Alta tensión. Esas palabras describen bien el estado de la relación entre la Santa Sede y el arzobispo de San Juan de Puerto Rico
ANDRES BELTRAMO ALVAREZCIUDAD DEL VATICANO
Sometido a múltiples acusaciones, Roberto González Nieves ya fue investigado por un visitador pontificio. En Roma le pidieron que presente su renuncia, pero él no piensa dejar su puesto. Sostiene su inocencia y está dispuesto a comprobarla.
Desde hace varios años El Vaticano mantiene un estire y afloja con el prelado. El prefecto de la Congregación para los Obispos, Marc Ouellet, quiso cortar por lo sano el 15 de diciembre durante una reunión en la cual participó también su secretario, Lorenzo Baldisseri. Un encuentro que terminó siendo áspero, tenso. En esa oportunidad el purpurado sugirió a González Nieves que era hora de dar su dimisión y buscar otro puesto en la Iglesia.
¿La respuesta? Una larga carta en la cual el acusado se defiende de cada uno de los señalamientos. Fechada el 20 de febrero y dirigida al propio Ouellet, la misiva puso por escrito toda la rabia del arzobispo.
El texto, de seis páginas, reveló las cuatro acusaciones: proteger a sacerdotes pedófilos, haber realizado una investigación contra el presbítero Edward Santana sin jurisdicción para ello, haber propuesto las “residencias compartidas” y la promoción de un “altar de la patria” en su catedral.
González Nieves tiene defensores y detractores por igual, tanto dentro como fuera de Puerto Rico. Su primer crítico es el delegado apostólico Josef Wesolowski, que durante meses ha presionado para su destitución. Su labor provocó que la Congregación para el Clero ordenase una visita apostólica, una auditoría encargada al arzobispo ecuatoriano de Guayaquil, Antonio Arregui Yarza. Un procedimiento iniciado el 25 de octubre de 2011 y todavía en curso.
Simultáneamente la Congregación para el Clero solicitó a la Doctrina de la Fe información relacionada con diversos casos de supuestos abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes de la arquidiócesis. Pero, según pudo confirmar el Vatican Insider, ese dicasterio no identificó irregularidades en la actuación de González Nieves.
Otros dos puntos lo pondrían en entredicho. El primero es su propuesta de las llamadas “residencias compartidas”: una ley que tutele la convivencia de las parejas formadas por personas del mismo sexo (homosexuales o no), que garantice sus derechos de herencia, visitas hospitalarias y acceso a planes médicos, pero sin equiparar sus uniones al matrimonio o al concepto de familia.
El segundo corresponde al “altar de la patria”, el título dado a una de las capillas de la catedral y que ha desatado apasionadas controversias. Puerto Rico es un territorio libre pero asociado a los Estados Unidos. Sus políticos se dividen entre quienes quisieran una autonomía total y quienes desean seguir anexados a la unión. En este contexto muchos consideran que el altar es la prueba concreta del involucramiento político “independentista” del arzobispo.
Aunque en Roma le pidieron mantener estricta confidencialidad, él decidió confiar sus problemas a varios clérigos de alto nivel. A sus compatriotas puertorriqueños Félix Lázaro, de la diócesis de Ponce y a Álvaro Corrada del Río. Además de los cardenales Bernard Law, William Joseph Levada, Sean O’Malley, Oscar Rodríguez Maradiaga y Timothy Dolan.
Presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña entre 2001 y 2007, en Roma consideran que todos los obispos del país “están de su lado”. Y eso parece molestar. Por lo pronto el delegado apostólico Wesolowski viajará en las próximas semanas a Puerto Rico. ¿Podrá placar los ánimos? Encomienda difícil.
Vatican Insider
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