Tuesday, May 09, 2017

Una IMAGEN, un MENSAJE y un RECUERDO de ALDO MORO, que en un día como hoy se encontró aesinado



(Maglie, Italia, 1916 - Roma, 1978) Político italiano. Como profesor de derecho en la Universidad de Bari, Aldo Moro ostentó la presidencia de diversas organizaciones católicas civiles durante la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después del conflicto bélico. Elegido diputado de la Asamblea Constituyente en 1946, ocupó durante las décadas de 1940 y 1950 diversos e importantes cargos gubernamentales como secretario de Asuntos Exteriores, ministro de Justicia o ministro de Instrucción Pública.

En 1959 se convirtió en secretario general del Partido Democristiano, en un momento en el cual éste se debatía en una fuerte crisis interna. Como líder de los sectores moderados del partido, en 1960 se alió con los socialistas para forzar la renuncia del primer ministro Fernando Tambroni, máximo representante del ala democristiana más conservadora. Aldo Moro prolongó su estrecha relación con los socialistas al incluir en 1963 a varios ministros de dicha corriente ideológica en su primer gobierno.
En 1965 asumió temporalmente la doble función de primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, faceta en la que destacó como valedor de los compromisos de Italia con la OTAN y las Naciones Unidas. La renuencia de Moro a la hora de afrontar algunas de las reformas acordadas con sus aliados socialistas provocó que estos últimos le retirasen su apoyo político y con ello su momentánea retirada en 1966, que apenas duró un mes.
A partir de 1968, Moro fue primer ministro como cabeza del Partido Democristiano en dos ocasiones (1968 y 1976), en las que apenas cumplió un año al frente del gobierno, y en coalición con los republicanos, en una (1974-1976). Como presidente democristiano, siguió desempeñando un importante papel en la política italiana hasta que el 16 de marzo de 1978 fue secuestrado por miembros de las Brigadas Rojas. Tras negarse el gobierno a liberar a trece presos de la organización terrorista, Aldo Moro fue asesinado el 9 de mayo, lo que provocó la consternación en todos los estratos de la sociedad italiana.
Biografía y Vida
El asesinato de Aldo Moro, 30 años de misterio

Cuando se cumple el trigésimo aniversario de la desaparición del líder de la Democracia Cristiana y cinco veces primer ministro italiano Aldo Moro, siguen sin resolverse los principales interrogantes de su secuestro

Aunque el jefe de las Brigadas Rojas confesó haber sido el autor de su asesinato, algunas investigaciones atribuyen indistintamente esta responsabilidad a los servicios secretos italianos, a los israelíes, el KGB o la CIA. Sólo está claro que Moro fue asesinado por defender una alianza entre comunistas y cristianodemócratas italianos que permitiera al país salir de su grave crisis.
Todo ocurrió en tres minutos. Ese es el tiempo que, hace hoy exactamente 30 años, a un comando terrorista le llevó secuestrar a Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana y cinco veces primer ministro italiano.

Gráfico: El Mundo

Eran cerca de las 9.00 horas cuando en la esquina de via Fani y via Stresa, en Roma, 10 personas vestidas con uniforme de la compañía aérea Alitalia bloquearon el coche del político. En pocos segundos, y en medio de un estrépito de disparos, los terroristas asesinaron a los cinco escoltas de Aldo Moro y secuestraron al ex primer ministro, de 61 años. Poco después, el grupo terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas (BR) reivindicaba el secuestro.

La agonía de Moro duró 55 largos días. Fueron casi dos meses marcados por el estupor nacional, por los comunicados de las BR exigiendo la apertura de un proceso de negociación y la liberación de varios compañeros presos como condición imprescindible para poner fin al secuestro del político, por el debate nacional sobre si el Estado italiano debía o no abrir una negociación con los terroristas, por las cartas desesperadas enviadas por el propio Moro pidiendo a las autoridades que accedieran a las demandas de las Brigadas Rojas, y sentenciando que el objetivo fundamental del Estado debía ser salvar vidas humanas...

