Tocadas con velos árabes o descubiertas a la europea, mujeres tunecinas, egipcias, sirias, hermanas de las magrebíes que hoy se cruzan con nosotros en plazas y colegios de EGB, han capitaneado la primavera árabe de 2011 desde Casablanca a Bahrein, pero, como suele ocurrir por culpa de esa tendencia a ocultarlas y ningunearlas, ni la prensa occidental ni los mismos “héroes” masculinos de las citadas primaveras les han reconocido su aportación y su eficacia.
La estrella de cine tunecina Hend Sabry rompió con Ben Alí el jefe de gobierno advirtiéndole para que la policía no debía disparar a los manifestantes. La egipcia Asmaa Mahfuz mediante un video en Facebook provocó la primera manifestación masiva en la Plaza Tahrir. En Yemen, una oleada de mujeres de ciudades y del campo acusaron a su jefe de gobierno de haber mancillado el honor de las mujeres y le forzaron a desdecirse.
Los sindicatos obreros han sido hasta ahora el motor de la modernización del Norte de Africa, y las mujeres han estado siempre em primera fila en las luchas obreras tanto en Túnez como en Egipto. Mientras las mujeres de las clases acomodadas se mueven a través de las redes sociales y la prensa, en la lucha por hacer presente a la mujer en la política, las de las clases trabajadoras se movilizan por objetivos de carácter laboral, mejoras sanitarias y en la educación.
La presencia activa y el protagonismo de la mujer musulmana en el mundo árabe viene de más atrás. En 1919, Egipto reclamó su independencia frente a Gran Bretaña, y las mujeres estuvieron en primera fila en aquellas luchas. En los años 50, Argelia sostuvo una larga y cruel guerra colonial contra Francia, otra vez las mujeres tuvieron un papel decisivo. Pero la presencia de las mujeres en la primavera árabe de 2011 y 2012 supera con creces las historias pasadas.
Y como suele ocurrir, a la hora de recoger la cosecha de estas primaveras árabes, los hombres se empeñan una vez más en dejarlas fuera de juego y negarles toda participación en la vida política. Apenas en Túnez, el país más europeizado del Norte de Africa, se les ha reconocido una pequeña cuota en el parlamento y otras esferas de la política, en el resto, los jefes religiosos y sus allegados se empeñan en cerrarles el paso.
Tocadas o al descubierto, con burka o sin él, las mujeres árabes son, si no la vanguardia, una de las vanguardias más activas de las mujeres del mundo frente a la tiranía y la trata de blancas. Se quemarán a lo bonzo denunciando los abusos del machismo en Afganistán, padecerán lapidaciones por supuestos adulterios en Irán, pero seguirán luchando por el reconocimiento de sus derechos y de su dignidad como personas.
Están entre nosotros, trabajadoras inmigrantes, sacando adelante a sus familias, esperando a sus niños en el patio de los colegios, paseando con sus maridos por los parques. Dignas de todo nuestro respeto y admiración, conscientes de su dignidad y de sus derechos.
Al fin y al cabo, esa oleada de protestas que ha despertado el Movimiento 15-M entre nosotros, en Londres, en Wall Street, por todo el mundo, quizá es solo un eco y resonancia de la Primavera árabe que dió el pistoletazo de salida. Y la primavera árabe es obra en buena parte de las mujeres árabes.
Atrio
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