Rio de Janeiro, 30 de setiembre de 2010
La educación marcó la pauta del mes de setiembre: el tercer encuentro de rectores y directores de colegios, la novena asamblea de la Federación de Colegios Jesuitas en América Latina (FLACSI) y la séptima reunión del Sector Educación, eventos todos desarrollados en Quito, han sido el espacio para trabajar temas de formación de líderes e incidencia, el trabajo en red y las prioridades de la CPAL en su proceso de planificación apostólica.
Este último punto concentra la atención de estas líneas. Formuladas las prioridades en la Asamblea de Guatemala, los sectores apostólicos van tomando conciencia poco a poco de su importancia para los propios planes estratégicos en orden a caminar juntos en la misma dirección durante los próximos diez años. Uno de los objetivos de la CPAL, expresado en sus Estatutos, es precisamente éste: “Fijar prioridades apostólicas comunes, teniendo en cuenta las preferencias globales de la Compañía y los desafíos de la región, en una planificación apostólica interprovincial que permita una combinación mejor discernida de las prioridades locales y regionales de la misión en América Latina” (nº 9). No es extraño, por tanto, que los sectores se pregunten de qué modo esas prioridades van a afectar el accionar en que se encuentran. Lo extraño sería que no lo hiciesen y pasaran de largo.
Es muy importante, además, que esta pregunta se dé en el Sector Educación. Es el que concentra el mayor números de instituciones y de jesuitas en América Latina: FLACSI reúne más de 90 centros de educación primaria y secundaria, la Asociación de Universidades Jesuitas (AUSJAL) 30 instituciones de educación superior, la Federación Internacional de Fe y Alegría 1,200 colegios y 56 radios aproximadamente. Los jesuitas que trabajan en este sector superan los 800, casi un tercio de los que se encuentran en el continente. El número de beneficiarios de los servicios que brinda este sector se acerca al millón y medio de personas. No es difícil imaginar, por tanto, la fuerza de estas instituciones actuando juntas, desde su respectiva especificidad y autonomía funcional, en torno a prioridades y objetivos comunes.
Una observación hecha a las prioridades se basa precisamente en esos números: si son tantos los jesuitas trabajando en este sector, si existen tantos centros y si se llega a tantos beneficiarios, ¿cómo es posible que no se indique la educación como una prioridad de la Compañía en América Latina? Si a ese argumento se añade, además, que la educación es uno de los ministerios apostólicos de larga data y probablemente (a través sobre todo de Fe y Alegría) el de mayor aporte a otras regiones de la Compañía, no se entendería la omisión.
Esta observación ayuda mucho para aclarar el rol que cumplen estas prioridades en relación a los sectores apostólicos, incluido el educativo. Sin desmerecer la importancia de cada uno de los sectores para la misión apostólica es claro que la CPAL optó por elaborar sus prioridades como transversales a todos ellos. Las prioridades -hay que decirlo una vez más- no son sectoriales sino transversales. Apelan por tanto a todos los sectores apostólicos y a las obras y redes que los conforman. Como todas estas obras y redes son espacios de colaboración con laicos y otros agentes eclesiales, las prioridades son también una invitación a todos ellos. Teniendo como primer interlocutor a los jesuitas, ellas se ofrecen a todos nuestros colaboradores en la misión y a las asociaciones laicales ignacianas. Las prioridades establecen el horizonte para las acciones apostólicas de todos los sectores en los que nos encontramos. Por ello, no se menciona ninguno en particular.
De otra parte, sería totalmente inadecuado distribuir las prioridades por sectores, abriendo la posibilidad de que los demás se desentiendan de las que no les toque. Por ejemplo, la que se refiere a la “cercanía y compromiso con quienes viven en la frontera de la exclusión” es de todos y no sólo del sector social. En el campo educativo, hay que recordar, por ejemplo, que los colegios de Fe y Alegría se instalan allí “donde termina el asfalto” y toda su acción educativa está orientada a elevar los estándares de calidad de la educación pública, ubicada muchas veces en medio de los más excluidos de la sociedad; AUSJAL tiene red de homólogos para estudiar temas “sociales” (pobreza, derechos humanos); los colegios en FLACSI implementan diferentes experiencias sociales.