Al final se impuso la «línea de la firmeza», aquella que defendía que no se podía negociar con los terroristas. Y el 9 de mayo, Moro fue asesinado. Su cadáver, acribillado por 11 balas, fue hallado ese mismo día en el maletero de un Renault 4 rojo, abandonado en el centro de Roma.


El KGB, la CIA y la Mafia

Pero, transcurridos 30 años y después de numerosas investigaciones, la muerte de Aldo Moro continúa siendo un misterio. Son numerosas las teorías que circulan al respecto, algunas de las cuales atribuyen responsabilidad en su secuestro y posterior asesinato a organizaciones como el KGB, la CIA, los servicios secretos italianos, los israelíes, la logia masónica P2 o la Mafia, por citar algunos. «Hay todavía numerosos interrogantes no resueltos en la vida de este país. Empezando por la muerte de Aldo Moro. Todavía hoy no sabemos dónde estuvo escondido ni sabemos por mandato de quién ha sido asesinado», afirma Tina Anselmi, presidente de una de las varias comisiones parlamentarias que han investigado la muerte del político.


Coinciden la inmensa mayoría de las hipótesis en dar por sentado que Moro fue asesinado por su defensa a ultranza del «compromiso histórico», el proyecto de una alianza solidaria entre comunistas y cristianodemócratas italianos que permitiera afrontar la situación de grave crisis económica, social y política que entonces vivía Italia, sumida en lo que se ha dado en llamar los años de plomo y marcada por los atentados, la agitación y el terrorismo.

En esa situación de caos, Moro temía que los militares pudieran dar un golpe de Estado. Para evitarlo, apostó por integrar a los comunistas en las instituciones. Un experimento que alarmó a EEUU, a la Unión Soviética y a sectores tanto de la Democracia Cristiana como del Partido Comunista Italiano, el más grande de Europa. Las Brigadas Rojas también se oponían a esa maniobra.

Ahí está el testimonio de la viuda de Moro quien, tras el asesinato de su marido, relató lo fuertemente impresionado que quedó el presidente de la Democracia Cristiana tras las advertencias de Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, respecto a los riesgos que corría si seguía adelante con su idea de dar cabida en el Gobierno italiano a los comunistas. También está el hecho de que Moro fue secuestrado cuando se dirigía al Parlamento para participar en el debate y posterior voto de confianza al cuarto Gobierno de Giulio Andreotti (DC), en base a una coalición demócrata cristiana-comunista. Un voto que coronaría la estrategia del «compromiso histórico».

En octubre de 1993, Mario Moretti, jefe «histórico» de las BR, confesó haber sido el autor material del asesinato de Moro. Sin embargo, la comisión parlamentaria que investigó el caso encontró varios puntos oscuros. Además de los interrogantes que siempre ha habido sobre la capacidad de las BR de llevar a cabo un secuestro en el centro de Roma, a plena la luz, y mantener escondido a Moro durante 55 días, también se ha cuestionado el hecho de que durante los casi dos meses del secuestro la policía italiana no llevara a cabo ninguna detención.

Además, se descubrió que la impresora de los comunicados de las BR provenía de las oficinas de los servicios secretos que entrenaban a los miembros de la Gladio, la fuerza paramilitar financiada por la CIA para prevenir un posible golpe comunista en Italia.
Entrevista: Maria Fida Moro, hija mayor de Aldo Moro. "El responsable del asesinato de mi padre fue el poder"
Desde que el pasado 2 de diciembre entró en vigor el nuevo Código Penal, un total de 4.621 conductores han sido puestos a disposición judicial por delitos contra la seguridad del tráfico. Al 94% de estos automovilistas se le abrió diligencias por conducir tras beber más de lo permitido. Al resto fue por negarse a las pruebas del alcoholímetro (4%) y por exceso de velocidad (2%).«El responsable del asesinato de mi padre fue el poder»

Maria Fida Moro, la mayor de las cuatro hijas de Aldo Moro, es hoy una venerable señora de 61 años con el pelo blanco. Pero tenía 31 años y un hijo de sólo dos aquel fatídico 16 de marzo de 1978, cuando su padre fue secuestrado por el grupo terrorista italiano de extrema izquierda Brigadas Rojas. Maria Fida lleva media vida aplastada por el peso de aquellos terribles 55 días que culminaron con el asesinato de Moro. Sin embargo, confiesa que ha perdonado a los terroristas responsables de lo sucedido, con algunos de los cuales mantiene una relación bastante estrecha. Dentro del gran colectivo de las víctimas del terrorismo italiano, que ha dejado más de 460 muertos y 1.200 heridos, su caso es absolutamente excepcional.


