Críticas tras las masiva expulsión de personas de esta etnia de Francia
(José Luis Palacios) El obispo de Sigüenza–Guadalajara y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, José Sánchez, ha mostrado su preocupación ante la expulsión de gitanos rumanos y búlgaros emprendida por el Gobierno francés. “Nos trae un recuerdo terrible, que nos remite a estados totalitarios, xenófobos o racistas como el régimen nazi y el de Stalin”, ha declarado a Vida Nueva quien fuera secretario general de la Conferencia Episcopal.
El obispo responsable de la pastoral con inmigrantes expresa su inquietud por que pueda “tener un efecto expansivo, favorecido por las actuales leyes de inmigración, hospitalidad y de asilo, que son notablemente más restrictivas de lo que lo han sido en otros tiempos en Europa”. Las expulsiones masivas son, en su opinión, “un signo de una actitud drástica frente a una situación que plantea sus problemas y dificultades, como, por otra parte, ha planteado siempre la existencia de una población extraña, diferente en otro país”. Por ello, Sánchez apuesta, más que por políticas coercitivas, por “buscar soluciones”.
Aunque el Gobierno francés asegura que las repatriaciones están siendo mayoritariamente voluntarias –incentivadas por unos cientos de euros y por veladas amenazas–, la escalada verbal del propio jefe del Estado francés, Nicolás Sarkozy, y sus ministros, así como el hecho de que el 90% de los repatriados sean de la etnia gitana, preocupa a los defensores de los derechos humanos. De un total de 8.030 personas, 1.291 fueron “obligadas” a regresar a sus países y 6.739 lo hicieron “voluntariamente” en 27 vuelos “especialmente contratados” para ellos, según el ministro de Inmigración e Identidad Nacional galo.
Sánchez, que fue delegado para los capellanes españoles en Alemania, pone especial acento en el hecho de que las expulsiones de gitanos de Francia se estén llevando a cabo de forma masiva o en grupo: “Suenan a deportación, lo que hace recordar fechas que creíamos felizmente superadas”, reconoce a esta revista. En la misma línea apunta Benjamín Cabaleiro, de la Fundación Secretariado Gitano, quien no duda en calificar de “barbaridad” el hecho de “criminalizar a toda la comunidad gitana por lo que puedan haber hecho algunos que viven en zonas marginadas”.
Sánchez no ha querido ocultar el temor a que lo sucedido en el hexágono francés sirva para exasperar la intolerancia en nuestro país. Según datos del Secretariado Gitano, se calcula que en la actualidad los gitanos extranjeros entre nosotros rondan los 50.000, si bien se tratan de aproximaciones pues la etnia no es un dato que se recoja en los censos oficiales. Con respecto a la comunidad gitana, el obispo de Sigüenza–Guadalajara reconoce que “faltaba una pastoral específica, aunque se decía que las iglesias y los servicios estaban abiertos a ellos”.
Antonio Jesús Heredia, director del Departamento de Pastoral Gitana de la Conferencia Episcopal, ha coincido en señalar que “siempre son injustos los procedimientos de expulsión masivos en los que no hay diálogo, y más en un mundo globalizado donde se comparten tantas cosas”. Recién nombrado párroco de la iglesia del granadino barrio de Almanjáyar, este sacerdote gitano afirma que la prioridad de su Departamento pasa por dejar de considerar a la persona gitana como una persona pobre para pasar a verla “como un agente a evangelizar”. Este cura nacido en Órgiva defiende la necesidad de permitir al pueblo gitano que “exprese su fe según su sentir y su cultura”.
Vida Nueva
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