Limpiar la casa, cuidar de las personas mayores, de los hijos y de las hijas, hacer de comer, planchar, …son tareas cotidianas necesarias, sin las cuales el resto del “aparato” social y económico no funciona.
Normalmente, detrás de personas en ocupaciones intelectuales, políticas, incluso sociales y religiosas, y muchas otras otras ocupaciones que digamos tienen “brillo” en la esfera social, hay una o más de una persona -casi siempre mujeres- que se ocupa (remuneradamente o no) silenciosamente de la casa y de todas aquellas tareas sin este “brillo” social pero absolutamente fundamentales para la vida diara.
Las cuestiones de las trabajadoras domésticas no pueden analizarse adecuadamente separadamente de las cuestiones más amplias de la discriminación por motivos de género en el lugar de trabajo en general.
El trabajo doméstico es una de las ocupaciones más antiguas y más importantes para millones de mujeres alrededor del mundo. El informe de la Organización Internacional del Trabajo – OIT-VI sobre el trabajo decente para los trabajadores domésticos declaró que el trabajo doméstico está arraigado en la historia global de la esclavitud, el colonialismo y otras formas de servidumbre.
En la sociedad contemporánea, el trabajo del cuidado en el hogar es vital para que la economía fuera del hogar funcione. En los últimos dos decenios la demanda por el trabajo de los cuidados ha ido en aumento en todas partes. La incorporación masiva de mujeres al trabajo remunerado, el envejecimiento de las sociedades, la intensificación del trabajo y la frecuente falta o insuficiencia de medidas políticas para facilitar la conciliación de la vida familiar y el trabajo apuntalan esta tendencia.
Hoy en día, las trabajadoras domésticas representan una gran parte de la fuerza de trabajo, especialmente en los países en desarrollo, y su número ha aumentado, incluso en el mundo industrializado.
Sin embargo, el trabajo doméstico está infravalorado y mal regulado, y muchas trabajadoras domésticas siguen sobrecargadoas de trabajo, mal pagadas y sin protección. Frecuentemente se registran denuncias de malos tratos y, en muchos países, el trabajo doméstico es en gran parte realizado por niños o niñas.
Esto se debe en parte al hecho de que el trabajo doméstico remunerado sigue siendo prácticamente invisible como forma de empleo en muchos países, ya que permanece una lógica de fondo de que es una relación personal entre empleador y empleada y no una relación contractual laboral.
El trabajo doméstico no tiene lugar en una fábrica o en una oficina, sino en el hogar. Los empleados no son hombres en la mayoría de los casos, sino abrumadoramente mujeres. No trabajan junto a otras compañeras de trabajo, si no aisladas a puerta cerrada. Su trabajo no está dirigido a producir valor añadido, sino a proporcionar atención a millones de hogares.
El trabajo doméstico típicamente implica el trabajo de otra manera no remunerado tradicionalmente realizado en el hogar por las mujeres. Esto explica por qué el trabajo doméstico está infravalorado en términos monetarios y a menudo es informal e indocumentado. Tiende a ser percibida como algo distinto al empleo regular, ya que no encaja en el marco general de las leyes laborales existentes en muchos casos y debido a que sus orígenes se remontan a la relación de “amo-servidor”.
En consecuencia, la relación de trabajo doméstico no se aborda específicamente en muchas disposiciones legislativas, por lo que las trabajadoras domésticas son vulnerables a un trato desigual, injusto y a menudo abusivo en muchos países del mundo.
En países como Egipto o el Líbano las trabajadoras domésticas en algunos sectores enfrentan situaciones lindantes con la esclavitud, ya que en muchos casos se las tiene internas reteniéndoles la documentación, sometiéndolas a abusos (físicos y verbales) y explotación.
El expectro de violación de derechos y desprotección es amplio diverso de unos países a otros. Además, en muchas ocasiones se solapan vulnerabilidades en el caso de las mujeres migrantes y empleadas del hogar. Pero incluso en sociedades “desarrolladas” y con marcos regulativos avanzados, el trabajo doméstico es un campo en el que queda mucho por conseguir.
Es este un tema más de las muchas facetas de la infravaloración de los cuidados en nuestra sociedad y de la invisibilidad de las mujeres…
Ya decía el Principito que lo esencial es invisible a los ojos.
María Luisa Caparrós
entreParéntesis
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