Pregunta.- Se ha dicho y escrito tanto sobre el asesinato de Aldo Moro... ¿Cuál es la verdad?

Respuesta.- La verdad, con V mayúscula, nunca la sabremos. Pero lo que para mí es evidente es que existía la voluntad, en Italia y también fuera de ella, de borrar a mi padre del escenario político. Es demasiado cómodo decir que a Aldo Moro le mataron las Brigadas Rojas. Fueron las BR, pero no sólo ellas.

P.- ¿Quién más estuvo implicado? Se ha dicho que en la muerte de Aldo Moro podría haber estado involucrada la masonería italiana, concretamente la logia P2. Y también la CIA, espantada en plena Guerra Fría ante la posibilidad de que se formara en Italia un Gobierno de solidaridad nacional, como lo llamaba Moro, en el que los democristianos dieran cabida a los comunistas...

R.- El asesinato de mi padre fue responsabilidad del poder, del poder en todas sus manifestaciones. Si usted me pregunta quién mató a Benazir Bhutto, yo le respondo: el poder. ¿Quién mató a Olof Palme? El poder. ¿Quién mató a Kennedy? El poder. Usted me puede mencionar nombres, pero los nombres son siempre limitados. ¿Por qué tenía que morir Aldo Moro? Porque era un pacificador, y los pacificadores mueren, empezando por Jesucristo, por mencionar a una figura fuera del circuito político.

P.- ¿Quienes mataron a su padre obtuvieron lo que querían?

R.- Por un lado sí. Yo siempre he sostenido que la muerte de Aldo Moro fue un golpe de Estado, porque cambió el régimen político de este país. Si recuerda, en la primavera de 1978 los pronósticos de todas las elecciones que iban a celebrarse en Europa daban la victoria a la izquierda o al centro. Sin embargo, después de la muerte de Moro ganó la derecha. Pero lo que no han conseguido es borrar su memoria, y eso que lo han intentado.

P.- ¿Qué quiere decir?

R.- Si usted ve las películas que se han hecho sobre él se dará cuenta de que es como si Aldo Moro sólo hubiera vivido 55 días, del 16 de marzo al 9 de mayo del 78. Todas se concentran en ese periodo y dejan de lado los 62 años que vivió, en los que hizo muchísimas cosas que lo llevaron a la muerte. Combatió por la verdad, por los más pobres, por los derechos a favor del hombre, por la justicia social, por la paz en Oriente Próximo, por una Europa neutral y fuerte que fuera equidistante de los dos bloques.

P.- ¿Usted considera que el Gobierno italiano debería haber negociado con los terroristas?

R.- Por supuesto, todos lo hacen. Lo más cómico y a la vez dramático es que si no quisieron negociar, ¿por qué durante estos 30 años le han dado voz a los brigadistas? ¿No es un reconocimiento político? Hay algo que no funciona. Por un lado el Estado dice que las BR perdieron, pero por otro las BR tienen la voz para reescribir la historia, los hechos son sólo los que cuentan ellos. ¿Desde cuándo escriben la historia los perdedores? ¿No hay un contrasentido?

P.- En los últimos años ha habido personas secuestradas en Irak y en Afganistán por cuya liberación el Gobierno italiano ha negociado y pagado rescates. ¿Qué siente ante ello?

R.- Una parte de mí se alegra enormemente. Pero hay otra parte que se amarga y pienso en todo lo que no se hizo por mi padre, algo que pesa como una piedra, como una piedra sobre la conciencia de los italianos. La gente de la calle, la gente común, se siente con pena y vive la muerte de Aldo Moro como un luto familiar. Pero el poder, si pudiera, lo mataría de nuevo. Si mi padre volviera hoy a la vida, mañana estaría de nuevo muerto. ¿O usted cree que si volviera Jesucristo lo dejarían vivir?

