He leído en los últimos días varias noticias sobre la Iglesia de las que crean confusión. Y es que llevamos una época en que la imagen de la institución eclesial sufre un fuerte deterioro.Primero, la pederestía. Ahora la más o menos probada “venta de niños”. El panorama vaticano se ha tambaleado con los supuestos vatikanlikis: que si el Papa piensa dimitir, que ha comenzado la carrera por el poder, que si había uncomplot para matarle.
Tengo muchas escamas de mis tiempos de informador para dar importancia a este tiroteo sin entrañas. He visto llorar a Suor Vicenza, la monja que cuidaba a Luciani, Juan Pablo I, diciendo: “El mundo debe saber” sobre una muerte que al menos, como diría Jesús López, tiene muchos cabos sueltos. He investigado sobre el turco Ali Agca, el que disparó a Juan Pablo II, y me consta que se han tapado historias, como en el famoso asesinato de un guarda suizo.
Cuando un papa envejce las manos negras crecen por doquier, sencillamente porque aunque la institución eclesial sea de fundación divina, está compuesta por hombres y donde hay hombres hay ambicion. Que se lo pregunten a la madre de los hijos de Zebedeo cuando metió el codo para que sus hijos fueran los dos ministros más influyentes del futuro reino del mesías.
Yo soy de la opinión de que en un comienzo Joseph Ratzinger quería sera papa. No hay más que releer su discurso de la capilla Sixtina a unos electores nombrados por Juan Pablo II de tal línea que recibirían con gusto un sermón savonarólico. Luego moderó el discurso, pero sufría con la manera de compaginar su doble vocación de pastor e intelectual. Sus propias palabras denuncian el drama de un hombre solo, un hombre de gabinete frente a un mundo hipercomunicado, y una curia inmovilista que sigue presionando y deseaba más revisionismo todavía.
Comenzamos pues un periodo en el que se plantean varias incógnitas: ¿Dimitirá Ratzinger? No tendría nada de extraño. Pablo VI y Juan Pablo II lo pensaron seriamente. ¿Le dejarán dimitir? Esa es otra historia. Lo más probable en todo caso es que, dada la avanzada edad del pontífice, asistamos a un periodo de deterioro físico de Benedicto XVI en medio de una jauría de lobos.
Pero en realidad, la historia ¿no enseña que estos siempre han ululado dentro y fuera del Vaticano? No idealicemos la insitución eclesial ni soñemos con Vírgenes de Fátima parando disparos contra el Santo Padre. Aprendamos a mirar. Junto a esas miserias que siempre ha existido hay en la Iglesia una gente evangélica, que cree, ama y espera; hay santos cerca, yo los conozco. ¿Y el Papa encerrado en esa jaula de oro del Vaticano? Lo imagino deslizando sus dedos en el armonio, añorando sus gatos callejeros, orando en su oratorio bajo una responsabilidad que no le deseo a nadie. Y oro por él, por su fragilidad y su grandeza, porque en su soledad Dios habla y asiste a su Iglesia. En el mar de Tioberiada durante las borrascas creían pecercer, pero Jesús, aunque dormía, seguía con ellos, allí cerca, recostado en popa.
«Y pedid también por mí, para que pueda ofrecer siempre al Pueblo de Dios el testimonio de la doctrina segura y regir con humilde firmeza el timón de la santa Iglesia» (Reciente discurso en la creación de cardenales)
pedro Miguel Lamet SJ
El alegre cansancio
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