No estamos bien. No hay para dónde mirar: los políticos, los empresarios, los sacerdotes… ¿Por cuánto tiempo seguiremos así? Ojalá que el malestar dure lo justo y necesario. No más. El disgusto por Chile, la indignación contra la institucionalidades que contienen y encausan la convivencia crece y, a la vez, ella misma las perfora. Así, por un tiempo indefinido, no se puede seguir. Ojalá, digo, la duración de este mal tiempo acabe y se levante nuevamente en el poniente el arcoíris que presagia la recuperación que necesitamos. Ojalá que dure, empero, porque a veces es bueno “estar mal”. Como las parras que requieren de un chicotazo de hielo en invierno para dar buena uva después , es bueno darnos un tiempo para “estar mal”. Necesitamos sufrir, morder el polvo, identificar la idiotez ajena y propia, hasta ir dando con las razones de la crisis que vivimos. Pero siempre es posible que la tuerca se ruede, quedarnos lloriqueando en contra de los demás, amargados, sin descubrir realmente cuáles son los problemas, sin reconocer sobre todo que somos nosotros mismos el gran problema, y hundirnos. Nos ha ocurrido.
¿Qué hacer? Se me ocurren algunas cosas:
– Tratar de ver exactamente qué pasa. Exagerar con la vista y moderar con la boca. Es decir, hacer un trabajo de indagación de las causas. Sirve una lupa, un telescopio, una cámara de fotos o video… Y, a la hora de poner nombre a las cosas y comunicarlas a los demás, ser precisos, cuidadosos, justos. Los problemas son para arreglarlos. Las palabras a tontas y a locas, sobre todo los insultos, no sirven absolutamente de nada.
– Hacer un mea culpa. Algo hay en aquella institución o persona que critico que yo también tengo. Normalmente el fresco dice “todos son corruptos”. Lo que suele ocurrir es que él y otros más son corruptos, y muchos otros no los son. Tan importante es criticar como criticarse y, en períodos de desolación como este en que vivimos, identificar claramente a los inocentes y, en especial, a aquellas personas e instituciones sanas. Normalmente las hay. La toxicidad ambiental impide a veces verlas. Ellas son rocas de qué agarrarse.
– Paciencia. Esta es uno de los nombres de la fe y uno de los rasgos de la esperanza. Paciencia proviene de “padecer”. En lo que nos toca, sería algo así como sufrir juntos los que nos pasa como país. Sin desesperar, precisamente. Sin perder la fe, pues ya saldremos del túnel. Todavía no vemos la salida. Hay que aguantar. “El que afloja pierde”, diría el roto chileno. Las posibilidades de reaccionar con rabia son muchas. Cuando Gary Medel era adolescente lo echaban partido por medio. Recuerdo una expulsión “maravillosa”. Después de morder a medio mundo, le pegó una patada a una silla y la reventó. Linda la escena, pero inconducente. Medel aprendió a dominarse, combatió contra él mismo, no desesperó de sus humores, obtuvo un doctorado en paciencia, y llegó a ser el que estaba llamado a ser.
Jorge Costadoat sj
Cristo en Construcción
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