Una luz que no puede reducirse a una mera idea
Cincuenta años de la Gaudium et Spes
Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar (GS,31). Este párrafo lo encontramos en el capítulo II, sobre la Comunidad humana, en el documento Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II. Por cierto que en el tiempo de la publicación de este Documento, hubo quien mostró su extrañeza acerca de la inclusión de este párrafo, ya que lo encontraba muy atrevido. Cincuenta años después del Concilio uno entiende dicha extrañeza.
Es un capítulo importante que hace referencia a la dimensión comunitaria de la vida humana, la necesidad de promover el bien común, dentro de un respeto a la persona humana, incluso a los adversarios y enemigos; la promoción de una justicia social, dentro de una diversidad justa, que haga posible una situación social más humana, ya que es todo un escándalo las profundas desigualdades sociales y económicas entre los miembros y los pueblos, cada día más sumidos en un individualismo personal o corporativo, que llevan a grandes masas humanas a la desesperación e incluso a la muerte por inanición, por el abandono, el olvido, o la violencia de la guerra.
El panorama no era precisamente optimista. El futuro, sabiendo de la condición humana tampoco. Pero viendo el panorama, y sumidos en la experiencia de esta condición humana, considero que esas dos líneas de seria advertencia saben a poco, porque qué razones dan para vivir y esperar el rosario de los “logros” de nuestra humanidad: crisis financiera, corrupción, terrorismo, grandes masas de población desplazadas de sus espacios naturales, familias en la calle en plena ciudad con miles de viviendas vacías, esclavitud económica y sexual, drogas… Es la dictadura del dinero y del placer. Dos monstruos insaciables. Es una sociedad que vuelve a asumir el lema de “pan y circo”. Solo que en la comunidad humana son muchos, demasiados, los que no tienen pan, y además ponen el espectáculo en la escena, de modo gratuito, desgraciadamente.
Evidentemente, dos líneas muy insuficientes, como llamada de atención. Quizás por ello Paulo VI por el mismo tiempo incorpora su voz con su encíclica Populorum Progresio para añadir que el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico... Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera.
Por su inserción en el Cristo vivo, el hombre tiene el camino abierto hacia un progreso nuevo, hacia un humanismo trascendental, que le da su mayor plenitud; tal es la finalidad suprema del desarrollo personal.
Lo que cuenta es el hombre, cada hombre, su futuro, el porvenir de la humanidad. ¿Qué razones damos para que el hombre viva, para que el hombre espere? La humanidad está embotada de razones, Tiene grandes almacenes repletos de razones, de promesas que nunca llegan a ser realidad. Cada convocatoria electoral, hermosos programas con grandes razones, ideas para vivir y esperar. Pero el hombre cada día vive y espera menos. En el ámbito eclesial podemos ofrecer como razón para vivir y esperar a Cristo. El mismo Concilio lo sugiere. Pero Cristo no es una idea, no es una razón. Cristo es una persona. Una persona que emerge desde el corazón, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado. (Rom 5,5) Las razones que hoy necesita la humanidad no son las razones frías de la mente, sino aquellas razones de las que hablaba Pascal: el corazón tiene razones que la razón no comprende. El hombre de hoy necesita las razones del corazón, que guarda las fuentes de la vida, como sugiere el libro de los Proverbios: por encima de todo guarda el corazón porque de él brota la vida. (Prov 4,23)
Lo que cuenta es el hombre, cada hombre, su futuro, el porvenir de la humanidad. ¿Qué razones damos para que el hombre viva, para que el hombre espere? La humanidad está embotada de razones, Tiene grandes almacenes repletos de razones, de promesas que nunca llegan a ser realidad. Cada convocatoria electoral, hermosos programas con grandes razones, ideas para vivir y esperar. Pero el hombre cada día vive y espera menos. En el ámbito eclesial podemos ofrecer como razón para vivir y esperar a Cristo. El mismo Concilio lo sugiere. Pero Cristo no es una idea, no es una razón. Cristo es una persona. Una persona que emerge desde el corazón, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado. (Rom 5,5) Las razones que hoy necesita la humanidad no son las razones frías de la mente, sino aquellas razones de las que hablaba Pascal: el corazón tiene razones que la razón no comprende. El hombre de hoy necesita las razones del corazón, que guarda las fuentes de la vida, como sugiere el libro de los Proverbios: por encima de todo guarda el corazón porque de él brota la vida. (Prov 4,23)
Hoy, hay un cortocircuito serio, grave, en el mundo del poder y de la religión, de cara al futuro, que hace difícil, muy difícil, que del poder y de la religión salgan razones para vivir y para esperar.
Hoy el hombre, como siempre, tiene necesidad de vida espiritual. Hoy, como siempre, el hombre no termina en los límites de su piel corporal. De sus entrañas le nace un sentimiento que le proyecta más allá de sí mismo. Hoy, el hombre, como siempre, tiene necesidad del Misterio. Sin él el hombre se ahoga como el pez fuera del agua. Pero el Misterio se está abriendo de modo permanente sobre la humanidad.
Hoy el hombre, como siempre, tiene necesidad de vida espiritual. Hoy, como siempre, el hombre no termina en los límites de su piel corporal. De sus entrañas le nace un sentimiento que le proyecta más allá de sí mismo. Hoy, el hombre, como siempre, tiene necesidad del Misterio. Sin él el hombre se ahoga como el pez fuera del agua. Pero el Misterio se está abriendo de modo permanente sobre la humanidad.
El Misterio de Dios que viene a iluminar la vida humana llega por caminos diferentes a los de la religión. También llega por los caminos de la religión. Pero el hombre religioso, debe estar preguntándose siempre si el Dios al que adora es el Dios que puede dar luz para el futuro de la humanidad. Una luz que no puede reducirse a una mera idea sino a las razones de un corazón generoso.
Razones para vivir y para esperar. Razones para vivir hoy, y para esperar mañana. ¿Cuáles son la tuyas?
José Alegre
Abad de Poblet
Cartas y relatos
RD
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