Saturday, October 10, 2015

HOLA, ¡COMO ESTA LA FAMILIA? por José Agustín Cabré, claretiano


Al encontrarse con las amistades, se hace el rito del saludo que es ya una cantinela: ¡Hola, ¿cómo está la familia?
Y se responde con palabras un tanto evasivas y generalizadas, porque muchas veces la familia, en vez de ser nuestro tesoro, es nuestro problema.
Sin embargo, las encuestas señalan la alta valoración que se tiene de la familia. El Estado establece normas para protegerla y la iglesia pregona su idealización: presenta como modelo a la familia de Nazaret, una familia absolutamente atípica donde el papá (muchas veces representado con una figura de abuelo) no es genéticamente tal, la mamá es convertida en tal por un misterio de fe, y el hijo es de procedencia divina. ¿Alguien podría imitar ese modelo? La representación de la “sagrada familia” refleja bien la actitud de una iglesia que se ha quedado a distancia sideral de la realidad humana.

La forma clásica y tradicional de familia sufre hoy día demasiados embates y su vivencia concreta toma diversas formas que buscan expresar experiencias nuevas.
Más allá de lazos de sangre, de estereotipos- que varían dependiendo del lugar geográfico y herencias socioculturales- la familia es un sentimiento, un vínculo donde se conjugan el amor, el respeto, la aceptación, la entrega sin condiciones. Como sociedad hemos ido aprendiendo a reconocer que esa familia, formada por padre, madre y su descendencia, es hoy una más de la gran diversidad de modelos de familia existentes en el mundo.
Ciertamente la familia no es sólo el vínculo de parentesco y consanguinidad, sino los valores de convivencia, solidaridad, respeto, apoyo, sacrificio, historia y memoria de los que viven juntos en el mismo espacio por un tiempo considerable.
Para estudiar las situaciones, para reflexionar acerca del plan de Dios en la realidad familiar, para dilucidar entre una maraña de caminos, se está celebrando un “sínodo” organizado por el Vaticano.
Sínodo es un término que indica que se camina junto a otros por la vida. Esos otros ya no son el papá, la mamá y los hijitos; son un amplio abanico de situaciones que se salen del molde clásico: familias monoparentales, madres (y en menor número, padres) solteras, vivencias conyugales sin sellos ni estampillas ni bendiciones, familias adoptivas, acuerdos de vida en común con personas del mismo sexo, familias creadas por la necesidad de afecto y acompañamiento tengan o no lazos de sangre, hogares en los que coinciden personas en busca de protección, apoyo y cariño que les ha faltado en otras partes… Y, ampliando el concepto hasta límites extremos, se habla de la familia deportiva, de la familia militar, de la familia religiosa…queriendo indicar a grupos que coinciden en ciertos intereses.
¿Dirá una palabra el Sínodo acerca de esas realidades? ¿Se limitará a las alabanzas a la familia clásica, añadiendo palabras de misericordia a las transgresiones, consideradas como tales, porque andan corriendo fuera de la que se cree es la única pista?
Pareciera que en este tema, como en todos los otros que afectan a las personas, lo más evangélico es acudir a la libertad que proclama Jesús, a quien no le preocupó nunca indagar acerca de quién se acostaba con quién. Lo que le interesaba era que nos dejáramos envolver por el amor de Dios y ese gozo lo reflejáramos proyectándolo hacia los demás.
Sin embargo, las informaciones que llegan desde el Sínodo presentan a los jerarcas más preocupados de los modos que del fondo: si los divorciados pueden comulgar; si hay que extender en un par de semanas la preparación al sacramento del matrimonio; si hay que dar una normativa general o mas bien considerar las costumbres locales (continentales, en este caso); si se tiene claridad acerca de los métodos naturales de regulación natal…
Parece que lo que el pueblo de Dios espera (si es que se ha enterado siquiera que se celebra una asamblea mundial de la iglesia para tratar el tema familia) es una palabra sonora y positiva acerca del valor del amor en la vida humana, de la responsabilidad de ser y hacer familia en estos tiempos áridos, de estímulo para que los Estados y la misma iglesia tengan en cuenta la diversidad de situaciones reales y les den el apoyo necesario para que sean experiencias gozosas y no traumáticas, sanas y no culpables.
Será difícil. En el Sínodo figuran venerables monseñores ya mayores en edad, y unas cuantas familias de las que aparecen en las fotos de la páginas sociales de la prensa conservadora.
El Catalejo de Pepe

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