Monday, March 12, 2012

Inmigrantes: adiós al paraíso

En tiempos de crisis, los extranjeros sufren más el acoso de las ‘vacas flacas’


JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Corren malos tiempos para los inmigrantes. Si la crisis económica es durapara todos en España, parece cebarse en quienes un día abandonaron sus países de origen buscando un paraíso que ahora queda como un sueño lejano. A estas dificultades se añade una mentalidad que criminaliza la inmigración, como han denunciado varias organizaciones católicas.

Veronique (nombre ficticio) creyó haber alcanzado el paraíso en 2008. Natural de Benín, había dejado su país cinco años antes y, aunque sus escasos estudios fueron una dificultad importante durante mucho tiempo para encontrar un trabajo en España, sus buenas dotes de relaciones públicas la ayudaron a aterrizar a principios de ese año como recepcionista en una prestigiosa empresa en el centro de Madrid.

Entonces no pareció preocuparle mucho que fuese un trabajo temporal para cubrir una excedencia de doce meses. Hacía un año que se había casado con un español y, al recibir la residencia comunitaria, se habían acabado sus preocupaciones de estar en situación irregular.

Con dos sueldos en casa, su vida tenía poco que ver con la de los otros africanos con los que se cruzaba a diario en el barrio de Cuatro Caminos, donde vivía, y que acudían al centro de acogida “Karibu” para recibir algunos alimentos o ayudas para pagar el alquiler en un piso congestionado.

De repente, la ruptura

Todo parecía ir sobre ruedas en su vida, y un día sucedió lo inesperado: al llegar a su casa, Veronique se encontró con que su pareja había recogido sus cosas y se había marchado, dejando una apresurada carta en la que se disculpaba, pero en la que dejaba claro que no había vuelta atrás.

Aún no se había recuperado del shock de la ruptura familiar cuando le llegó el final de su contrato. Durante los pocos meses en que recibió el subsidio de desempleo, Veronique sembró media España con su currículo e intentó reciclarse con dos cursos para conseguir empleo.

Al final, sola y acosada por las deudas, se marchó a Francia, a casa de una hermana, donde sobrevive con los pocos euros que gana en un trabajo de limpieza que la ocupa dos horas al día.

Veronique dice a menudo que le entristecen dos cosas: el no poder enviar más dinero para los estudios de su hijo, en Benín, y su salud, que durante el último año se ha resentido bastante, seguramente por no poder alimentarse bien y por el estrés que sufre. Cuando le pregunto si no le asusta su futuro, sonríe y dice que ella siempre confía en Dios.


Cinco factores de exclusión

En la vida de Veronique han irrumpido dos factores que empujan fácilmente a una persona a la exclusión social: una ruptura familiar y la pérdida del empleo.

Estas dos circunstancias se han encontrado con otra que ya existía antes (la falta de estudios) y una nueva: el deterioro de su salud. Si a esto se añade la falta de redes sociales de apoyo, resulta que a su puerta han llamado en muy poco tiempo cinco visitas muy poco deseables.

Según el sociólogo Fernando Vidal, co-autor de los últimos informes FOESSA, “hay cinco factores principales de exclusión social [los antes mencionados], y en más de la mitad de las personas en España, se dan al menos dos de ellos. Cuando en la vida de alguien confluyen tres, esa persona entra en una situación de exclusión”.

Con este análisis se entiende fácilmente por qué en épocas de crisis los inmigrantes sufren más el acoso de las vacas flacas que los nacionales: muchos de ellos carecen de estudios superiores y, cuando la necesidad aprieta, a ellos les falta el apoyo de amigos y familiares, al vivir lejos de sus países de origen.

Cuando las cosas pintan así de mal, sorprende poco una observación constatada por el Instituto Universitario de la Familia, de la Universidad Pontificia Comillas, entidad que dirige el propio Fernando Vidal, y que él mismo explica: “En todos los centros de atención a inmigrantes, los psicólogos no dan abasto”.

Vidal achaca estos trastornos “al desempleo y el estrés causado en la vida familiar cuando los hijos adolescentes entran en conflicto con unos padres que pasan la mayor parte del tiempo en casa”.

Vida Nueva

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