Lo único que llamó la atención del sermón de Bergoglio fue la ausencia —calculada, sin duda— de la más mínima alusión, ni explícita ni entre líneas, a la situación política y social que atraviesa Cuba. Más evidente todavía porque, en las horas previas y aun en los aledaños de la plaza, la policía detuvo a las decenas de activistas que intentaron explicar su situación al Papa. La homilía fue solo eso, un sermón en el que un pastor pide a sus fieles, una multitud muy alegre y muy vigilada, que sirvan a las personas y no a las ideologías. Muy poco, por el momento, para un viaje tan largo.
“La importancia de un pueblo, de una nación, la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve a la fragilidad de sus hermanos. El servicio nunca es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”, explicó el Papa. Y así 20 minutos, con Raúl Castro y sus colaboradores en actitud de recogimiento, tanto o más sentido que el de la presidenta argentina, Cristina Fernández, una fan de Bergoglio que lo sigue allá donde vaya.
Fernández, con una gran pamela, fue la única dama de blanco a la que se permitió acercarse a Francisco. Berta Soler, la líder del movimiento opositor Damas de Blanco, explicó: “La Seguridad del Estado nos arrestó a mí y a otras 25 personas para que no se escucharan nuestras propuestas. A mí me detuvieron dos veces, el sábado por la tarde para que no accediera a la Nunciatura Apostólica [residencia del Papa durante su estancia en La Habana] y la mañana del domingo para evitar que fuera a la misa”.
Otros activistas contrarios al régimen también fueron bloqueados por “las brigadas de respuesta rápida”. La cadena Univisión logró grabar un vídeo de los arrestos y lo colgó en su página web, que el régimen bloqueó a conveniencia. También el líder de la Unión Patriótica de Cuba, José Daniel Ferrer, denunció la detención de los opositores.
Preguntado en las horas previas el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, si el Papa pasaría de largo por Cuba sin recibir a los disidentes ni abordar la cuestión, el jesuita respondió que “no todo en la visita del Papa son discursos públicos; también hay asuntos que se tratan en privado”, dando a entender que Bergoglio estaría mediando a favor de la oposición, pero lejos de los medios y la polémica.
De hecho, al concluir la misa, el cardenal Jaime Lucas Ortega, arzobispo de La Habana, no solo agradeció al Papa sus gestiones a favor del acercamiento entre Cuba y EE UU, sino también su impulso para la superación de las disputas internas. “Para alcanzar”, dijo, “en espíritu cristiano de perdón y misericordia, la anhelada reconciliación entre todos los cubanos, los que vivimos en Cuba o fuera de Cuba”. El arzobispo se convirtió en el único de los presentes, incluidos Castro y Bergoglio, en referirse, aunque sin nombrarlas, a la disidencia y el exilio. La famosa efigie del Che, a la izquierda del altar, y el monumento al independentista José Martí, a la derecha, terminaban de componer la coreografía de una mañana de domingo en La Habana.
Tras esas palabras, el Papa dedicó a la situación en Colombia el mensaje que tradicionalmente precede al rezo del Angelus. “En este momento, me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz”, señaló el Pontífice.
Francisco añadió: “Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado (…) sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor (…). Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”.
"No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso en Colombia"
Al final de la misa en la plaza de la Revolución, el Papa leyó el mensaje que inicialmente había previsto dirigir a los fieles durante el rezo del Ángelus. "En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, "consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz". Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación".
EL PAÏS
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