Friday, September 24, 2010

Los Objetivos del Milenio ¿son aún realizables?

Pese a la reducción del número de personas que pasan hambre en el mundo, aún hay cerca de mil millones de hambrientos


José Carlos Rodríguez Soto) Del 20 al 22 de este mes se ha celebrado en Nueva York una importante cumbre para evaluar el progreso realizado en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), cuando ya han pasado diez años desde que se asumió este compromiso y quedan sólo cinco años para agotar el plazo marcado. Por primera vez en quince años, el número de personas que pasan hambre en el mundo ha disminuido un 10%, pero antes de echar las campanas al vuelo conviene pensar que todavía existen 925 millones de hambrientos.

Lo dice la FAO en un informe sobre seguridad alimentaria publicado a primeros de septiembre. La diferencia es que si hace un año moría de hambre un niño cada seis segundos, ahora muere uno cada siete. “Es inaceptable que aún ocurra que una de cada seis personas en el mundo no tengan lo necesario para comer”, dijo el director de este organismo de Naciones Unidas, Jacques Diouf, durante la presentación del documento.
La razón de esta disminución, sin embargo, parece que se debe más a la buena suerte que a la acción de los gobiernos. Otro informe publicado casi al mismo tiempo que el de la FAO por OXFAM (y cuyas cifras de hambrientos coinciden con las del organismo de la ONU) señala de que este descenso se explica por las buenas cosechas que ha habido en el mundo durante los dos últimos años, lo que ha provocado un aumento de los alimentos a escala global.
Sea cual sea la razón, a pesar de la mejoría registrada aún estamos muy lejos de poder cumplir la primera meta fijada por los OMD, que persigue una reducción de la pobreza extrema (calibrada como vivir con menos de un dólar al día) y de los que pasan hambre para 2015.
Para Diouf, este objetivo –“el más difícil de cumplir”– no se alcanzará, entre otras cosas porque para erradicar el hambre en el mundo haría falta invertir en seguridad alimentaria unos 45.000 millones de dólares al año, y desde que 189 países de la ONU adoptaron los ODM en 2000, hasta la fecha los países ricos han entregado más hermosas declaraciones que dinero contante y sonante para el desarrollo de los países pobres.


Manos Unidas: los ODM se pueden cumplir

Manos Unidas, recién galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, participa también en la cumbre de los ODM a través de la Alianza Internacional de Agencias Católicas de Desarrollo (CIDSE, en sus siglas en inglés). Para su coordinador de documentación, Juan Souto, “luchar para erradicar el hambre y la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades, la discriminación de la mujer…son objetivos realistas y que se pueden cumplir si se implementan las políticas adecuadas y se invierte el dinero necesario, que Naciones Unidas estimó en el 0,5% del PIB de los países desarrollados”.
Al mismo tiempo que reconocen mejoras, desde Manos Unidas entienden que “la crisis económica mundial ha supuesto un frenazo en el avance y consecución de los ODM”. Souto cree en la fuerza de la presión social: “Demandemos a nuestros gobernantes que, así como han sido ágiles para conseguir dinero para sanear corrupciones bancarias y políticas, trabajen con la misma determinación para resolver los problemas de los pobres”.
Por su parte, desde la CONFER, el responsable del área de Justicia y Paz, el jesuita José Luis Saborido, recuerda que la la entidad a la que pertenece representa a miles de religiosos y religiosas muy comprometidos en la lucha contra la pobreza, el hambre y la enfermedad en el mundo, y desde esa posición dice ver la situación de los ODM “con gran desesperanza”.
Para él, lo más grave es que “la crisis no ha provocado ninguna refundación del sistema, sino todo lo contrario: un afianzamiento del mismo, dando más dinero a los que ya lo tienen y privándoselo aún más a los que tenían poco.” Pero ese panorama no provoca su desánimo. Al contrario: “Los religiosos y religiosas que dan su vida por los demás en el mundo de la pobreza saben que estos problemas no se solucionan únicamente acudiendo a las emergencias de la población pobre, sino transformando las estructuras políticas, económicas y sociales, y, sobre todo, el corazón de las personas”.
Vida Nueva

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