Señor:
demasiados interrogantes,
dudas y oscuridades;
a veces, demasiados golpes
heridas y sinsabores,
como para no protestar.
Yo soy así, lo sabías;
refunfuño, me enfado,
me quejo, te increpo,
te acuso de ambiguo y tramposo
y me enfrento a ti sin autocensura;
pero trabajo.
Y tú, no te rebelas
ni rompes los lazos
de seducción y amor.
No sé si te ríes,
nos toleras
o eres todo misericordia.
Quizá te agrade nuestra libertad,
frescura y rebeldía.
Quizá temas más el silencio
y la incomunicación de tus hijos
que nuestros cuestionamientos
e impertinencias.
Sé que esto no es un pulso
aunque lo parezca,
pues todo sucede
en esta casa mía
que es la tuya,
en nuestro huerto y bodega.
Señor, nuestra trayectoria vital
se asemeja a un arco de tiro
cuando se tensa:
los dos extremos entre los que somos
y nos manifestamos,
se acercan tanto que se tocan.
Cuanto más juntos están
rebeldía y confianza,
protesta y obediencia,
desahogo y silencio,
grito y abrazo,
negativa y amén...
más veloz sale la flecha
de nuestros anhelos íntimos,
cálidos y vivos,
dejando las cañadas oscuras,
hacia la tierra prometida,
o el regazo de quien le da acogida.
Y después de tantos rollos,
quejas y protestas,
o en medio de ellas,
la única respuesta que descubrimos
está ya tatuada en la historia
y en tu Buena Noticia:
"Déjense de preocupaciones,
pues una sola cosa es necesaria
en esta travesía:
gozar del viaje y de la compañía.
Elegid, pues, la mejor parte".
Florentino Ulibarri
Fe Adulta
Fe Adulta
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