P.- ¿Cómo recuerda los días del secuestro?

R.- Lamentablemente me acuerdo muy bien de ellos, no logro olvidarlos. Pero no son sólo los 55 días del secuestro, es toda mi memoria de niña y de joven. Porque yo desde que tuve uso de razón supe que mi padre iba a terminar asesinado. Es más, mi primer pensamiento cuando supe que mi padre estaba muerto fue de alivio. Finalmente esa cosa terrible que tenía que pasar desde siempre había pasado. Lo que no sabía era que lo peor estaba por venir. Desafío a cualquiera a vivir uno sólo de los días que hemos vivido durante estos 30 años, en medio de traiciones, calumnias, falta de trabajo, dinero, violencia, amarguras. Por un lado está la gente común, que nos quiere; del otro está el poder, que hace de todo para borrarnos.

P.- Usted ha perdonado a los terroristas de las Brigadas Rojas que secuestraron y mataron a su padre y, con algunos de ellos como por ejemplo Adriana Faranda, incluso mantiene una relación bastante estrecha. ¿Cómo ha logrado dar este paso?

R.- Perdoné porque soy cristiana, por lo que para mí el perdón no es una elección sino algo obligatorio. Perdoné porque creo que una persona puede volverse mejor de lo que es si perdona. Mi padre, como jurista, me enseñó que una pena sólo tiene sentido si es para rehabilitar si no, no es pena, es venganza. Y perdoné porque no creo que odiar me hubiera dado la serenidad que ahora tengo.

P.- ¿Cómo entró en contacto con los terroristas que secuestraron a su padre?

R.- Varios de ellos pidieron verme, y yo accedí. Durante tres años y medio presté servicio como voluntaria en la cárcel donde estaban encerrados tres de ellos, Morucci, Faranda y Salassa, y formé un coro. Fue un periodo muy interesante, aunque terrible para mí y también para ellos, porque ellos se dieron cuenta de lo que significó en realidad la muerte de mi padre. Paradójicamente, yo fui un castigo para ellos. Después cuando la Justicia, como miembro de la Familia Moro, pidió mi opinión a la hora de excarcelarlos y darles la libertad vigilada, yo di un dictamen favorable. Como hubiera hecho mi padre.

P.- ¿Qué le parecieron como seres humanos los secuestradores de su padre?

R.- Personas muy normales, educadas, muy jóvenes. Nunca pensé que fueran demonios, nunca he creído que los seres humanos puedan ser demonios, ni siquiera los que cometen cosas atroces.

P.- ¿Considera que Italia no se ocupa como debiera de las víctimas del terrorismo?

R.- A Italia no le importan nada. Bueno, a la gente sí. Cada vez que yo toqué el timbre de un desconocido para pedir ayuda, me la dieron. Pero cuando toqué la puerta de algún político amigo de mi padre, me la cerraron en la cara.

P.- ¿La muerte de su padre sirvió para acabar con las BR?

R.- No, para nada, eso es una leyenda metropolitana. Creo que las BR tenían como principal función quitar de en medio a Moro. Y tengo la impresión de que, cumplido ese objetivo, su existencia ya no tenía importancia y, simplemente, se las dejó caer.

Belt/El Mundo
18/marzo/2008


Las Brigadas Rojas mataron a Aldo Moro para impedir el 'compromiso histórico'

Las Brigadas Rojas secuestraron y asesinaron al dirigente democristiano Aldo Moro porque la Democracia Cristiana representa un régimen "que oprime al pueblo" y para impedir que llevase a cabo el compromiso histórico con el Partido Comunista Italiano (PCI). Así lo revelan las motivaciones, hechas públicas ahora, emitidas por el tribunal que condenó a 63 miembros de la mencionada organización terrorista el pasado mes de enero por el delito Moro.

