República Democrática del Congo; la valentía del misionero en contra de la furia rebelde

El padre Dino Ruaro cuenta cómo se vive la guerra en Mambasa

DAVIDE DEMICHELISROMA

«Es casi mediodía, dos hombres desnudos vienen a la misión… Son rebeldes, combaten con Morgan, armados y deshechos por la droga. Piden dinero: tres mil dólares. Sobre todo, uno de ellos es más malo, intratable. Se las tiene con los estadounidenses, con los blancos».

El padre Dino Ruaro es el superior de la misión de Mambasa, en la República Democrática del Congo. El domingo de de enero por la mañana la ciudad amanece ocupada por los rebeldes, que mataron a unas 20 personas y saquearon algunas casas, negocios y la misión. Cuando llegaron el padre Dino se encontraba allí, en compañía de un sacerdote local, el padre Richard, y algunas mujeres: «Uno de los dos alza la voz, sobre todo en mi contra, porque soy blanco. Nos amenaza con el kaláshnikov. Me levanto y voy a la habitación para buscar dinero y calmarle, pero se enoja cada vez más. Un disparo sale de su ametralladora y explota a un metro y medio de mi pie. Las amenazas continúan, me hace gestos frente a la nariz con un cuchillo. Cierro los ojos y me espero lo peor. Me insulta porque los blancos acapararon las bendiciones de Dios y dejaron las maldiciones para los negros. Y me pidió que le escribiera en una hoja una bendición. Lo hago, pero no como juego, sino por miedo: es compasión por este pobre hombre que está ante mí. Da mucha lástima: su humanidad se encuentra contrahecha y entristecida».

Vida de misionero. Vida dura en Mambasa. En el centro de la segunda jungla tropical más grande del planeta se está combatiendo una guerra olvidada por los medios de comunicación. Sin embargo, los expertos la han llamado la Gran Guerra Africana: 5,4 millones de muertos entre 1998 y 2003. Los enfrentamientos esporádicos se suceden y solo llegan a las páginas de los periódicos cuando invaden Goma, la capital congoleña de la región de los Grandes Lagos. Los rebeldes del M23 invadieron Goma en noviembre del año pasado, pero después la abandonaron. Sin embargo, en medio de la jungla las formaciones de rebeldes son mucho más numerosas y desesperadas. Están compuestas en su mayoría por hombres y niños hambrientos. Como los Mai Mai que siguen a Paul Sadala, llamado Morgan, quien el domingo por la mañana invadió Mambasa.

«Todo empezó como a las 6, cuando escuchamos el comunicado en la radio local: invitaban a la gente a mantener la calma. Diez minutos después, los primeros disparos». El padre Dino continúa con su narración sobre lo sucedido: «alrededor de las 8,30 hrs. escuché que el padre Richard estaba hablando frente a la casa con alguna gente. Salí y lo encontré con dos rebeldes, hombres de Morgan, completamente desnudos. Me pidieron un teléfono. ¿Para qué sirve un teléfono en la jungla, les pregunté, en donde no se puede ni poner a cargar ni comprar saldo? Entonces me piden algo de comida. Les dimos pan con margarina y un botellón de agua. Después se fueron».

Pero no acabó allí. Después de un par de horas, los dos rebeldes regresan nuevamente y más enojados que antes. Esta vez, pidieron dinero: «Yo saqué todo el dinero que tenía y se los enseñé. El jefe no lo tocó con las manos y me dijo que lo dejara en el suelo. Antes de recogerlo, se roció un líquido-fetiche que llevaba en una pequeña ampolleta colgada del cuello. Después ordenó a su compañero que recogiera el botín: 1255 dólares. Enfrente de mi habitación estaban dos mujeres sentadas en una banca con sus niños y con un hombre. El más joven de los rebeldes ordena a una de las chicas que lo siga. Los llantos de la madre le hacen dudar y entonces desiste. El otro, que había visto entrar a una habitación y la siguió. Quiere entrar con ella y golpea con fuerza la puerta. Después, milagrosamente, también él desiste. Permanecen todavía durante algunos minutos en la misión, mientras continuaban amenazándonos. Finalmente, después de una hora y media de terror, se fueron. Nos quedamos solos, exhaustos, sorprendidos de estar vivos. Fuimos a la cocina por el arroz que habíamos preparado para las madres y los niños, que se habían refugiado en la Iglesia. Después nos reunimos con ellos».

A las 15 horas de ese mismo día, los Cascos azules de la Monusco (la Misión de las Naciones Unidas en Congo) declararon haber liberado la ciudad de los rebeldes. «A las 16,45 vinieron algunos soldados del gobierno y de la misión, para confirmar que la ciudad estaba en su poder», recuerda el padre Dino, que tuvo que celebrar la misa en la tarde, ya que no había podido oficiarla en la mañana: «recuerdo a aquellos pobres hombres que vinieron a amenazarnos y a atormentarnos, tan pobres humanamente y tan necesitados de misericordia».