Monday, September 20, 2010

Benedicto XVI, Labordeta e Iniesta


Símbolos de "humildad", "sencillez", "humanidad"
Antes que la mitra, antes que la mochila, y antes que las botas, está el hombre
(José María Castillo).-Hoy, 20 de septiembre, me parece importante recordar estos tres nombres, que, tal como yo veo las cosas, nos recuerdan algo muy valioso, que nos vendría muy bien tener siempre presente en nuestras vidas. Y eso que, a primera vista y como es lógico, nada tienen en común un papa, un cantautor agnóstico (quizá ateo) y un futbolista, que, por muy bueno que sea, es eso, un jugador de futbol. ¿Qué pueden tener en común estos tres hombres? ¿Por qué hablo de ellos a la vez y precisamente en este día?
Lo más obvio y lo más claro es que, en esta mañana del lunes 20 de septiembre, en los medios de comunicación se habla elogiosamente de los tres: de Benedicto XVI, de Labordeta y de Iniesta. ¿Y por qué se les elogia a los tres? En el fondo, por algo en lo que todos los comentaristas (cada cual desde su parcela) coinciden. Algo, que no es fácil resumir en una sola palabra, pero que se puede describir diciendo que es "humildad", "sencillez", "humanidad", "respeto", "tolerancia", "normalidad". Se trata de todo eso. Y de algo que está por debajo de todo eso, en la base misma de la vida humana: ser "uno más", "un hombre sin más".
Por supuesto, habrá quienes piensen que “a qué viene esto”. Y no faltaran los que protesten de que pongamos en el mismo lote a tres hombres tan distintos y tan distantes, en tantas y tantas cosas. ¿Qué sentido puede tener que yo salga ahora metiendo en el mismo saco la mitra del papa, la mochila del cantante y las botas del futbolista? ¿No es esto sacar las cosas de quicio o buscarle tres pies al gato? No. Decididamente, no. Porque, antes que la mitra, antes que la mochila, y antes que las botas, está el hombre. Y es eso, el hombre, la sencillez y la normalidad del hombre, lo que hoy se pondera y se elogia, al hablar de Benedicto XVI, de Labordeta y de Iniesta. Cada uno, desde su tarea, su papel y su registro, eso es lo que nos hacen recordar, en este día, a los tres hombres que pongo como ejemplo.
La cosa está clara. El papa ha ido al Reino Unido ante la desconfianza de unos, el rechazo de otros y la indiferencia de la mayoría. Y sin embargo, ha vuelto de Londres con el elogio generalizado de los medios. Como dice el cronista del The Sunday Times, refiriéndose a Benedicto XVI, “le retrataban como un Rottweiler de Dios, y resulta que es un buen chico”. O, si se prefiere, “un abuelo con encanto”, como dicen ahora los ingleses. ¿Por qué? ^Porque, en este viaje, el papa no ha condenado nada ni ha condenado a nadie. No ha prohibido, ni ha reprochado. Todo lo contrario, el papa ha reconocido sus fallos, ha pedido perdón, se ha mostrado cercano a la gente. Sencillamente, un buen hombre, una buena persona. Así de sencillo. ¿Lo ha hecho por política, diplomacia o quizá otros intereses? Lo ha hecho. Y basta. Eso es lo que la gente espera y necesita. Es lo que todos queremos.
Y eso, ni más ni menos, es lo que ha hecho toda su vida José Antonio Labordeta. Porque ha sido “un hombre sin más”, como le define esta mañana un diario de tirada nacional. Defensor y cantor de la libertad, identificado con la gente sencilla, sin pretensiones ni humos de ninguna clase. Un hombre del que se ha escrito: “Es muy difícil encontrar un amigo tan generoso, abrumador, tierno y divertido”. Ahora nos dicen que sólo quería ser recordado “como un árbol batido,/ como un pájaro herido,/ como un hombre sin más”. ¿Por qué será que esto nos seduce tanto?
Y de Iniesta, pronto se dice lo que yo tengo que decir aquí. No voy a ponderar su clase y su genialidad como futbolista. Eso lo saben muy bien todos los que saben algo de futbol. Pero el hecho es que futbolistas de gran clase hay bastantes. Sin embargo, resulta curioso que es precisamente a Iniesta a quien los estadios de futbol, puestos en pie, lo ovacionan cuando sale del campo de juego. Y lo que más llama la atención es que, con frecuencia, lo aplauden los que han perdido. ¿Por qué? Porque en él aplauden, no sólo su juego, sino sobre todo su humildad, su sencillez, su “normalidad”.
Poco tienen que ver entre sí un papa, un cantante y un futbolista. En este caso, tal como hoy se les recuerda, estos tres hombres tienen en común (y nos han recordado) lo que todos queremos que los demás tengan con nosotros: respeto, tolerancia, humanidad, comprensión y bondad. Mi “Teología sin censura” ve en eso la revelación del Dios en el que creo. Aunque yo, tantas veces, no lo haga. Pero es lo que anhelo. Y lo que quiero hacer.

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