Hablando a la comunidad educativa del colegio Crescent en Limerick (Irlanda) en su 150º aniversario, el P. General les hacía estas preguntas que son también nuestras: “¿podemos transmitir a nuestros alumnos una pasión por la justicia basada en la fe y no en las ideologías, basada en el mismo Cristo? Los que terminan sus estudios, ¿pueden irse con la sensibilidad y amor por el bien hasta tal punto que sientan dolor y desazón cuando vean injusticias? ¿Les podemos inculcar un deseo de hablar claramente y hacerlo aún cuando eso suponga tener que pagar por ello?”. Los diversos rostros de la exclusión invitan a nuestras obras educativas a hacer uso de toda su inventiva y creatividad para ayudar a revertir el dinamismo excluyente en la sociedad y, en esa tarea, tendrán sin duda un buen aliado en el sector social.
Es evidente que la segunda prioridad (“profundización y articulación del trabajo con jóvenes”) debe abrir una reflexión sobre la novedad a la que se aspira en relación a lo que ya se hace. Las tres redes educativas han sido, son y continuarán siendo espacios de vinculación con los jóvenes. No hay duda. Pero la prioridad no pide más de lo mismo, por más bueno que éste sea. El acento está en “profundizar” y “articular”, es decir, comprender mejor las culturas juveniles para tener un acercamiento adecuado, prestar mayor atención a los que tienen aptitud para el liderazgo, apoyar adecuadamente en el momento clave de la opción de vida, teniendo el servicio a la Iglesia y la sociedad como horizonte de dicha opción y avanzar en la organización en red.
Una de las conclusiones del diagnóstico realizado en este sector a propósito del PAC es que, en el paso del colegio a la siguiente etapa, perdemos contacto con el 80% de los niños y adolescentes a quienes hemos acompañado durante años. No hay una debida articulación con la etapa posterior, sea ésta la universidad, el instituto técnico o el trabajo. Fe y Alegría no ha podido encontrar aún un modelo propio de vinculación con sus exalumnos. En el sector de colegios “tradicionales” son pocas las asociaciones de antiguos alumnos que han atendido el llamado de los últimos Superiores Generales de colaborar en la misión de construir una nueva sociedad desde valores evangélicos. Hay plataformas pastorales (entre ellas, la CVX) que intentan tender el puente con resultados exitosos pero limitados apenas a algunos pocos países. Existen pocas redes juveniles ignacianas que articulen los grupos de jóvenes de colegios con los de etapas posteriores. ¿No hay aquí, pues, un desafío importante para el sector educativo?
De modo confluyente, la prioridad referida al “diálogo fe – culturas” con “particular atención a la cultura global” toca también al Sector Educación. Los jóvenes son el elemento renovador de toda cultura y, a la vez, los más “globalizados” por su habilidad en el acceso a las TICs. Centros educativos de nivel básico y superior, atentos a las dinámicas juveniles, pueden aportar mucho al conjunto del cuerpo apostólico para establecer adecuadamente ese diálogo que pide la cuarta prioridad.
Es clave también ofrecer en nuestras instituciones “una espiritualidad encarnada y apostólica” particularmente a través de la experiencia de los Ejercicios Espirituales. Pero esa oferta requiere no sólo idoneidad sino también una formación específica. No basta haber hecho los Ejercicios para saber orientarlos. Los centros de espiritualidad ofrecen hoy muchas posibilidades de capacitación para este ministerio. El magis que se nos pide a través de esta prioridad es proponer (nunca imponer), de modo competente, a todos los miembros de nuestras instituciones, esta experiencia de sentido en un mundo que lo busca acudiendo a falsos sucedáneos. La identidad ignaciana de nuestras instituciones no colide con la apertura de horizontes –por lo demás, muy propia de Ignacio- que debe caracterizar toda nuestra acción educativa; por el contrario, le ofrece el valor agregado que muchos de los que nos buscan desean de nosotros.
Un desafío permanente para todos los sectores –incluido por supuesto el educativo- es crecer en “conciencia y solidaridad latinoamericanas” como lo pide la prioridad nº 3. Ésta es una auténtica frontera en un continente en el que aún reinan los nacionalismos xenófobos, las sospechas y recelos mutuos, la polarización de proyectos políticos excluyentes. La prioridad nos alienta a generar planes de estudios orientados a la integración, experiencias de pasantías y voluntariados internacionales, programas de intercambios, cursos presenciales o virtuales con titulación bi o multinacional, fortalecimiento de las redes internacionales, etc. La educación puede y debe ser, sin duda, una herramienta fundamental en la construcción de una nueva pertenencia colectiva, necesaria para el desarrollo integral que deseamos.
Las prioridades de la CPAL desafían fuertemente al Sector Educativo a educar en el espíritu que las alienta. Es el paso adelante que nos permitirá avanzar a todos como un único cuerpo apostólico. La posta está en sus manos.
Ernesto Cavassa, S.J.
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