¿Por qué Moro? Fue ésta la primera pregunta que Italia y la opinión internacional se hicieron aquella mañana del 16 de marzo de 1978, cuando se supo que el presidente de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, había sido secuestrado por las Brigadas Rojas y asesinados los cuatro agentes de su escolta. A esta pregunta ha tratado de responder, en un volumen de 1.400 páginas, el tribunal de Roma que juzgó y condenó a los responsables del secuestro y asesinato de Moro.El volumen recoge las actas de la sentencia contra los 63 procesados por el secuestro y asesinato de Moro, la mitad de los cuales fue condenada el pasado mes de enero a cadena perpetua, el resto a penas menores.
El proceso duró nueve meses y se celebró en un gimnasio, blindado como un bunker, del Foro Itálico de Roma. El tribunal permaneció encerrado 160 horas para decidir la histórica sentencia que fue leída en 10 minutos, y cuyas motivaciones han sido hechas públicas ahora.
Según el tribunal que juzgó a la columna romana de las Brigadas Rojas, responsable del delito, el estadista democristiano fue asesinado porque las Brigadas Rojas consideraban que la Democracia Cristiana era un "régimen que oprime al pueblo" y que Moro estaba decidido a hacer un Gobierno con el apoyo de los comunistas, lo que, a su juicio, era "un intento de construir el consenso proletario a favor de las decisiones del capital".
Moro fue sacrificado, pues, porque se temía que estaba trabajando a favor del compromiso histórico, mientras las Brigadas Rojas intentaban "cambiar la dirección política del país e introducir un régimen de poder rejo". Se afirma también que la eliminación de Moro era un golpe contra los seguidores de Enrico Berlinguer, el secretario y líder del Partido Comunista Italiano (PCI), ideólogo del acuerdo entre católicos y comunistas.
Por otra parte, Moro era para las Brigadas Rojas "el hombre que trataba de seguir manteniendo en el poder a la Democracia Cristiana a través de las diversas formas de gobierno que iba inventando cada vez su aguda fantasía política". La corte afirma que la mayor parte de las informaciones provienen de los arrepentidos, sobre todo Patrizio Pecci y Antonio Savasta.

Misterios que permanecen

El tribunal emite en su sentencia un juicio severo, hacia la "incapacidad" de las instituciones del Estado en aquel momento para enfrentarse a las Brigadas Rojas y para salvar a Moro y hacia la "ineficiencia" de los servicios secretos.Quizá por esos fallos permanecen aún en la sombra muchos de los interrogantes planteados por el delito Moro. Sigue sin saberse, por ejemplo, el lugar donde Moro estuvo prisionero durante 55 días, quién le interrogó en la cárcel del pueblo,si escribió íntegramente sus cartas o si le fueron suministrados alucinógenos.
No se sabe tampoco dónde fue a parar la cartera con documentos que Moro llevaba cuando fue secuestrado y que no abandonaba nunca. Se desconoce quién decidió su muerte.
Sigue sin desvelarse si era verdad que Moro había pedido un coche blindado y no se lo habían dado. Si es verdad que Kissinger lo chantajeó durante un viaje a Estados Unidos diciéndole que era mejor que se alejara de la política si deseaba seguir por "aquel camino".
Lo que sí se ha sabido es que los brigadistas rojos no consiguieron arrancarle a Moro un solo secreto de Estado. Para el tribunal, las Brigadas Rojas fueron en sus comienzos un fenómeno puramente italiano y sólo en una segunda fase tuvieron contactos con el terrorismo internacional. Pero queda excluida la tesis de un "compló internacional" contra Moro.
Los propios terroristas condenados, o bien no sabían toda la verdad, o no la han querido contar. Lo que sí es cierto es que incurrieron en contradicciones muchas veces. Existen, por ejemplo, dos versiones sobre el lugar donde Moro estuvo prisionero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de octubre de 1983 en El País

¿Quién mató a Aldo Moro?


¿Quién mató a Aldo Moro?

El cadáver de Aldo Moro en el maletero del renault -4  tras ser encontrado en la Vía Caetani, en el centro de Roma

  • Especulaciones y medias verdades siguen salpicando el mayor magnicidio de la Italia moderna.
  • Más allá de los autores materiales -las Brigadas Rojas-, la sospecha de la existencia de una trama oculta salpica a servicios secretos, a la logia P-2 o a la red Gladio.

