Cuando quieras rezar, entonces, la primera pregunta es:¿cómo abro mis manos cerradas?
Seguro que a través de la violencia, no. Tampoco por medio de una decisión forzada.
Tal vez puedas encontrar tu propio modo de rezar escuchando atentamente las palabras que el ángel dirigió a Zacarías, a María, a los pastores y a las mujeres en la tumba: "No tengáis miedo".
No tengáis miedo de Aquel que quiere ingresar a vuestro espacio más íntimo e invitaros a soltar aquello a lo que os aferraís con tanta ansiedad.
No tengáis miedo de mostrar la fría moneda con la cual, de cualquier manera, compraríais tan poco.
No tengáis miedo de ofrecer vuestro odio, vuestra amargura y vuestra decepción, a Aquel que es amor y nada más que amor. Incluso si sabéis que contáis con poco para mostrar, no temáis dejarlo ver
Henri Nouwen
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