"Hay que buscar la verdad última de las cosas"
"Al encomendarle el dominio sobre todo lo
creado, Dios hace al hombre su colaborador"
¿La materia es la prehistoria del espíritu o un momento de la historia del espíritu? Para el cristiano no hay ningún conflicto inevitable entre las afirmaciones de la fe y la comprensión científica del universo. La fe afirma que el mundo como un todo tiene su origen en el Logos, en la Razón, en el Sentido. Gracias a “la Palabra” surge un mundo ordenado y razonable. El presupuesto de la materia es el pensamiento, el Espíritu. Al analizar la evolución de la materia es posible fijarse en aspectos desconocidos y momentos caóticos, pero fundamentalmente, desde una perspectiva global, la ciencia es posible porque el mundo esta estructurado matemática y racionalmente. Porque la realidad está relacionada y tiene su propio orden autónomo, la ciencia puede descifrarla, descubrir sus leyes y hacer experimentos. Este mundo que la ciencia descubre, la fe lo entiende como lleno de sentido porque procede de una Palabra, de una Razón.
Por otra parte, gracias al progreso científico podemos cumplir mejor la voluntad de Dios. La revelación afirma que Dios dotó a una de sus criaturas de razón y le encomendó el dominio sobre las otras criaturas de la tierra. Con la aparición de un ser razonable, la creación alcanza una cumbre divina, porque Dios puede verse reflejado en esta criatura humana. La Razón se ve reflejada en la razón, la Palabra encuentra una palabra que le responda. Al encomendarle el dominio sobre todo lo creado, Dios hace al hombre su colaborador. Por eso no hay conflicto entre la providencia de Dios y la acción del ser humano. Gracias a la ciencia la labor que Dios encomienda al hombre se ha hecho hoy más factible que en el pasado, pues ella ayuda a proteger mejor la naturaleza, aumenta las expectativas de vida, permite luchar contra la enfermedad.
La ciencia debe estar siempre al servicio del hombre, de esta generación y de las futuras. Pero sin olvidar algo importante: no es posible poner en la ciencia una confianza incondicional pensando que ella puede resolverlo y explicarlo todo. No basta con descubrir la verdad contingente de las leyes de la naturaleza; hay que buscar la verdad última de las cosas. Además, una respuesta plena a las cuestiones fundamentales, como son las que atañen al sentido de la vida y de la muerte, sólo se encuentra en la revelación; más aún, la revelación, al recordar la dignidad inalienable de toda vida humana, fija unos límites a la ciencia: no todo lo que se puede hacer, se debe hacer.
Martin Gelabert Ballester, OP
RD
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