En la mañana del 9 de mayo de 1978 el cuerpo sin vida de Aldo Moro era descubierto por la policía en el interior de un Renault-4 rojo aparcado en la vía Caetani, en el centro de Roma. La aparición del cadáver del dirigente democratacristiano, acribillado por once balas, encogido y semicubierto por una manta en el maletero del vehículo ponía fin a un secuestro de 55 días llevado a cabo por la organización terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas (BR). El lugar donde habían aparcado el automóvil no era casual, a medio camino de las sedes centrales de la Democracia Cristiana (DC) y del Partido Comunista Italiano (PCI), los dos principales partidos del país y los más firmes defensores de no negociar con los secuestradores. El asesinato también era el final del compromiso histórico formulado por el secretario general del PCI, Enrico Berlinguer,  y en el que Moro, por convencimiento o por táctica, estaba dispuesto a experimentar.
De hecho, el presidente de la DC fue secuestrado cuando se dirigía a la sesión de investidura del cuarto gobierno de Giulio Andreotti. El nuevo ejecutivo iba a ser apoyado parlamentariamente por los comunistas en una fórmula inédita en la política italiana. Su trágico final enterró aquel intento. Los democratacristianos volvieron a pactar con socialistas y pequeños partidos centristas los sucesivos gobiernos hasta el cambio de escenario político de 1992 –proceso de Manos Limpias contra la corrupción, destrucción del sistema de partidos vigente desde 1945 e irrupción de Berlusconi-. 
A finales de los años 70 en Italia, época conocida como los años de plomo , donde coincidieron el terrorismo de extrema derecha –con los grandes atentados de la plaza Fontana de Milán y la estación de ferrocarril de Bolonia- con el de extrema izquierda  –en parte,  heredero del mayo del 68 y del desencanto con las políticas de los partidos comunistas-  tuvo una influencia decisiva en el desenlace del secuestro. Su política de acuerdos con los comunistas alteraba el equilibrio político del sur de Europa y cuestionaba las bases de la guerra fría. Ni Washington ni Moscú veían con simpatía la deriva italiana. En este contexto, es difícil sustraerse –y la historiografía de los últimos treinta años no lo ha hecho-  a considerar el secuestro y asesinato de Aldo Moro como una operación política de largo alcance, donde más allá de los ejecutores materiales –las Brigadas Rojas- se extiende una trama oscura donde se adivinan los hilos de los servicios secretos –principalmente, estadounidense-, la logia masónica P-2 o la organización Gladio.
El secuestro
El 16 de marzo de 1978, un comando de al menos 10 terroristas, algunos de ellos vestidos con uniformes de la compañía de aviación Alitalia, apostados en el cruce que une las vías Mario Fani y Stressa, en el norte de Roma, interceptaron a las nueve de la mañana el Fiat 130 en que viajaba Aldo Moro y el Alfa Romeo de sus escoltas. En una operación diseñada por el jefe de las BR en Roma, Mario Moretti, ametrallaron al chofer y a los guardaespaldas. Seleccionaron con exactitud dos de las cinco carteras que llevaba consigo, introdujeron a Moro en un coche y abandonaron  la escena del crimen. La acción había durado tres minutos.
Una operación milimetrada sobre la que penden algunos interrogantes. Los terroristas abatieron a los cinco acompañantes sin ocasionar ningun daño a Moro –aunque la autopsia reveló una herida en una nalga que pudo haber sido causada en el momento del secuestro-. La precisión del ametrallamiento sorprende para unos jóvenes sin formación militar. Algunas fuentes revelaron que 49 de los 91 disparos partieron de un solo hombre y apuntaron la tesis de un miembro de la ndranghetta, la mafia calabresa, conectado con los servicios secretos. Un testigo afirmó haber oído gritar órdenes con acento extranjero. Otros testimonios declararon haber visto una moto Honda con dos hombres a bordo.
Otros dos elementos levantaron suspicacias. Primero, se conoció que un agente del servicio secreto militar italiano había sido visto en vía Fani –explicó que iba a casa de un amigo-. Segundo, debido a una caída repentina de las líneas telefónicas en la zona del tiroteo, el primer aviso no llegó a la policía hasta las 9.05 horas.
