Por Chantal Subirats
Debe reconocerse el mérito de los Kakure Kirishitán por mantenerse lo más fieles posibles a la religión cristiana pese a su recogimiento psicológico. Si bien, el grupo que no abrazó el Catolicismo en la segunda oleada pueden ser considerados como una secta minoritaria.
Esto desembocó en la prohibición y expulsión de extranjeros y en la eliminación de influencias externas por cualquier medio. Tal fue el caso de la erradicación de los cristianos y sus símbolos, que habían gozado de una inmensa popularidad. Pese a esto, se siguieron permitiendo otras religiones que gozaban de mayor tradición en el país.
Pero ante tal panorama político sólo cuatro eran las opciones que tenían los fieles cristianos: el martirio, la conversión al Budismo, el exilio autoimpuesto (en zonas montañosas o en las islas de Gotö) o mantener la fe en secreto. Aunque esta clandestinidad puede recordarnos a los primeros tiempos del Cristianismo y los encuentros comunales en las catacumbas, parece que en Japón los estudiosos no se ponen de acuerdo. Por un lado, hay quienes sostienen que la práctica de la fe se desarrolló individualmente en el ámbito privado. Por otro, existe la hipótesis de la pervivencia de centros de culto colectivo (conocidos como tsumoto) o reuniones conjuntas en domicilios privados. Sorprende enormemente que dichas prácticas perduraran, incluso cuando se levantó la prohibición con la dinastía Meiji, a partir de 1877.
Pero antes de esta nueva era, ¿qué estrategias siguieron los cristianos para no ser detectados por el gobierno? Se entró en un período de absoluto sincretismo que también se reflejó en la pintura. Las creencias dominantes eran la budista (religión oficial del país) y la shintoista. Ambas acabaron influenciando a un sector de los cristianos que empezaron a autodenominarse Kakure Kirishitán, que significa «religión oculta». Un ejemplo de ello fue la práctica de esconder amuletos entre la ropa como símbolo de protección, costumbre original del Shintô (tonoto kami). Si bien, la estrategia más habitual fue la de simular la conversión al Budismo y adaptar la simbología cristiana. No es raro observar que muchas esculturas de Buda tienen en la parte posterior unas incisiones en forma de cruz. Otros ejemplos encontrados eran los rollos colgados en los domicilios privados que representaban a Cristo, la Virgen María y a los Santos y Mártires oficiales y locales, recipientes y palos para distribuir agua aludiendo al bautismo, cáñamo y cuerdas para infligir dolor utilizados para hacer penitencia y expulsar a los demonios del cuerpo y del hogar (otenpensia), entregar a los enfermos trozos de papel en forma de cruz para representar la Eucaristía (onaburi) y cruces de madera repartidas en lugares discretos de la casa que simulaban los misterios de Cristo y la Virgen (ofuda).
A finales del siglo XIX, oleadas de misioneros católicos procedentes de Francia penetraron de nuevo en Japón para reemprender la evangelización. ¡Y para su sorpresa hallaron unos 35.000 practicantes de la fe cristiana! Muchos se identificaron rápidamente con ellos, pero otros estaban tan contaminados por la influencia budista que habían perdido la percepción correcta y no reconocieron su doctrina. Recordemos que prácticamente desde los inicios, se vieron privados de sus clérigos y de los libros cristianos, así que evolucionaron de acuerdo con los sistemas indígenas propios del país. Hay quien interpreta el hecho desde otro punto de vista: como las oraciones tenían un claro sello ibérico, la negativa a reunirse con una Iglesia establecida puede ser visto no tanto como una negación de ésta, sino más bien como una muestra de fidelidad a las raíces de aquellos primeros misioneros.
¿Podemos hablar de este grupo como cristiano? Veamos primero algunos aspectos. Un estudio llevado a cabo en las islas de Gotö, reducto de los Kakure Kirishitán, menciona a varios personajes clave cuyos nombres de pila son bíblicos. El chokata es el miembro de mayor rango y preside la celebración del nacimiento de Cristo en su propio domicilio y, al día siguiente, en la de su ayudante, el shikuro. También se ocupa del calendario festivo, preside los funerales y los festejos mortuorios. El mizukata, actual cargo honorífico, se responsabilizaba de administrar el Bautismo, función que apenas realiza este grupo religioso. Hoy en día sólo los adultos están dispuestos a aprender las oraciones de tradición oral y sólo los más ancianos comprenden su significado. Para ellos, la Virgen (Maru) y su hijo (Anata Sama) son las únicas figuras centrales de adoración. Lo que ocurrió tras la crucifixión es una página en blanco para los Kakure Kirishitán. Algunos creen que fue divinizado de la misma forma que los shintoistas lo hacen con sus ancestros. Existen muchas contradicciones entre el dogma de cada comunidad de raíz cristiana, por lo que sorprendió a los misioneros franceses la pervivencia de estas creencias. El calendario coincide bastante con el nuestro, aunque se mezcla la liturgia cristiana con festividades agrícolas ancestrales. La mayoría son de práctica individual y, colectivamente, se mantienen varios rituales, ofrendas, oraciones y ayunos.
Debe reconocerse el mérito de los Kakure Kirishitán por mantenerse lo más fieles posibles a la religión cristiana pese a su recogimiento psicológico. Si bien, el grupo que no abrazó el Catolicismo en la segunda oleada pueden ser considerados como una secta minoritaria. Creen en los santos y en los mártires, realizan prácticas cristianas –con distintas variantes-, pero tienen un elevado desconocimiento sobre el contenido de algunas liturgias, oraciones y aspectos doctrinales básicos que, o no entienden, como es el caso de la Santísima Trinidad, o confunden. Esta ignorancia se ve agravada por la falta de uniformidad entre las distintas comunidades. Por este motivo asombra aún más la pervivencia de estos ritos durante tantos siglos. Si bien es cierto que el futuro de los Kakure Kirishitán es en estos momentos incierto. En los años ochenta se convocó una reunión de los chokata en Narushima para hacer frente al declive de sus creyentes, pues los jóvenes se convertían a las religiones mayoritarias (Catolicismo, Budismo y Shintô). De quince invitaciones que se hicieron para formalizar un encuentro entre todos los chokata y debatir sobre su situación, acudieron diez y no llegaron a ningún acuerdo.
Notas bibliográficas
The Portrait of S. Francis Xavier in Kobe
Grace A. H. Vlam
Zeitschrift für Kunstgeschichte 42 Bd., H. 1 (1979), pp. 48-60 (article consists of 13 pages)Published by: Deutscher Kunstverlag GmbH Munchen Berlin
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/1482014
Religion Concealed. The Kakure Kirishitán on Narushima
Christal Whelan
Monumenta Nipponica Vol. 47, No. 3 (Autumn, 1992), pp. 369-387 (article consists of 19 pages)Published by: Sophia University
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/2385104
The Kakure Kirishitán and Their Place in Japan's Religious Tradition
Ann M. Harrington
Japanese Journal of Religious Studies Vol. 7, No. 4 (Dec., 1980), pp. 318-336 (article consists of 19 pages)
Published by: Nanzan Institute for Religion and Culture
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/30233252
Chantal Subirats,
Lda. en Historia e investigadora.
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