Hoy, para los fieles de la diócesis ambrosiana, con dos semanas de anticipación respecto al rito romano, ha iniciado el Adviento. El Evangelio de hoy, el pasaje de Marcos con el discurso escatológico de Jesús sobre el final de los tiempos, nos pone frente al dramatismo de la realidad reciente
ANDREA TORNIELLIROMA
Hoy, para los fieles de la diócesis ambrosiana, con dos semanas de anticipación respecto al rito romano, ha iniciado el Adviento. El Evangelio de hoy, el pasaje de Marcos con el discurso escatológico de Jesús sobre el final de los tiempos, nos pone frente al dramatismo de la realidad reciente. Y sin embargo hoy- a pesar de las oscuras previsiones de la crónica- no he podido evitar pensar en la protagonista de este periodo de espera. En aquélla que con su "sí" ha permitido que se hiciera realidad la inimaginable joint-venture entre Dios y el hombre que está representada por la encarnación.
Y gracias al valiente y dichoso "sí" pronunciado por esta muchacha judía hace dos mil años, se pudo poner en marcha el proyecto de Dios para nuestra salvación. En el segundo volumen dedicado a Jesús de Nazaret, Benedicto XVI hablando de la Eucaristía, escribe: "La idea de que la Eucaristía se habría formado en la "comunidad", es absurda también desde el punto de vista histórico. ¿Quién podría haberse permitido pensar una cosa así, crear una realidad semejante? ¿Cómo podría haber ocurrido que los primeros cristianos —claramente ya en los años 30— aceptaran una invención como ésa sin oponer ningún tipo de objeción? […] Todo esto sólo podía nacer de la peculiaridad de la conciencia personal de Jesús”.
Me parece que la misma consideración puede aplicarse también a lo sucedido dentro de la humilde casa de Nazaret, cuando María respondió al ángel: "Hágase en mí según tu palabra", permitiendo de este modo que el Hijo de Dios se formara en su seno. "Y el Verbo se hizo carne". Un evento radicalmente nuevo, inconcebible y que seguramente no se puede comparar con los antiguos mitos de los hierofantes. La pequeña cueva de piedra blanca, que formaba parte de la casa de María, es para mí el lugar más conmovedor de Tierra Santa. El lugar dónde Dios, asumiendo nuestra naturaleza, colmó la inconmensurable distancia entre nosotros y el cielo, y se hizo niño y luego hombre, para no abandonarnos nunca más.
Al inicio del Adviento, del tiempo de espera que precede la celebración de la Navidad, sale del corazón un gracias a la muchacha valerosa y simple, a la mujer cumbre de toda la creación, por haber pronunciado el "s¡" que la convirtió en madre de Dios y madre de todos nosotros.
Vatican Insider
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