Tuesday, May 16, 2017

Cuando se acaban los fuegos artificiales por José María Rodriguez Olaizola, sj




«Me gustaría decir que vivimos en un mundo de música disponible, música de consumo inmediato (fast-food music) sin ningún contenido y creo que esto podría ser una victoria para todos aquellos que hacen una música que en realidad significa algo. La música no son fuegos de artificio, la música es sentimiento. Así que intentemos cambiar esto y traer de vuelta la música, que es justo lo que importa».
Esas fueron las palabras de Salvador Sobral al recoger el premio del festival de Eurovisión. Aplaudidas a rabiar, quizás por lo paradójico y al tiempo verdadero de proclamarlas en un escenario donde hace ya años que la música parece no significar nada si no se rodea de fuegos de artificio. Quizás esto sea algo cíclico. Ahora una canción intimista, mañana una música con aires celtas, dentro de un tiempo volveremos al rock y en tres o cuatro regresará el solista pop con tantas horas de gimnasio como de escenario, rodeado de animaciones espectaculares. Quizás no podamos pensar –aunque nos gustaría- que lo ocurrido en Kyev sea la metáfora de un renacer del buen gusto, o magnificar lo ocurrido (aunque haya sido magnífico). 
Pero esas palabras finales de Salvador no pueden ser más ciertas, y deberían permanecer. Porque además son aplicables a tantos otros ámbitos de la vida, de la cultura y de la sociedad… Tal vez todos tendríamos que preguntarnos si, en nuestros ámbitos, sucumbimos a la lógica del consumo inmediato y los fuegos de artificio, o si damos paso a la verdad, a la hondura y al sentimiento; a la reflexión profunda; al trabajo bien hecho; a la busca de que lo que hacemos signifique algo; y al gesto sincero más allá de la pose estudiada. Creo que esto, efectivamente, vale para la música, pero también para la política, para el arte, para la pastoral, para el amor, para el trabajo… Traigamos de vuelta la pasión por las cosas bien hechas.  
José María Rodríguez Olaizola sj
pastoralsj

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