Se trata de firmar el llamado “Preámbulo doctrinal”, que incluye varios principios y criterios de interpretación de la doctrina católica que los lefebvrianos ponen en duda.
El documento les permite discutir “las expresiones del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo”, pero no los contenidos. También deberán comprometerse a expresar sus opiniones con caridad y respeto hacia quien no las comparte.
Si lo aceptan, Roma buscará la fórmula jurídica más acorde para acogerlos. El cardenal Levada les ofreció convertirse en “prelatura personal”, una figura muy flexible para dar cabida a instituciones no religiosas y jerárquicas. Se trata de un tipo de circunscripción que no se basa en criterios geográficos sino en la atención de una necesidad pastoral concreta de sus miembros.
Los lefebvrianos han reaccionado con frialdad a la propuesta del Vaticano y sigue mirando con hostilidad a Roma.
Por ejemplo, la provincia de Francia ha convocado mil Misas en reparación por el encuentro con líderes de otras religiones y con ateos convocado por Benedicto XVI en Asís el próximo 27 de octubre.
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