Sunday, June 21, 2009

2º Discurso de Benedicto XVI junto al Padre Pío - El angelus del domingo 21 de junio de 2009


Queridos hermanos y hermanas,

Al concluir esta solemne Celebración, les invito a recitar conmigo – como cada domingo - la oración mariana del Ángelus. Pero aquí, en el santuario de san Pío de Pietrelcina, nos parece escuchar su propia voz, que nos exhorta a dirigirnos con corazón de hijos a la Virgen Santa: “Amen a la Virgen y háganla amar”.
Así repetía a todos, y más que las palabras valía el testimonio ejemplar de su profunda devoción a la Madre celeste. Bautizado en la iglesia de Santa María de los Ángeles de Pietrelcina, con el nombre de Francisco, como el Pobrecillo de Asís, siempre nutrió por la Virgen un amor muy tierno. La providencia lo condujo después aquí, a San Giovanni Rotondo, al Santuario de Santa María de las Gracias, donde permaneció hasta la muerte y donde reposan sus restos mortales.
Toda su vida y su apostolado se desarrollaron bajo la mirada materna de la Santísima Virgen y con la potencia de su intercesión. También, a la Casa Alivio del Sufrimiento, él la consideraba obra de María “Salud de los enfermos”. Por lo tanto, queridos amigos, siguiendo el ejemplo de Padre Pío, también yo, hoy, quiero confiar todos ustedes a la materna protección de la Madre de Dios. De modo particular la invoco por la comunidad de los Frailes Capuchinos, por los enfermos del Hospital y por cuantos con amor los cuidan, como también por los Grupos de Oración que llevan adelante, en Italia y en el mundo, la consigna espiritual del Santo fundador.

A la intercesión de la Santísima Virgen y de san Pío de Pietrelcina quisiera confiar de manera especial el Año Sacerdotal, que inauguré el viernes pasado, Solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. Que sea una ocasión privilegiada para colocar a la luz el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio.

Oremos este día también por la situación difícil y a veces dramática de los refugiados. Se ha celebrado justamente ayer la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas. Muchas son las personas que buscan refugio en otros Países escapando de situaciones de guerra, persecución y calamidad, y su acogida presenta no pocas dificultades, y sin embargo es un deber. Quiera Dios que, con el compromiso de todos, se logre lo más posible remover las causas de un fenómeno tan triste.

Con gran afecto saludo a todos los peregrinos aquí reunidos. Expreso mi agradecimiento a las autoridades civiles y a cuantos han colaborado en la preparación de mi visita. ¡Gracias de Corazón! A todos les repito: caminen por el camino que el padre Pío les ha indicado, el camino de la santidad según el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Sobre este camino les precederá siempre la Virgen María, y con mano materna les guiará a la patria celeste.

Desde San Giovanni Rotondo, ante el Santuario de San Pío de Pietrelcina, saludo cordialmente a los polacos, particularmente a los participantes en el milenario del martirio de san Bruno de Querfurt que hoy, en Gizycko, agradecen a Dios por el don de la fe llevada por este gran misionero. Que su esfuerzo a favor de las buenas relaciones entre las naciones fructifique en su concordia y en el celo por el anuncio del Evangelio. A todos les bendigo de corazón.
Ecclesia

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