También llama la atención la inexperiencia de la policía en la lucha antiterrorista. El escenario se contaminóde la forma más chapucera. Prensa y curiosos pasearon por el lugar e incluso un enviado de la RAI exclamó en una conexión en directo: “Ah, he pisado sin querer los casquillos”. En el mismo sentido, cuando fue encontrado el cadáver de Moro el coche fue rodeado por una multitud de policías y curiosos que  infringían las más elementales normas de investigación.
El cautiverio
Durante esos casi dos meses, la sociedad italiana se vio sacudida por el debate inevitable de abrir o no la negociación con los terroristas. El proceso fue dramático debido a los sucesivos comunicados de las Brigadas Rojas y, especialmente, a las cartas desesperadas enviadas por el propio Moro a sus compañeros de partido –solicitándoles que accedieran a negociar su liberación- y a su mujer.  Como señaló Enric Juliana, en un artículo a los veinte años del crimen, “el secuestro de Moro acabó siendo una tragedia griega, el ansia humana por sobrevivir contra la razón de Estado”.
Dos días después del secuestro, el día 18, el periódico Il Messaggero   recibió una llamada anónima en la que se informaba el lugar donde se encontraba el primer comunicado y anunciaba que “un núcleo armado de la Brigadas Rojas ha capturado y recluido en una prisión del pueblo a Aldo Moro
El 25 de marzo, se recibió la segunda comunicación de la banda en el que se anunciaba que “se buscarían las directas responsabilidades de Aldo Moro por las cuales y con criterios de justicia proletaria, será juzgado”.  Para algunos autores, el término juzgado alertó a instituciones y agencias de seguridad. Moro había sido presidente de Gobierno dos veces y ministro de Asuntos Exteriores, por tanto disponía de información confidencial y secretos de Estado que podían implicar a servicios secretos y gobiernos extranjeros.
El día 29 se recibió un nuevo mensaje y una carta de Moro dirigida a su amigo y ministro del Interior, Francesco Cossiga, en la que solicitaba a los dirigentes del partido ser canjeado. Sin embargo, el Gobierno decidió mantener una postura firme frente a los terroristas. Ante al silencio del ejecutivo, el 4 de abril las Brigadas enviaron  el cuarto comunicado en el que exigían la liberación de los prisioneros comunistas. El 15 de abril, en la sexta comunicación se notificaba que el interrogatorio “había terminado, se le había encontrado culpable y condenado a muerte”.
El falso comunicado 
Tres días después, el caso dio un giro inesperado. Un nuevo comunicado anunciaba que “el presidente de Democracia Cristiana, Aldo Moro, ha sido ejecutado mediante suicidio” y que su cuerpo yacía en el lago Duchesse, cerca de la localidad de CartoreLa conmoción fue enorme, pero tras dos días de búsqueda infructuosa se recibió un nuevo comunicado de la banda, en el que negaban su autoría en el mensaje anterior y lo atribuían a “los especialistas en guerra psicológica”. Adjuntaban una fotografía del prisionero sosteniendo el periódico La Repubblica del día anterior.
Hace pocos años, el controvertido especialista estadounidense en terrorismo, Steve Pieczenick, confirmó en una entrevista que ese comunicado fue elaborado por los servicios secretos italianos y que su finalidad era preparar a la opinión pública para lo peor.  Pieczenick, miembro de un equipo estadounidense enviado para asesorar a los italianos, confesó que su misión fue hacer creer a las BR que pese a la aparente posición de firmeza del Gobierno italiano sería posible llegar a un acuerdo. Tras el falso comunicado de la muerte y el fracaso posterior de cualquier negociación, defraudados terroristas se vieron abocados a tomar la más funesta decisión.
El día 24 de abril se recibió el octavo mensaje, en el que se reiteraba la condición de preso político de Moro y se ofrecía su intercambio por trece brigadistas presos. El 29 de abril, en un último y desesperado intento, Moro envió cartas a sus compañeros solicitando que fuera convocado el Consejo Nacional del partido. Inútil. El 3 de mayo, Giulio Andreotti, presidente del Gobierno, reiteró la negativa del Ejecutivo. Dos días después, se recibió el último comunicado (nº 9) en que se anunciaba la condena a muerte de Moro, la exculpación de las BR y acusaban al Gobierno de asesinato de Estado.
