en inglés: «Ok, Houston, we've had a problem here», hemos tenido un problema.
Ese problema lo traslada el tal Adolfo a la liturgia papal del Jueves Santo. No está de acuerdo. Porque según él, el sentido teológico y la liturgia dicen que el lavatorio de los pies es un rito para varones, y saca a relucir una serie de citas en latín de rúbricas del Misal Romano, donde se habla de la «Lotio pedum», lavatorio de los pies. Y lanza la alarma acerca de este papa un tanto sui generis:
—Desde que salió por el balcón de la plaza de San Pedro, son ya muchos los que preguntan o expresan su estupor ante el cambio de 180 grados en las formas… Me da igual que el papa vista de barroco o de parroquia de los setenta. Me da igual el color de sus zapatos… Lo que me preocupa grandemente es que el primero en no obedecer las rúbricas sea el «patriarca» de nuestro rito, el romano.
Y lanza como el astronauta:
—Tenemos un serio problema.
¿Sabéis una cosa, queridos parroquianos?Ahora me gusta mucho más este papa. Desde el momento y hora en que a estos guardianes de las ceremonias se les ha atravesado un papa que no es hierático, se bambolea al andar, calza esos zapatones negros que se trajo de Argentina, no pone las manos juntas para rezar, no canta, simplifica su indumento papal, se expresa como el párroco de un pueblo cualquiera… es decir, rompe la estética litúrgica, las formas establecidas, y trae al retortero a los monseñores vaticanos, me gusta más este papa.
El liturgista Ivorra está escandalizado. Vean lo que también escribe:
—El problema es todavía mayor si comprendemos que el jueves el papa no solo lavó los pies a dos mujeres, sino que una de ellas no era católica, sino musulmana.
Cuando en la mesilla de noche se tiene de libro último de consulta el Código de Derecho Canónico y las normas litúrgicas y no el Evangelio, ocurre esto. Y no es que yo desprecie el Código de Derecho Canónico y las normas litúrgicas, que las suelo observar, y creo que bien. Es que hay una norma superior que mana del Evangelio. A Jesús lo acusaban los fariseos de que no respetaba las normas prescritas por la ley de Moisés y las tradiciones judías. No guardaba el sábado, ni él ni sus discípulos. Es decir, que se saltaba las normas. Y llamaba a los fariseos sepulcros blanqueados y cosas así, mientras ellos le achacaban que comía con pecadores y daba cobijo a prostitutas.
El señor Adolfo Ivorra termina así su artículo:—Roguemos al Señor para que el mismo papa Francisco o alguno de sus colaboradores hagan ver a Su Santidad la importancia de estos ritos sagrados.
Señor Ivorra, tranquilice su ánimo. El espíritu Santo ha elegido bien. Y la inmensa cristiandad está contenta de contar con un obispo de Roma que respira de esta manera tan sencilla. No se va a cargar la liturgia, no tenga miedo. Usted siga explicando esas normas de cómo se inciensa o cuándo hay que arrodillarse y cosas así a sus alumnos. Y deje al papa Francisco que haga de papa Francisco. ¿Sabe lo que él quiere? Que la Iglesia salga de la sacristía.
Lo ha dicho con estas palabras:
—Seguir, acompañar a Cristo, permanecer con Él exige salir, salir. Salir de sí, de la manera fatigada de vivir la fe, de la tentación de encerrarse en los propios esquemas que acaban por cerrar el horizonte de la acción creativa de Dios.
Y ha dicho más. Ha dicho que «los sacerdotes huelan a oveja». ¡Qué ordinariez!, pensará usted. ¡Oler a oveja! Se lo voy a explicar. Es una forma alegórica de decir que el sacerdote debe mezclarse con su pueblo como el pastor se mezcla con sus ovejas, las conoce, las llama por su nombre, y corre a buscarla si alguna se le ha perdido… ¡Pero qué tontería que un pobre párroco de una sencilla parroquia de papel pretenda enseñar a todo un doctor! Queridos parroquianos, que quede entre nosotros: Me gusta este papa, qué queréis que os diga. Y más ahora cuando surgen voces contrarias como la de este señor doctor en liturgia.
RD
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