La ejecución
El cautiverio de Moro duró 55 días. Permaneció todo el tiempo en una falsa habitación camuflada detrás de una librería del salón de un piso de la vía Montalcini nº 8 de Roma. Básicamente, le custodiaron el jefe del comando Mario Moretti, que se encargó de los interrogatorios, Prospero GallinariGermano Maccari y Anna Laura Braghetti, que en marzo de 1998 dio a conocer algunos detalles de cómo transcurrieron los últimos minutos de la vida de Aldo Moro. Gallinari no dejó ni un minuto el piso durante los 55 días del secuestro –se había fugado de la cárcel de Treviso en 1976-.  No salió ni la mañana del 9 de mayo, cuando Moro fue escondido en una cesta, llevado al garaje por Moretti y Maccari e introducido en el maletero del Renault-4 donde fue asesinado por once disparos. Después dejaron el coche en vía Caetaní.
Durante bastante tiempo se pensó que Gallinari había sido quién mató a Moro, pero en octubre de 1993, Mario Moretti confesó haber sido el autor material “no habría permitido que lo hiciese otro”.  Sin embargo, diferentes autores y la comisión parlamentaria que investigó el caso encontró varios puntos oscuros en la versión de los brigadistas. Durante la autopsia se encontró arena de playa en el traje de Moro y también algunas monedas en un bolsillo. Tampoco los cinco juicios celebrados contra 13 brigadistas implicados han esclarecido los puntos oscuros. Dos nunca fueron capturados. Sobre uno de ellos se apunta que podía ser un infiltrado de los servicios secretos italianos; sospecha que también se extendió al mismo Moretti.
Además de la duda sobre la autoría del asesinato, siempre las ha habido sobre la capacidad de las Brigadas para  mantener escondido a Moro durante 55 días. A pesar de los 13.000 policías movilizados, los 40.000 registros domiciliarios y los 72.000 controles de carretera sorprende que durante los casi dos meses de secuestro la policía italiana no llevara a cabo ninguna detención. En 1981, se descubrió que la mayor parte de la cúpula del ministerio del Interior, encargada de la investigación del secuestro, pertenecía a la logia masónica P-2.
Tampoco se sabe donde fueron a parar los escritos de Moro en cautiverio: casi cien textos entre cartas y testamentos. Fueron enviadas 30 misivas, siete de ellas publicadas. Otras vieron la luz poco a poco. Sus acusaciones eran muy duras, especialmente, con sus compañeros de partido “mi sangre caerá sobre vosotros"Su mujer, Eleonora, que nunca perdonó a Giulio Andreotti, Francesco Cossiga y  Benigno Zaccagnini –secretario general de la DC-,  prohibió que se celebrase un funeral de Estado. Sí que consiguió que Pablo VI escribiera una carta a las BR pidiendo su libertad.    
Del memorial, supuestamente escrito por Moretti, con las transcripciones de los interrogatorios a Moro apareció una copia pero se sospecha que la policía hizo desaparecer la parte más comprometedora para los intereses del Estado. Además, se descubrió que la impresora de los comunicados de las Brigadas Rojas provenía de las oficinas de los servicios secretos que entrenaban a los miembros de la Gladio, la fuerza paramilitar financiada por la CIA para prevenir un posible golpe comunista en Italia.
El caso Moro conmocionó al mundo en 1978. Para los italianos es un affaire que aún permanece abierto, al igual que el asesinato del presidente Kennedy para los estadounidenses. Son demasiadas sospechas, demasiadas especulaciones, demasiadas medias verdades para cerrar el caso. Aunque las Brigadas Rojas secuestraron y mataron a Moro, la tesis más pausible es que intervinieron más actores que manipularon al grupo según sus intereses. Pocos parecían quererlo vivo. Sabía demasiado sobre la guerra sucia. Se impuso la razón de Estado. Moro fue sacrificado.
Foto enviada por las Brigadas Rojas al periódico 'Il Menssaggero' para demostrar que Aldo Moro seguía vivo
Foto enviada por las Brigadas Rojas al periódico "Il Menssaggero" para demostrar que Aldo moro seguía vivo
La vanguardia. 9 de mayo de 2013

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